Mostrando las entradas con la etiqueta Distopías. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Distopías. Mostrar todas las entradas

28/7/16

Parque industrial

Me dijeron que le preguntara a Zurita y una tarde lo hice.

El predio abandonado seguía ahí.
Un cartel apenas legible: parque industrial.
El óxido se desangraba sobre el relieve de las letras
que a su vez formaban otra capa sobre la chapa,
era como un efecto de photoshop entre bollos y piedrazos.

A veces pasaban caballos, lagartos, teros y humanos.
Entre la basura seguía creciendo el pastizal,
algún árbol considerable que terminaría en un proyecto,
en un posible ascenso de la naturaleza sobre la planicie de la ruta.

Zurita nunca me respondió. Estaba fumando en la parada bajo el puente.
Nunca alcanzó a escucharme. No tenía vocación para eso.
Pitaba y miraba el humo que emergía de una parrilla.

Ese verano la brigada contra incendios no paró de putear fuegos controlados.

14/9/15

Mitre


Las gomas de auto que explotan como pochoclo, estranguladas sobre las caderas de los palos borrachos. Robustos, punzantes. Consumen los cordones y el pavimento. Beben del calor del pasto sobre una avenida. Una avenida derretida, bacheada.

Manoseada por peatones y automovilistas. Bañada por ilusiones ópticas, sangre y el hedor de la noche.

7/1/15

El patriarcado vaquero del futuro



Haber cursado recientemente una materia llamada “Arte, estado y política” que proponía en su currícula el análisis de la propaganda del New Deal, y en mi caso específico, un parcial sobre Pare Lorentz y la política de Estado de Franklin D. Roosevelt, me permite sentir que cierta basura audiovisual tiene sentido para causas futuras. O bien, para películas de un futuro (obviamente apocalíptico) crudo. Escaso de agua. Contextualizo en base a lo que escribí en instancias académicas sobre esta referencia inicial:

“En tanto, el realizador Pare Lorentz filmó en el marco de una gran ola de producción fotográfica y literaria que buscaba sentar las asperezas de la depresión de los 30's con la “pérdida” como uno de sus tópicos narrativos de protesta social. “La continuidad de pérdida de tierra y agua se destacó por la devolución de las Grandes Llanuras en tormentas de arena”, remarca Terry Cooney, refiriendo al típico lamento ante el desperdicio de la mayor riqueza del continente americano: las tierras agrícolas. Roosvelt convocó al cineasta durante el primer New Deal para su programa de la FSA. Allí realiza “El arado que labró las llanuras” (1936), un proyecto documental que líricamente expone las tormentas de arena -Dust Bowl- que arrasaron y erosionaron el suelo de la zona central de Estados Unidos en la década del 30. A través de la composición de imágenes envueltas por la desolación, el sol y el viento, una voz en off sitúa al espectador desde el prólogo, declamando que “este es un registro de la tierra…”, un documental dotado de verosimilitud del contexto histórico que representa, potenciado por su realismo visual. Dividido en ocho capítulos, repasa visualmente los diferentes estadíos del territorio que va desde la frontera con Canadá hasta Texas. El recorrido de las imágenes, apoyado por la narración, exhibe tierras inicialmente cubiertas por pasto que luego se convertirían en el “paraíso del ganado”, permitiendo la llegada del ferrocarril a las Grandes Llanuras. A su vez, eso dio paso a la llegada de nuevas poblaciones de colonos “que harían el arado a su propio riesgo”, enfrentando las épocas de sequía. La llegada de la Primera Guerra Mundial fue para los colonos una panacea: la exportación masiva de trigo a los países aliados fue una nueva esperanza que dio trabajo y nueva maquinaria, bajo el lema de que “El mundo era nuestro mercado”. Sin embargo, hacia 1933 las tierras volvieron a ser las iniciales, cubiertas por pasto. La devastación llegó con la peor sequía de la tierra, y Lorentz documentó la miseria de los colonos desprovistos de esperanzas. Las Grandes Llanuras, con el viento y el sol como protagonistas, fueron testigos de uno de los “capítulos más trágicos de la agricultura estadounidense”. Como señala Cooney, esta propaganda auspiciada por el New Deal también respondía a la acción estatal a través del programa CCC, que dio trabajo a los “parados” con la creación de un manto conservacionista, plantando árboles como protección contra el viento de los llanos. La propaganda en “El arado…” educaba a la población sobre el uso consciente, equilibrado y racional de la tierra, elogiando los planes de la administración Roosevelt para mejorar la situación de los agrícolas”.

“Young ones” –y no “The young ones”, que fue una serie británica de los 80’s- dispone un western situado en un futuro no tan lejano, con ciertas referencias tecnológicas que si bien puede que nunca se realicen –véase la nota “Volver del futuro”- nos demuestran que efectivamente no están en el 2015. Ernest Holm es el pilar del patriarcado, con su rifle montado sobre la camisa llena de tierra seca y una mirada Clint Eastwood aún verde, sin el componente cautivante. Un hombre rústico, con una obstinación dañina que hasta se torna optimista, y eso trata de inspirar a sus hijos, Jerome y Mary. 

