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18/11/20

Dibujo del cielo

No te acuestes con ella

no te acuestes con él

no te acuestes con su perro.

Mirá el cielo y dibujalo.

Dejá. No me escuches, no me leas,

hacé lo que quieras

pero no te olvides de mirar el cielo y dibujarlo

8/8/17

Hojas de palmera




Ahora no ves bien, pero tenés una plaza al lado.

Está vacía. Hay un rincón donde se trenzan a la altura del monumento una variedad de hojas de palmera. La vereda está cubierta por una identidad difusa de manchas de pintura o alimentos que forman una red carpet donde se amontonan las palomas.

Ahí abriste los ojos, pienso. Estás acostado en un asiento cubierto de mierda, intenté advertirte. No importa. Óleo y aceite para pintar un sábado cuando te aburras de escribir. Te sacás esta ropa y la usás de material. Te usás a vos mismo como material, te convertís en lienzo, en mástil, en héroe o en vos.

Te huele un perro. Ya está, perdió interés. Todos perdemos interés y nos dedicamos a otras cosas. Nos internamos en la complejidad y nos alejamos de lo importante. Nos convertimos en nuestro propio alien alimentándose en el abdomen.

Ahora te mira un croto; cayó un grupo de amigos con una pelota. Podés seguir sin ver. No te levantes, no te preocupes, todo va a estar bien.

No tengas miedo.

Ahora no ves bien, pero tenés una plaza al lado.

1/5/17

Anoche

Anoche me acosté tarde.
Envolví la cabeza en la almohada y escuché el primer tiro.

Seguí atento el trayecto de un auto.
Silbaba restos de cordones con un trazo filoso.
Recreé un mapa del barrio -ese barrio nocturno posible-
acorde al sonido cuanto más cercano parecía.

Otro tiro más cercano.
Un peatón en la madrugada embestido por el auto volando contra alguna casa,
o el coche puesto contra un poste con los chorros como crash test dummies
clavados en un sueño atroz contra el airbag.

El zigzag se puso más violento,
tomó distancia del zumbido de la autopista,
un coro lateral que se agotaba junto a los sonidos de mi casa.

Imaginé la escena: los tipos del auto se estacionarían violentamente en la puerta de casa
Me agotó pensar mi muerte y tener a la inseguridad como agenda antes de estar inconsciente.

2/2/17

Sierras y cigarras



El sonido del aserradero combinado, solapado al canto de las cigarras.

En realidad, es el ruido de sus alas durante el proceso de apareamiento. El manoseo embarcado que se expande sobre la corteza de las ballenas cogiendo en Puerto Madryn: turistas instagrameando el semen cetáceo.

La siesta no emite sonidos, admite manoseos. Trato de evitar el apareamiento con el sudor evaporándose entre las sábanas.

Es verano, de otro modo sería imposible describir esto; pensar en quienes dicen a menudo chicharra. Admitir la cadena de sonidos asociados con tanta perfección, descartando al aserradero. El olor a orín impregnado a los trozos de madera que vuelan sobre la medianera. La excitación de los chicos en la terraza revoleando fruta podrida. Los ruidos de la pelopincho vaciándose.

12/9/16

Siesta



Taparse con la sábana hasta la cabeza y sentir un campo magnético cubriendo tu cuerpo
volviéndote invisible a los monstruos, impenetrable a los miedos.
Mis miedos, que se escurren como sudor por mis pies descalzos.

28/7/16

Parque industrial

Me dijeron que le preguntara a Zurita y una tarde lo hice.

El predio abandonado seguía ahí.
Un cartel apenas legible: parque industrial.
El óxido se desangraba sobre el relieve de las letras
que a su vez formaban otra capa sobre la chapa,
era como un efecto de photoshop entre bollos y piedrazos.

A veces pasaban caballos, lagartos, teros y humanos.
Entre la basura seguía creciendo el pastizal,
algún árbol considerable que terminaría en un proyecto,
en un posible ascenso de la naturaleza sobre la planicie de la ruta.

