30/11/13

El caballo y su jinete


No es mediodía aún pero el calor puede empezar a sentirse en los valles profundos.
Desde la ventana del puesto de vigía se distingue en el horizonte un jinete.

Avanza cabeza en mano,
perfilándose contra un inmenso acantilado.
Respira, de pronto.
Respira su entorno, la profundidad del paisaje,
llenando sus pulmones de viejos proverbios,
el sermón magnético irradiado por las aldeas bajas
que se confunden todas en un solo gran punto 
sin divisiones, fronteras, ni carteles.

El canto de las cigarras lejano impregna al jinete de tedio,
un cansancio que huele a irritación.
Se mantiene inmóvil unos segundos,
luego se entrega a la marcha nuevamente.

Su caballo de tiro reclama el suelo con sus cascos
firmando la tierra como propiedad en cada uno de sus trancos
mientras revolotea polvo rojo arbitrariamente, 
rabioso como mestizo, 
sangre warmblood que lo crispa.

En su aire de galope arrasa escarabajos rinocerontes como hojas secas.

Se siente fuerte, poderoso, lleno de ambiciones.
Más importante que su jinete; se siente dueño y patrón de la situación.
Sueña con llevar una armadura ligera sobre él
cual caballo medieval situado en un campo de batalla
sorteando espadas, levantando victorias como levanta moscas con su cola. 

Sus crines están infestadas de tierra como toda su cabeza.
Apenas se notan sus ojos,
brillan de fuego, luces que infunden temor, 
amenazan el camino como faroles gigantes
antorchas inagotables. 

Se detiene. 
El jinete repara en un paseo de compras.
Mira los autos de colección de una tienda,
mientras ata automáticamente el caballo a un poste de luz.

27/11/13

Satélites espías


El paranoico copado con las señales enviadas por el Zenit.
Después se mete en GoogleMap a ver su propia terraza.

Desde su ventana, autopistas cruzándose a la altura de su comedor.
Miles de autos, camiones y colectivos que pasan
se pierden en una llovizna infinita.

El paranoico copado con las señales enviadas por el Zenit, teme.
Piensa cautelosamente cuando tiene que aprobar una foto donde fue etiquetado en Facebook.

16/11/13

Sándwich

Como mientras veo su mano izquierda -minutos después notaré el cuello ortopédico cuando se levante y deje de darme la espalda- temblorosa a un ritmo constante, inquietantemente programado. Mano de colores pálidos con atisbo de marcas rosáceas. Repite - Qué bueno - a la señora que desayuna frente a ella. 

Sopla un viento letal, el mismo que se enreda entre los médanos de las playas.

Se mezcla un - Sí, Sol - lanzado por la señora de la mesa contigua . Una mujer tras la ventana tiene sobre la mesa un bolso con la palabra Miami poblando toda su superficie de manera insistente. Pienso en Tati. Y en que mi sándwich de pan árabe no tiene amor. 

Todos habitamos el mismo espacio común. 
Un mismo preámbulo. 

(mucho más tarde, cuando la señora que dijo - Sí, Sol - se hubiera marchado del café, la camarera diría en voz alta al retirar las cosas de su mesa que se olvidó su tarjeta Sube y el carnet de la obra social)

15/11/13

Las chicas de Arsenal


Las chicas de Arsenal van a entrenar, pasan.
Visten uniformes relucientes.

Van duras e indiferentes, cruzando la sombra que deposita a sus pies el viaducto.
Se pierden en forma aislada por la tierra seca del conducto hasta sus profundidades voraces.
Cargan sus palos de hockey como elementos cotidianos, un accesorio más.

Entre vendedores
pasajeros que deambulan por las escalinatas,
se oye el sonido de los petardos
ruidos secos
expansivos
mortíferos para la auralidad del nicho oscuro,
ese que yace bajo la estructura de la estación de Sarandí.

Ese monstruo gigantesco,
formado por inmensas columnas
pintadas con colores de gestión alegre estridente.
Una especie de esqueleto de cetáceo que reposa lánguido,
aceptando el desplazamiento de las cansadas formaciones de trenes.

Resaltan en su superficie
las marcas de pisadas, golpes,
ruedas de skaters de los 90s y actuales.
Las marquitas que dejo en mis esperas por mi amor.