22/6/05

Ex

Rotación del mundo; el sol.
Un sol
A través del que giran nuestros ojos en plena estática
y eterna contemplación.
Un mundo exterior, al que nunca hemos salido,
si bien hay gente que jamás lo ha intentado.
Y el ciclo de la luna, los siete días de la creación
y la magnífica ovulación creciente.

La historia nunca me tendrá en cuenta, en ninguna materia,
pero yo sí la tendré en cuenta.
En combate arduo, fatigoso y detallado, día a día.
Hasta perder el rumbo de la rotación.
Perder los siete días de gestación.
Olvidar a esa mujer.
Caminar descalzo por un mundo exterior,
tan exterior,
que ya no reconoceré a mis pies al caminar sobre él.

Acerca de lo tenebroso

Lo tenebroso está en tu cabeza, no en el árbol.

10/6/05

Lejos, lejanos

A gachas, curioso el mal se acicala
con el polvo rojo que calcina la vida,
envuelto en el sudor del hombre.
La sabana lejana escoltada por una jauría
y los niños, sentados alrededor de un dios,
consolados por el ciclo de las tardes.

El sabor del viento reclutando granos
y el olor de las vasijas mojadas,
aprisionadas por las axilas de las mujeres negras.

El vuelo bajo de un errante en esas tierras
conducto del sonido de la lava agitada,
para los reinos de trabajo,
para los reinos festivos.
Todos descansan de la siesta y la pereza.
Vestidos por los harapos de la ignorancia molesta,
aquella información vespertina acerca de ese
ese mundo.

7/6/05

Pues en dónde será

Cuando los bloques se tornan compañeros solitarios
busco respuestas que hagan que las ideas pierdan importancia.

Y tertulia amiga, o a manos de camaradas.
En los reinos de muchos labios y verborragia.
Pero no es allí, sólo encontrarás hombres que exceden el espacio otorgado.
Por la mano santa.
O que son excedidos por el espacio.
Perpetua será cierta sustancia que ocuparán en el universo.

Y la calma de los túneles
el grito de las formaciones
De eso sólo son confidentes algunos.

No es allí, repite un coro de querubines,
no es allí.

Pero cuando vuelve el mar, vuelven los claros de las crestas.
Tampoco allí está, buscando en vano, el claro del bosque.
Se decide callar el juicio de valor
y cuestionar el gris de las tormentas es un mero reproche humano.
Poco sensato.

Tampoco es en las montañas ni en los velos de las ancianas.
Será prudente y nada osado merodear en la ribera,
alguna tarde

No es allí, murmura un anciano con su bastón.
Y el árbol mayor se zambulle sobre su cara. Del todo.

Y, en verdad, ningún poblador,
ni siquiera el de privelegiados oídos,
ha escuchado la verdad del sabio.