Zurita nunca me respondió. Estaba fumando en la parada bajo el puente.
Nunca alcanzó a escucharme. No tenía vocación para eso.
Pitaba y miraba el humo que emergía de una parrilla.

Ese verano la brigada contra incendios no paró de putear fuegos controlados.

15/8/14

Chaucha / implosión / hábitat


El estallido son: expulsiones a modo de fusil emitidas por los frutos con forma de chaucha de las glicinas. 

Esta es la época del año en que hacen implosión para fertilizar la tierra en una penetración cruda y vigorosa. Entre los errores esperados, algunas semillas se lanzan contra los vidrios de las ventanas, otras atentan contra los gatos en sus actividades ceremoniales y el resto de las plantas del jardín formándoles hoyos. 

Analizo ante el sonido a modo de fusil la consecuencia de cada acto propio, 
cada gesto, 
cada movimiento
manifestación
cada palabra
(más adelante se analiza el procedimiento técnico por el cual se expresa lo siguiente)
cada pensamiento
sobre el hábitat y la naturaleza. 
Aún cuando el sonido de la brutal fertilidad me sobrepase
y consuma.

26/3/14

Los cosos


***

Todos ellos traían sacos, que parecían muy pesados. Amarraron bien sus caballos, se adelantó uno de ellos en dirección a una roca y gritó: "¡Ábrete cerebro!"

***

Las piedras son mucho más lentas que los animales. Las plantas exhalan más aroma cuando cae la lluvia. Las golondrinas cuando llega el invierno vuelan hasta el verano. A las palomas les gusta el maíz y las migajas de pan. Las lluvias vienen del agua que el sol evapora. Los hombres cuando vienen de lejos traen maletas. Los peces cuando nadan juntos forman un cardumen. Las larvas se transforman en mariposas dentro de los capullos. Los dedos de los pies evitan que se caiga. Los sabios están en silencio cuando los otros hablan. Las máquinas de hacer nada no están descompuestas. Las colas de los changos sirven como brazos. Las colas de los perros sirven como risas. Las vacas comen dos veces la misma comida. Las páginas fueron escritas para ser leídas. Los árboles pueden vivir más tiempo que las personas. Los elefantes y los delfines tienen buena memoria. Las palabras pueden ser usadas de muchas maneras. Los fósforos sólo pueden ser usados una vez. Los vidrios cuando están bien limpios casi no se notan. Los chicles son para masticar y no para tragar. Los dromedarios tienen una joroba y los camellos dos. Las mediasnoches duran menos que los mediosdías. Las tortugas nacen en huevos pero no son aves. Las ballenas viven en el agua pero no son peces. Los dientes cuando las personas los lavan quedan blancos. Los cabellos cuando están viejos quedan blancos. La música de los indios hace caer la lluvia. Los cuerpos de los muertos enterrados abonan la tierra. Los carros hacen muchas curvas para subir la sierra. A los niños les gusta hacer preguntas sobre todo. No todas las repuestas caben en un adulto.

***

Cama acostar, cadera sentar. Camisa brazo, pantalón pierna. Techo pared suelo. Puerta ventana. Leche blanco, café negro, mantequilla pan. Plato comer, vaso beber. Carro ir, carro venir. Oreja entrar, boca salir. Gesto mano brazo, pierna pie paso. Luz encima, cena abajo. De noche lana, sol de mañana. Derecho cierto. Ok perfecto. Pene esperma, leche pecho. Silla asiento, cama lecho. Uno por sí, cien por ciento.

***

Las cosas tienen peso, masa, volumen, tamaño, tiempo, forma, color, posición, textura, duración, densidad, olor, valor, consistencia, profundidad, contorno, temperatura, función, apariencia, precio, destino, edad, sentido. Las cosas no tienen paz. 


Arnaldo Antunes
As coisas (Iluminarias, 1992) 

30/11/13

El caballo y su jinete


No es mediodía aún pero el calor puede empezar a sentirse en los valles profundos.
Desde la ventana del puesto de vigía se distingue en el horizonte un jinete.