Durante la película la sensación que abunda y que su director Jake Paltrow transmite hasta erosionar la vista del espectador, es la sequía. También la sed. Esa última, es el culo de la cuestión, donde centralizará su atención por el ansia de venganza, un motivo recurrente en materia de westerns. Pero esencialmente del espectador, que prácticamente esperará eso hasta el final, depositando el voto en las manos de quizás el único que pueda hacerlo: Jerome.

La película, como el documental de Lorentz, está divida en capítulos. Cada uno propone de manea lineal seguir la película centrada en alguno de sus protagonistas. Tienen su turno el inmutable Ernest Holm así como Jerome y el novio de Mary, Flem Lever. Los personajes miran ese desierto distópico del mismo modo que podría hacerlo Mad Max, por las mismas razones pero con menos locura y violencia. Las ambiciones son el punto de diversidad, así como la sensibilidad en esa ciencia ficción a veces pasteurizada por el olor a tierra seca, repleta de Dust Bowl. 

La dureza del suelo, el polvo recorriendo el escenario. Robots que parecen salir de chatarreros de Jawas de Star Wars, que apenas tienen alguna mejoría respecto a un animal de carga: la caja negra. “Young ones” no se esmera por demostrar innovaciones tecnológicas, avances científicos, médicos ni de ningún tipo. Simplemente se entierra en una cuestión que forma parte del futuro mundial como lo es la sequía pero que, sin hacer grandes hallazgos, algo que en los 30’s Lorentz ya había trabajado visualmente con el mismo fin sensibilizador: la aspereza desintegradora. Esto es un western para ser visto en tiempos en los que el petróleo sigue siendo el recurso no renovable más importante. Es una historia que no posee amor. Sólo admiración, legado, rivalidad, propiedades privadas, tierras fértiles llenas de grietas por la sequía y venganzas. 

Gente linda, elegantemente sucia con polvo. Algo que puede sustraerse y quitarse con alguna mejora de conductos y canales de agua estatales. Una belleza de ojos claros y cabellos rubios Ingalls con el mismo vestuario de ocasión. Con el antes y el después del crecimiento agrícola revestido en camisas nuevas, cuerpos limpios entre la cosecha de trigo.

Tal vez me haya atraído la representación de esas tierras, ese comercio de trueque que va de alcohol, alimentos a bebés, esos personajes white trash depositados en una tierra sin mucho para dar más que alguna esperanza, alguna distracción como hacer dibujos en la soledad, retratar a alguna chica con la oreja sobresaliendo del cabello lacio y oscuro; apuestas con palomas pintadas a mano; reuniones en una pileta de cemento vacía y noches oscuras y cálidas. 

No hay grandes hallazgos, sólo pequeñas grandes escenas encerradas en capítulos. Una mezcla de sabores y referencias fílmicas, y un paisaje cautivante. Ascensos económicos y sociales quedan también como anécdotas, así como Mary lavando los platos con tierra seca. O como dos hombres deshidratados y sin fuerzas para moverse, en una larga tensión entre rocas y un paraje que podría ser el planeta de Tatooine, toman whisky hasta bañarse con él y lanzártelo en tu cara como una escupida mezclada con sangre y olor a tabaco.

2/9/14

Degollados


Decapitación y filtración de naked selfies de celebridades de Estados Unidos. 

Decapitación y Ice bucket challenge de George Bush.


9/4/14

Thank you for smoking



Algunos puntos a refrescar previo a narrar una secuencia.

Lanzo algunas cuestiones para tener en cuenta (en el ahora) para disponer de las incongruencias del mercado / estado / mundo / universo humano. Quizás en los años venideros algún sociólogo o antropólogo se tope con los restos de lo que fuera este blog -o lo que considero desde hace años mi blog- y pueda hacer una reconstrucción para algún trabajo sobre residuos en la web. Obviamente, sería presumir demasiado si insinuara que esto puede generar atención ante una revisión historiográfíca, o sería sobrevalorar las incoherencias de la situación. 

Período final y mediocre de la década gangrenada. Un día antes de un paro general que sitúa dos polos fuertes en sus afirmaciones y posturas, agrupaciones de izquierda, gremios, sindicatos y en fin, empresarios, contra el gobierno e instituciones del estado nacional, sindicatos afines y entidades varias. En el medio de estas negociaciones de poder, resplandece la incertidumbre que no sólo se activa para la clase media argentina; atrapa todo un abanico con forma de ventilador que sacude los vestidos alargados llenos de sudor de la muestra de fin de año de un taller de baile flamenco. 

