The evil of the thriller
The demons squeal in sheer delight
Itπs you they spy, so plump, so right
For although the groove is hard to beat
It's still you stand with frozen feet
You try to run, you try to scream
But no more sun you'll ever see
For evil reached from the crypt
To crush you in it's icy grip.
En realidad esta crónica nunca comenzó -y si acaso esto fuera su inicio sería la sobremesa del final de viaje- pero cobra sentido este post sólo por ser parte de un descubrimiento una vez ya instalado nuevamente en Buenos Aires, cuando el tiempo de ocio me permitió revisar inquietudes litoraleñas que quedaron volando como baba del Diablo por los aires.
"Soy mutante" es el sello de uno de los integrantes de la banda rosarina Matilda. Apresurado, paso a compartir uno de los discos que me despertó curiosidad al instante.
También dejo a disposición el sitio de Rosario Indie, a pesar de que tengas severas dudas sobre "lo indie" desde hace meses o años. Nomenclaturas más, nomenclaturas menos, vale la pena visitarlo.
Erase una vez en algún dominio,
donde abundaba el estiércol cayendo de los cielos,
aquel que no otorga ni fuerzas
y menos aún poderes divinos.
Fue allí donde una tarde
dos Pepis se encontraron
bajo el apuro de conocerse en ese lugar,
en otro lugar
y con el tiempo,
en cada lugar.
Así hasta aventurarse en un lugar mucho más allá,
contando encima con dos veranos en sus bolsillos
llenos de canciones compuestas para arpa
que hablan de elfos eunucos y otros seres mágicos.
De la creación de una fábula clásica
impregnada de
destello
oscuridad
conflicto
aventura
monstruos
héroes.
Narrada sobre una gran alfombra teñida de bordó,
extensa,
protectora con amor.
Sus canciones
mencionan asteroides, niños,
dinosaurios, felinos.
Les hablan a los cielos
y se nutren del estiércol que aún cae
en esas tierras de bendiciones con fecha de expiración,
donde ellos proclaman su fábula
al canto de aves que saludan por las mañanas.
Agradecimientos: al apoyo involuntario de los chicos, Francia, Robert Capa, Kraftwerk, el pixel y Google. Sin ustedes, nada de esto hubiera sido posible.
Nunca se me hubiera ocurrido, si de aventuras proyectadas desde la tierna infancia hasta la actualidad se tratase, que un día como hoy estaría durante horas subido a una escalera tratando de simpatizar con un gato siamés incrustado entre medio de los nudos y ramas de las glicinas, atrapado con el miedo arraigado en las uñas y la corteza del arbusto. Mucho menos que trataría de manipular sus ecónomicas y poco arriesgadas andanzas con una escoba y ofrecerle como vía de escape una maceta gigante. Ni manguerearlo exhaustivamente para obligar que sus movimientos lo lleven hacia alguna medianera.
Muchísimo menos que horas más tarde estaría en la terraza de mi casa junto a mi padre usando un lazo armado con cable de video para atrapar el cuello del siamés en cuestión, que estaba empapado y miraba cómo errábamos los tiros con indiferencia (o resignación absoluta). Mi padre, emotivamente, recordó hazañas de westerns en el acto y me comentó que justo ayer había vuelto a ver Por un puñado de dólares.
Cuestión: a través del proveedor mayor de rumores barriales (mi vecino el carpintero José) di con el paradero del dueño del gato que es ni más ni menos que el querido José Ignacio, eyector de pelotas de tenis maltrechas, pelotas de fútbol, dinosaurios T-Rex / muñecos varios y ahora, gatos siameses.
Ha tenido dolores en el pecho
por varias semanas, pero los doctores
no hacen visitas al hogar en el Polo Norte.
dejó de pagar su seguro médico Blue Cross,
se marea cuando le hacen exámenes de la sangre,
las batas del hospital siempre se le abren, las
salas de espera le causan dolor de estómago, y
de todos modos nada más tiene indigestión, por lo
menos eso pensaba, hasta el día en que al estarles
dando de comer a los renos, sintió como si la mano
de un monstruo le hubiera agarrado el corazón
y no dejara de apretar. No puede respirar, y el
mundo blanco tan hermoso se torna negro,
y cae sobre su panza de gelatina en la nieve
y la Sra. Claus sale corriendo de la fábrica
de juguetes, gritando, y deja a los duendes
frotándose sus manitas nerviosas, y la nariz
de Rudolph se prende y se apaga como una luz de ambulancia
triste, mientras en Houston Texas en una de esas casas en serie,
yo, de 8 años, le digo a mi mamá que los mensos
de la escuela dicen que Santa Claus es pura mentira,
y ella, tomándome la mano, se sienta conmigo en el sofá
de flores moradas, con lágrimas en los ojos,
y con una terrible noticia en la garganta.
de Charles Webb
Reading the water, 1997, "La muerte de Santa Claus".