Avanza cabeza en mano,
perfilándose contra un inmenso acantilado.
Respira, de pronto.
Respira su entorno, la profundidad del paisaje,
llenando sus pulmones de viejos proverbios,
el sermón magnético irradiado por las aldeas bajas
que se confunden todas en un solo gran punto 
sin divisiones, fronteras, ni carteles.

El canto de las cigarras lejano impregna al jinete de tedio,
un cansancio que huele a irritación.
Se mantiene inmóvil unos segundos,
luego se entrega a la marcha nuevamente.

Su caballo de tiro reclama el suelo con sus cascos
firmando la tierra como propiedad en cada uno de sus trancos
mientras revolotea polvo rojo arbitrariamente, 
rabioso como mestizo, 
sangre warmblood que lo crispa.

En su aire de galope arrasa escarabajos rinocerontes como hojas secas.

Se siente fuerte, poderoso, lleno de ambiciones.
Más importante que su jinete; se siente dueño y patrón de la situación.
Sueña con llevar una armadura ligera sobre él
cual caballo medieval situado en un campo de batalla
sorteando espadas, levantando victorias como levanta moscas con su cola. 

Sus crines están infestadas de tierra como toda su cabeza.
Apenas se notan sus ojos,
brillan de fuego, luces que infunden temor, 
amenazan el camino como faroles gigantes
antorchas inagotables. 

Se detiene. 
El jinete repara en un paseo de compras.
Mira los autos de colección de una tienda,
mientras ata automáticamente el caballo a un poste de luz.

27/11/13

Satélites espías


El paranoico copado con las señales enviadas por el Zenit.
Después se mete en GoogleMap a ver su propia terraza.

Desde su ventana, autopistas cruzándose a la altura de su comedor.
Miles de autos, camiones y colectivos que pasan
se pierden en una llovizna infinita.

El paranoico copado con las señales enviadas por el Zenit, teme.
Piensa cautelosamente cuando tiene que aprobar una foto donde fue etiquetado en Facebook.

16/11/13

Sándwich

Como mientras veo su mano izquierda -minutos después notaré el cuello ortopédico cuando se levante y deje de darme la espalda- temblorosa a un ritmo constante, inquietantemente programado. Mano de colores pálidos con atisbo de marcas rosáceas. Repite - Qué bueno - a la señora que desayuna frente a ella. 

Sopla un viento letal, el mismo que se enreda entre los médanos de las playas.

Se mezcla un - Sí, Sol - lanzado por la señora de la mesa contigua . Una mujer tras la ventana tiene sobre la mesa un bolso con la palabra Miami poblando toda su superficie de manera insistente. Pienso en Tati. Y en que mi sándwich de pan árabe no tiene amor. 

Todos habitamos el mismo espacio común. 
Un mismo preámbulo. 

(mucho más tarde, cuando la señora que dijo - Sí, Sol - se hubiera marchado del café, la camarera diría en voz alta al retirar las cosas de su mesa que se olvidó su tarjeta Sube y el carnet de la obra social)

15/11/13

Las chicas de Arsenal


Las chicas de Arsenal van a entrenar, pasan.
Visten uniformes relucientes.

Van duras e indiferentes, cruzando la sombra que deposita a sus pies el viaducto.
Se pierden en forma aislada por la tierra seca del conducto hasta sus profundidades voraces.
Cargan sus palos de hockey como elementos cotidianos, un accesorio más.

Entre vendedores
pasajeros que deambulan por las escalinatas,
se oye el sonido de los petardos
ruidos secos
expansivos
mortíferos para la auralidad del nicho oscuro,
ese que yace bajo la estructura de la estación de Sarandí.

Ese monstruo gigantesco,
formado por inmensas columnas
pintadas con colores de gestión alegre estridente.
Una especie de esqueleto de cetáceo que reposa lánguido,
aceptando el desplazamiento de las cansadas formaciones de trenes.