En esas redes de lógicas perversas, me comenta uno de los chicos que atiende el minimercado de YPF -la más próxima a mi casa- que él y sus compañeros tienen que ir a trabajar a pesar del paro para no perder el presentismo, aunque la estación va a estar cerrada porque los playeros forman parte de otro sindicato que sí adhiere al paro. 

En esa charla, que si bien fue breve pero me informó de ciertos actos de linchamiento simbólico, me entero con la presencia de Hugo ya en el diálogo -vecino devenido carpintero que trabaja en el taller al lado de mi casa- de la siguiente gestión logística llevada a cabo por los comerciantes de la zona.

Desde el año pasado los comerciantes del conurbano de Buenos Aires llegaron a un acuerdo respecto a los cigarrillos por sus aumentos y el poco beneficio económico que les da su venta. Este acuerdo los lleva a vender un paquete de cigarrillos a dos pesos más del precio oficial, aproximadamente. Eso es un denominador común en cualquier kiosco o mercado que se desprenda de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (y hasta quizás en sus tenebrosas periferias) que sólo tiene un amparo o un pulmón auxiliar de reparo para los fumadores que son las estaciones de servicio, las cuales los venden al precio oficial, como es el caso de la estación YPF desde donde surge este relato.

El cajero dice que el encargado del minimercado puso un tope de cinco paquetes de cigarros a los comerciantes de la zona que tienen la práctica de comprar en la estación para luego venderlos en sus comercios al precio que indiqué antes. Entre ellos están los chinos del supermercado como los argentinos de los kioscos de la zona. Al parecer, es un recurso muy utilizado para evitar comprar al por mayor, superando ciertas trabas y obteniendo mejores ganancias. 

Eso me recordó a la tarifa de recargo variable que rige tanto para celulares de cualquier compañía como para la tarjeta SUBE. Si bien esto sucede en todos los locales del conurbano (exceptuando lugares de servicio estatal como el Correo Argentino, las boleterías de tren y la mayoría de las agencias de Quiniela), también acontece en Capital Federal.

A modo de cierre de este relato quisiera agregar que debería dejar de fumar en el corto plazo tal como me había programado con fecha límite incumplida para el 20 de enero. Además, debería llevar mis adicciones piromaníacas al ejercicio exhaustivo y placentero de la quema de comercios varios, desintegrar organismos y bacterias estatales y relacionarme con temas que aporten a la integridad animal a la cual aspiro para practicar sexo grupal con pingüinos y gorilas de igual modo.

Y está bueno recordar una película como "Thank you for smoking", by the way.

27/11/13

Satélites espías


El paranoico copado con las señales enviadas por el Zenit.
Después se mete en GoogleMap a ver su propia terraza.

Desde su ventana, autopistas cruzándose a la altura de su comedor.
Miles de autos, camiones y colectivos que pasan
se pierden en una llovizna infinita.

El paranoico copado con las señales enviadas por el Zenit, teme.
Piensa cautelosamente cuando tiene que aprobar una foto donde fue etiquetado en Facebook.

15/11/13

Las chicas de Arsenal


Las chicas de Arsenal van a entrenar, pasan.
Visten uniformes relucientes.

Van duras e indiferentes, cruzando la sombra que deposita a sus pies el viaducto.
Se pierden en forma aislada por la tierra seca del conducto hasta sus profundidades voraces.
Cargan sus palos de hockey como elementos cotidianos, un accesorio más.

Entre vendedores
pasajeros que deambulan por las escalinatas,
se oye el sonido de los petardos
ruidos secos
expansivos
mortíferos para la auralidad del nicho oscuro,
ese que yace bajo la estructura de la estación de Sarandí.

Ese monstruo gigantesco,
formado por inmensas columnas
pintadas con colores de gestión alegre estridente.
Una especie de esqueleto de cetáceo que reposa lánguido,
aceptando el desplazamiento de las cansadas formaciones de trenes.

Resaltan en su superficie
las marcas de pisadas, golpes,
ruedas de skaters de los 90s y actuales.
Las marquitas que dejo en mis esperas por mi amor.

25/1/13

El certificado de defunción del líquido





En aquel futuro, cuando dejes de soñar con agua,
abandones por completo tus inundaciones y pesadillas líquidas,
se extenderán por toda la Tierra enormes planicies desérticas y áridas. 
Estériles como corazón de guerrero convaleciente.

Emergerán gigantescos mega hoteles mil estrellas,
casinos poblados por luces convulsionantes,
música random de algún Dj set preparado décadas atrás para tal propósito.

La totalidad del planeta será Las Vegas.

Estaremos perdidos en el tiempo,
el lugar será infinita y pesadamente igual.

No habrá diferencia entre noche y día.
Las yararás controlarán las rutas.
La única clase obrera será el croupier.
La divisa que regirá al mundo será una ficha de plástico blanca.