Traducción: Juan Hernández-Senter, Ed. Verdehalago, 2000 México.
El viento de un mar que está cerca pero no lo suficiente para
verlo. Podés sentirlo flotando y migrando sobre la tierra en movimiento con un
sentimiento raspante, podés olfatearlo e imaginarlo bañando tus manos en el frío
de comienzos de primavera. El viento que te escupe encima recuerdos del tipo
ancestrales, como flema llena de purpurina de épocas diferidas y llenas de
glorias. Efervescencia adolescente llena de estímulos indescifrables y
adrenalina. Noches sin sueño y cubiertas de etílico y música.
El calor fraternal, maternal y de toda índole que te abraza, te cobija y te hace
sentir en casa, te invitan a tu hogar para que puedas dormir tranquilo y en
paz. Sientas tu ansiedad en reposo alejándose en barrilete volando lejos hacia
ese mar que descubrís en formas y recreás con retazos de otros mares. Olores de
otros espacios y eras. Ese mar que inunda Bahía Blanca de noche y te llena de
restos de conchilla las orejas, deja tus labios secos y tu cuerpo arenoso.
Un viaje largo, pero breve desde el anhelo. Lleno de
millones de sensaciones, espejos, tertulias en silencio, cariño y la salud de
encontrarse en buen camino. Siempre de viaje; distancias largas, breves, sin
mediciones. Sin destinos claros. Sin idea del futuro, apenas del corto plazo. Entre
el ruido de la marcha del tren, los portazos, el frío espeluznante, las miradas
furtivas de los viajeros espectrales y los rifadores timadores. Y en mis ronquidos
se ahogan las criaturas bellas junto al amanecer y al sol que nace de
diferentes colores en las estaciones del universo. Para despertar nuevamente
hacia otro viaje solo. Sentirse realmente solo al bostezar y despejar los ojos.
Unos días en Lilian. Olvidemos por un momento la fábrica, la estación de tren y el suburbio colmado de tranquilidad en cada hogar. Lo esencial en este caso, no es invisible a los ojos y está elaborado con sensaciones frescas, real homenaje y feliz revisión sobre las viejas historias de grupos de amigos entrando en la adolescencia. De amistad, amor y cine sci-fi. Hay una importante copa de brindis por Romero y sus viejos zombies, los de "Night of the living dead" y no los de "Survival of the dead", que son puestos en el plano de la decadencia senil de un señor que alguna vez tuvo buenas ideas además intenciones de mal gusto.
Es vital, plena, emocionante. Apenas se mete en el núcleo del centro del grupo de amigos un alien, caricatura de la criatura de Cloverfield ya que cobra forma a medida que transcurre la película y recién llegando al final toma todas sus dimensiones y abre los ojos al público. Sin la estatura de generosidad del viejo E.T. ni la belicosidad de la criatura de Cloverfield, dominado por el deseo de volver a "casa". Y quizás en ese proceso, voltear algunas figuritas que sólo le brindaron violencia y aislamiento. Y a partir de la empatía de un profesor de ciencias terrorista, generar las primeras sospechas en el grupo de chicos y dar comienzo –entre episodios de cine desastre- a un secreto compartido. Ser testigos anónimos y gozar de impunidad casi absoluta en un hecho que incidirá en toda la población de su ciudad.
Tiene todo, incluso una oda al "God is my techno" ya caduco como el walkman -presentado aquí como un hecho novedoso- que forma parte del crecimiento de soporte musical de muchos de nosotros. Y obviamente al formato analógico del super 8.
La vuelta a los viejos estándares del physique du rôle para la puesta de pequeños personajes con excelentes resultados. El gordito que busca valores de producción con todo su idilio metido de lleno en la dirección cinematográfica; la chica dulce y madura que genera la sorpresa de conocer la conquista del sexo opuesto; el piromaniaco que aporta frescura con la gracia de un dibujo animado y finalmente, el héroe sensible, dolido y cargado de cierta oscuridad por un duelo reciente pero con la suficiente valentía como para resolver un puzzle e incluso obtener la prueba de un primer amor verdadero. Y humor en cada diálogo, en cuotas más que apropiadas.
La visión de todo a partir de los chicos, desde la forma de encarar un proyecto común y sostener toda la amistad y el cariño incondicional por eso mismo, ese tesoro que en "The goonies" estaba en el barco pirata, o acá en ese film en super 8. La energía de los chicos, arrasadora. Atropellándose militares, policías, adolescentes THC, evacuaciones, padres ebrios, alienígenas y zombies. La picardía del relato que produce la nostalgia de una educación sentimental y de aventura que ya no volverá, y se puede disfrutar con toda la parafernalia aggiornada en una película actual. Incluso con fuegos de artificio y todo. Hay una muy buena review de Diego Batlle sobre esta película.