Resaltan en su superficie
las marcas de pisadas, golpes,
ruedas de skaters de los 90s y actuales.
Las marquitas que dejo en mis esperas por mi amor.

31/8/13

Profetas pesados


El miércoles 28 de este mes inauguró "Profecías pasadas" en Pasaje 17. Curada por Celina Marco, es la intervención del baño de mujeres de la galería. Los textos se basan en una selección de diferentes series de fotografías de Anatole (Rodrigo Salvador). El día de la inauguración Claudio Bidegain hizo una performance sobre la muestra llamada "Transmutación del recuerdo". 



Un panorama de lo intervenido.

Profecías pasadas





En aquellas primeras décadas la música solía estar acompañada por infantes. 
Vestían mamelucos bermellón, los peinaban con raya al medio inmaculada.
Repetían siempre un mismo paso coreográfico, 
luego se quedaban quietos amontonados en un rincón.

Una señora de inmensa y exuberante cabellera pasaba a retirarlos,
los metía uno a uno en una bolsa de consorcio para la congoja y decepción del público.

Ese recuerdo inauguró mis primeras tristezas,
el mismo tenor violento de los cascotes que emergían del techo de la casa de mis padres.
Corría cuán rápido me permitieran mis piernas para esquivarlos al cruzar el living 
hasta alcanzar mi habitación evitando los trazos de sangre 
aquellos que decoraran aleatoriamente mi espalda.

Mientras una cuadrilla pavimenta mi calle
repaso entre cada interrupción de la obra,
entre cada pasaje de silencio -respiro, también-,
mi cuaderno de apuntes con mis primeras tristezas.
  
Cubiertos de olor a hidrocarburos 
se propagan y expanden por mis sábanas
cubriendo mis manos de viscosidad. 
Mis dedos se aventuran en páginas en blanco
intentando apresurarse a adelantar un futuro lleno de grietas,
tapizado por una mezcla de hormigón caliente, 
tejido por la flota proletaria del ruido,
de las máquinas insolentes.

Bajo capas de asfalto resisten los baños portuarios primitivos 
donde mis noches de desvelo me llevaban a ciertos parajes estivales. 
Invitaba a marineros y pescadores por igual, 
entre copas que trastabillan y caen junto a la saliva indescifrable y los insultos copiosos,
para que se prestaran a explorar mi cuerpo vuelto residuo cívico, 
materia de testimonios orales distorsionados en cada nueva narración.

Me atraviesa el aviso profético del alemán de Camelle: 
“En mi sueño, el alquitrán entra en mí, se me pega en los huesos. 
Lo siento por todo el cuerpo. Seguirá llegando alquitrán hasta que no quede alquitrán en el mar, y cuando ya no llegue alquitrán, vendrá una ballena negra, muerta. 
Entonces la enterraré y todo habrá acabado para mí. Diré adiós”. 

Siento la nostálgica desaparición del mundo de Manfred Gnädinger y luego, años después, de su obra escultural, destrozada por un temporal que decidió llevarse toda su creación junto a la marea baja que deja su marca de sal y los recuerdos una ceniza.




1. Anatomía de una guerrera

Releo algunas anécdotas y siento el peso lejano de una angustia
que se traduce en otras, infinitas e incesantes mientras mi mente las embate.
Un yelmo pelado, repleto de heridas de disturbios ancestrales
que dejaron desnudo un heraldo con su soberana imagen
devenida criatura grotesca e incomprensible.
Una cota de malla deshilachada y empetrolada
con inscripciones adosadas aún visibles:

"En un campo de plata, un oso rampante de sable (negro) armado y linguado de gules (rojo). 
Al timbre, una corona de oro decorada con ocho florones del mismo metal, vistos cinco".   



El agua lavará tus pies pero jamás saciará tu sed. 





