30/10/12

Gallinas voladoras



Existen algunas de variadísimos matices de colores, y su tamaño oscilan desde un poco más grande que un canario hasta otras que alcanzan el de un gallo de riña
Los hábitos de nuestra montera son similares al del resto de sus hermanas de especie; por un lado son monógamas, es decir que esencialmente eligen a su pareja en forma definitiva y por otra la construcción del nido la realizan precariamente.
La postura en la mayoría de estas aves es de dos huevos blancos, pero un limitado número de ellas los pone de color tostado o crema.
A diferencia de otras aves, las palomas monteras hacen la incubación cambiada: de noche la hembra y de día el macho. Cuando toca el cambio, el macho arrulla y gira sobre el mismo lugar. Por lo general lo hacen dos veces al día, al amanecer y al caer la noche.

Esta primavera, además de la sorpresa de contar con un panal enorme de abejas asomando sobre el jazmín, descubrimos el sábado un nido y sobre él, una paloma montera macho incubando. 

Hace semanas rondaban por el jardín desde diferentes ubicaciones. El alerta mayor sobre su posible anidamiento fue las veces que sorprendí a la pareja tomando restos de maderas del pasto, o el ruido ensordecedor del aleteo chocando contra la robustez de la glicina. En la noche ese sonido podía potenciarse como para suponer la llegada de un vampiro desde algún espacio del cielo hasta tomar su aparecia humana en la tierra.

Una hermosa bienvenida a las palomas monteras y su descendencia en Espora, donde ya salieron volando pequeñas torcazas y zorzales entre otras aves con las que compartí el hogar en primaveras y veranos anteriores. 



22/10/12

Restos de mi marea




Los restos como un forma de recordatorio.
Papel picado, bolsas de consorcio y de regalos.
Vasos amontonados, grietas en el cuerpo,
en la cabeza y en la memoria.

Restos, todos restos.
Resabios de un dragado mental,
excesos que dañan mi cuerpo,
tu cuerpo.

Un cuento de hadas que nuevamente leemos en la noche, 
prácticamente eterna,
culminada en la neblina espesa del bosque
invadido débilmente a través del sol lejano parpadeante.  

Una foto gigante tuya reprobándome
desde un pasado de desconocidos
y un viaje de aventuras exitosas.

Coordenadas deseadas y habitables
que fueran anotadas con marcador en un mapa geográfico mental.
Para regresar, hacerse pies, manos,
toda una tuna repleta de agua
dispuesta a fundirse en la tierra seca
para luego cambiar destinos.

Nuevas coordenadas.
Cambiar atuendos de tuna
por araucaria patagónica.  

Lamentable –desde el momento del repaso de un listado con
la sucesión de los acontecimientos-
no haber podido tomar conciencia presente de todos los daños.

Destrozar con tanta facilidad,
como un preparado vertiginoso de confetti con mis libros favoritos.
O esa lectura del cuento de hadas
declamada entre susurros con el calor de los gatos
y luces apenas brillando en el cuarto.

Triste nota al pie de eventos épicos llenos de amor,
con personas brindando amor,
y un disco homenaje treintañero como banda de sonido.

13/10/12

Pinhead



Esa cabecita de perdida y abandonada
por todo registro activo de movimiento celular
capilar.

Hoy al ras,
confundida con calvas abominables
de sujetos despreciables.
Innombrables.
Aparece escurriéndose sin vida
contra la vidriera de un local en pleno microcentro

Considera haber llegado al núcleo
de la cuestión culinaria.
El olor de la fritura de Lavalle,
una ola consecutiva de moscas
y un acantilado de verborragia homoerótica
de talla proletaria.

A la mirada de aquella cabecita perdida y rapada 
se la fagocitó una milanesa
de contextura plana como lámina
y de aspecto ficcional.