El condimento detectivesco, el análisis sobre los pequeños detalles que todos los adultos dejan pasar, las pistas asociadas para que ellos emprendan la búsqueda que sólo está y podrá estar al alcance de sus ojos como verdad insoluble. Pequeñas dosis pero más que memorables de canciones que dan el marco de la época, y si son cantadas a capella por sus protagonistas aún mejor.
La muerte de una madre, introducción a la película retratada de una forma más que elegante y sutil, el duelo revelado apenas con algunos registros fílmicos y sublimado a través de una operación cursi pero bellísima como es el acto de despojarse del último signo colgante de su vida y recuerdo para activar la maquinaria alienígena que liberará al monstruo de mil patas y regresará la paz a Lilian.
El bonus track es, nunca olvidemos que ellos emprenden esta aventura contra todo suceso nefasto y volador sólo por esa consigna: "The case", el cortometraje casero que estuvieron haciendo ni más ni menos que durante toda la historia.
Nuestros mejores recuerdos 80s sobre la amistad, el amor, la aventura, el espacio y los sueños, retratados en una preciosa película llamada "Super 8". Los valores de nuestra infancia en películas lejanas, revitalizadas por esta guacha perturbadora emocional.
Cuando muera cremen mi cuerpo hasta que las llagas de mis manos sean humo capturado por picos pequeños de diminutas aves hambrientas confundidas desorientadas en la inmensidad del cielo de Lika-Senj.
Las cenizas deberán volcarlas prolijamente en un barquito de papel pequeño, hecho con una hoja oficio, preferentemente.
No me gustaría estar envuelta por papel de diario, debo estar, en lo posible, inmaculada.
Nada de destinatarios, referencias ni garabatos escritos en apariencia, como si se tratase de un borrador.
Lo arrojarán al canal central dos buceadores profesionales muy responsables, en lo posible; lo prenderán fuego con cinco cerillas.
Una vez pasado el puente mis queridos señores vestidos con escafandras deberán permanecer muy muy muy cerca del barquito ardiendo, soplándolo suavemente como una caricia dulce hasta estar totalmente seguros de que llegue el último resto de mi existencia al mar Adriático.
De todas formas, no debería hacerme problemas. Soy inmortal.
Un profesor adulto inicia en el arte del teatro a un grupo de niños. Frío y sin vueltas, lleva a este valiente grupo a los lugares más despojados, propios del artista para que se encuentren, auténticos. Les cuenta los secretos de la actuación y los niños lo siguen espontáneos y directos.
Jugando con el mito de que “nada es más difícil en cine que trabajar con niños y animales” el profesor da a estos seres el status de los más creíbles y atractivos de la pantalla grande, y los alienta para que lo asuman.
"Bla bla bla". Para más información, ingresen a este sitio.
Entrenamiento elemental para actores (telefilm / duración 52 minutos)
Estreno 12 de septiembre 2009 Sábados 22hs El camarín de las musas Mario Bravo 960 / tel. 4862-0655
Una niña de rizos dorados me saluda antes de bajarse del colectivo; me lanza un beso y luego me saluda nuevamente. Su padre la sostenía a upa y no demostró signos de celos así que pude replicar sus saludos y besos de la misma manera. Todos felices con este mundo tan liberal que nos toca vivir.
Abro nuevamente el cofre ¡Sorpresa! Me encuentro con una canción, un libro y una película en el cual el orden no es correlativo. El libro lo empecé a leer pero cumpliendo con su consigna, nunca lo terminé. La canción me sigue emocionando a pesar de que las emisoras radiales la pasen con menor frecuencia. La película (la primera, la única) fue la marca de la fantasía, el sello que llevaría el resto de mi vida para rebelarme contra todo tinte amargo y siempre apelar a la ficción. No podría pasar por alto Laberinto, que fue un hachazo a la cervical que terminaría por hundirme del todo en esos sueños descabellados de los que difícilmente un niño quiera despertar. Sólo esas noches antes de las vacaciones, en que tornaba los ojos y deseaba que el sueño finalizara en cuestión de segundos y estar libre sin rendirle tiempo a nada ni nadie; sin límites más que la noche para volver a casa a bañarte y cenar. Sí, lo sé. Es una etapa en la que me siento la voz en off de Kevin Arnold adulto, transmitiendo su enseñanza a la teleaudiencia antes de cerrar cada capítulo. Los años maravillosos son así, inquebrantables para cualquier ley humana o natural.