2. Maqueta de un cumpleaños
La memoria de las páginas -es prudente mencionarlo- pierden sentido
a medida que el asfalto se extiende y el atardecer está signado por la demora. 
El desvelo diurno se regocija en la exhibición obscena de situaciones,
nombres, apellidos, direcciones y un conjunto de coordenadas 
que estallan la cartografía de mi organismo. 
Intento escuchar esa vieja música de cumpleaños
que ponían mis tías en el cassette azul.
Veo las caras del grupo de niños repitiendo los pasos de baile
fosilizándose a cada segundo en un extremo de la casa. 
La señora atraviesa mis recuerdos subida a una topadora, 
empujando bolsas de consorcio desbordadas junto a mis memorias
traducidas en escombros y pedazos de tierra. 


 ¡Líbrate de tu raíces materiales, húndete en las aguas de Walden!


Instrucciones para el papel higiénico:

Pergamino económico para utilizar con descuidada moderación.
Reúna una cantidad significativa de recuerdos.
Si acaso encontrara su primera tristeza, triturarla en el papel bajo algún signo de escritura.
Retire su contenido memorial del recipiente.
Haga un bollo con el mismo durante unos segundos. 
Vuélquelo en el interior del inodoro.
No olvide presionar la cadena al despedirlo. 


Y algunos consejos escritos en los zócalos:

El silencio de las voces oficia como carril para recuerdos asfixiantes.

Todo atardecer es desamparo, refugio para un pasado temeroso.
Ansioso de cuerpos, sediento de tristezas. 


Finalmente, algunas fotos y un video de la performance de Claudio Bidegain que le dio cuerpo y voz a la dispersión de palabras e imágenes.





15/8/13

Poesías manuscritas

Recién curioseando por la web, encuentro mi poesía escaneada del Volumen IV de Poesía Manuscrita. Es un excelente recuerdo, un hermoso homenaje a resaltar.


3/8/13

Black Zodiac


Ensombrecidos por el tiempo, los maestros, como los recuerdos,  se mezclan
Y confunden,
                 y se apoltronan en los sillones de jardín, como un aire
Disperso, aire en la claridad de la nada.
¿Qué podríamos decirle a cada uno?
¿Cómo pueden ser tan claros y oscuros a la vez?
Nos sacan de quicio,
                             desaliñan las hojas de los árboles de agosto.
De pronto se detienen, abruptamente, como el viento.
Regresan las moscas y el calor:
                                        ¿qué podemos decirles?
Sólo el cielo es infinito.
Las moscas vuelven, y la tarde
Se estremece suavemente en sus verdes orillas
luego se asienta como peso muerto
Junto a nuestros recuerdos, y las gastadas bastillas de los maestros.

––––––

Los que buscan al Señor elevarán su plegaria en alabanza.
Quizá. Pero quizá no,
                                somos polvo y ceniza,
Algunos se alejarán sin aliento, algunos
Escucharán el camino de entrada con sus bocas
Donde los ponga el dolor, unos cuantos centímetros sobre el suelo.
Y algunos, por amor y profundo desdén
                                                lo injuriarán.
Como un eclipse las puertas de la misericordia nos ensombrecen
  por dentro.
Hileras de tumbas reafirman nuestros pasos,
                                                          la humedad de agosto

Resplandece como el aura de nuestro cuerpo.
Y algunos pronunciarán las palabras,
                                                hablando en miedo y lenguas,
Odiando sus vestiduras manchadas por la carne.
Esos son los afortunados, los ninguneados, los dos veces borrados.

–––––

Dante y Juan Crisóstomo
Pudieran esta tarde encontrar una carta estelar,
Una guía para el peregrino...
                                      Quizá tú también
Bajo el amarillento esbozo de la luna menguante,
Nubes cinglando cielo abajo como una narración para la incertidumbre,
Lo que no ha sucedido que está por suceder
Ocultándose todavía tras las estrellas,
                                                agosto 31, 1995...
La vida después de la vida de los insectos, graffiti del espacio,
  hoyos blancos
En el paisaje,
                  tales cosas, avenidas que conducen al polvo
Y cuidan de nuestro dolor.
Cielo azul, azul de infinito, azules
                                           aguas sobre la tierra:
¿Por qué las grandes historias ocurren siempre en el pasado?

––––––-

La vida sin examinar no es distinta a
                                                 una vida examinada.
Preguntas sin respuestas, comentarios sin importancia,
Teoremas por probar, argumentos ya sin interés,
Hay que escribirlo todo:
El paisaje, las marinas, lo que dure la luz sobre los siempreverdes,
La orilla oscura de la noche,
                               tienes que escribirlo.
El pañuelo de la memoria, el sueño de la muerte y el automóvil,

El sueño de Dios,
                        aún debes escribirlo,
Luna medio vacía, luna medio llena,
Noche sin estrellas y sin yo, noche negra de sangre y oscura plegaria,
Araña hilando entre los setos,
Última llamada del ave,
                            sapo en sitio húmedo, rana de árbol en lo seco...

––––––

Nos vamos a nuestras tumbas con sentimientos triviales,
Satisfacciones heredadas, con sólo la mitad del alma,
                                              cartas estelares ya sin atracción.
Nos vamos en nuestro mejor traje. Los pájaros vuelan. Las nubes pasan.
Seguros de nuestro frío e intocables,
                                              pero sin abrigar el mal.
Ningún apetito en armonía con el rencor de la escisión,
                                              vivimos fuera de aquí y somos dulce carne.
Calígrafos de lo incorpóreo, custodios de la palabra de Dios,
¿Qué letras iluminaremos?
Sobre nosotros, la atmósfera,
La nada que está en ninguna parte, sin discutir, espera una señal
          y llama.
Por encima de nosotros, las grandes constelaciones se recogen y ocultan,
Las letras resplandecen, se acercan,
Tu X y mi X.
                 Las letras resplandecen, se aproximan.

––––––-

Evasores de la memoria, sueño nocturno de invernadero,
Espíritu de deslices y silencios,
                                       Mano Invisible,
Da testimonio y avanza.
Señores de lo discontinuo, señores de los pequeños gestos,
Socórranme en mi esfuerzo y sálvenme...

Toda la tarde la lluvia lloviendo en mi mente,
Y en los jardines y la orquídea enana.
                                               Toda la tarde
El lexicón del verano tardío ha revisado sus páginas
Bajo la lluvia,
                 abstrayendo la palabra necesaria.
El otoño está sobre nosotros.
La lluvia llena nuestros angostos lechos.
La descripción es un elemento, como el aire o el agua.
                                                                    Eso es la palabra.


Charles Wright, Zodíaco negro (1998)

5/7/13

Moléculas del temporal


Hoy, quizás la afección que deja en mí el lánguido temporal
con su misterio que jamás podrá ser leído entre las líneas de la niebla,
mi organismo se siente degenerado -o fagocitado- por la incertidumbre.

Las tendencias del ocio a las que suscribo y me declaro
ciertamente
un adepto inerte que cuelga como moco viscoso,
sujeto al néctar del genital tecnológico.

Nuevamente
debo reconsiderarlo,
cuestionarlo sin más.

Insisto:
debo gestar esa puesta en movimiento en virtud del acto poético, la acción poética,
aunque tales cosas suenen de un modo horrible, aún expresan más de lo que dejaron de hacer.

Considerar esos pocos seres humanos que aún logran asombrarme y generan mi atención
con sus producciones, sus palabras, sus improvisaciones, sus creaciones, sus latidos.
Sostener en el tiempo el estado más apto para amar y ser amado,
ser más pretencioso, sin considerarlo un error o una vía equivocada.

Dejar que la naturaleza se apropie de lo que es suyo -todo-
y darle un beso en la frente sin antes solicitarle su bendición. 
Para toda causa, que es la misma pero todo lo reúne como sustancias. 

27/5/13

Salvajismos



Curiosamente, vivimos ese momento como un desparramo brutal de cariño. 
Durante algunos instantes cobró dimensiones en las cuales la pasión -o la inconmensurable sensación de placer mutuo- dejó de ser una guía confiable y el deseo optó por dejar marcas, rutas en su piel con formas definidas de tal forma que podría reconstruirse la situación con detalles.

Como un curador practicante ejerciendo su rito de sanación, cubrí esas zonas con merthiolate rociándolo de a poco, viendo cómo caía sobre su cuerpo y se hacían charcos mientras escurría algodón para absorber el excedente.

Deslicé mi boca con leves rastros de alcohol hasta cubrir todas las señales dejadas por mis uñas largas y desprolijas para mantener su cuerpo libre de riesgos, infecciones, insectos y demonios.
Cualquier amenaza. 

Intenté retomar luego del rito las caricias nuevamente. La suavidad de las manos y su ligereza.
Y cuidarla, como promesa inconfundible del decálogo mental de un pupilo obediente, leal a sus creencias frescas, recién bienvenidas.  

11/4/13

Saguenay



El combate duró aproximadamente una semana,
quizás dos sin tomar consecuencias severas sobre ello.

Entre la furia propia y el anhelo de sangre de los enemigos -mucho más numerosos-,
destinaba para mi interior todo el café posible contaminado de cigarro
para vislumbrar la mejor estrategia posible.
Que los aliados nunca se quebraran.

Dominar un lago con una flota imponente
o destrozar los puertos con artillería pesada pero efectiva.
Caballerías y soldados a pie embestiendo la furia de los imperios
de colonias mal construidas y con el sólo propósito de mantenerme en pie
con mis aliados suplicando claudicar el combate.

Una buena ciudad amurallada.
Un ejército en sus afueras provisto de variedad y cantidad hombres
resguardando zonas críticas.
Una buena economía de colonos productores
y una fábrica productora de madera.

El efecto devastador es instantáneo.
Los cigarrillos se consumen más pronto que el café tibio.
Mi conquistador ruso proclamado victorioso entre caídas y levantamientos
con los mejores puestos comerciales, las mejores aldeas indígenas.

Salir a la calle es difícil cuando todo tu imperio no puede terminar una batalla
y esa batalla se llama Saguenay.

Vos sos tan cobarde como tu conquistador,
impedido para salir a esas tierras que llevan siglos de sangre y muerte.

Ellas necesitan de un caballero pacificador
pleno de energía, vital
y con la mente clara y precisa.
El corazón dispuesto a amar y cuidar.

Saguenay, una pausa al planteo sobre la vida
entre los ruidos de destacamentos
y civilizaciones desmoronándose trágicamente.

Hacia el mundo paralelo, el más real de los visibles,
el campo de batalla más infranqueable a atravesar.

22/3/13

Todo silencio




Querida Liliana

A propósito de todo silencio

que en otro sentido también es todo ceguera:  

Alguna luz ilumina metálicamente

las páginas de vidrio de presentes y futuros libros.

Libros inciertos,

sin el aliento de los folios al hojearse,
sin la caricia simbólica del cuño de plomo en la retina,
letras ausentes de todo reposo en las pupilas.

Sepultada la muerte,

Desfallecen el juego, el tiempo y la memoria;
y la catódica luz se extiende hasta la ceguera.

Sólo los dioses saben si alguna forma se ordenará tras ella.


Desde hace tiempo vengo hablando de la peste.

Rodeados de una mirada ausente,
registramos el horror como un fenómeno de información efímera
y el consuelo se acerca con el olvido en la imagen siguiente.

No hay detención.

El horror no es real,
sólo imagen y no sucede.
El horror no tiene tiempo.
Ya fue.

Es descartable,

lamentablemente los protagonistas de ese horror somos nosotros mismos
y nos corresponden los mismos atributos de intemporalidad y
descartabilidad.

Hemos perdido el cuerpo,

extrañamente en el mismo momento en que todo
es imagen del cuerpo.

Este malestar, esta angustia, hace que

a veces toda expresión no sea más que un epitafio,
un hecho arqueológico
que en tiempo presente pretenda un registro de esperanza.

Texto de Fernando Fazzolari dedicado a Liliana Maresca. El mismo fue prólogo de su muestra "Todo silencio".