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10/3/16

Ambush Bug

Deadpool dejó su marca. Confío en cierto cierre anticipado al éxtasis de transposiciones a modo franquicia de la industria Marvel (que tiene décadas aseguradas de inversión y desarrollo). Acá una deformidad del género, un pequeño abrazo a Ambush Bug y los hoyos negros en los comics de héroes y anti héroes, mutantes malos, buenos y marginales.





7/1/15

El patriarcado vaquero del futuro



Haber cursado recientemente una materia llamada “Arte, estado y política” que proponía en su currícula el análisis de la propaganda del New Deal, y en mi caso específico, un parcial sobre Pare Lorentz y la política de Estado de Franklin D. Roosevelt, me permite sentir que cierta basura audiovisual tiene sentido para causas futuras. O bien, para películas de un futuro (obviamente apocalíptico) crudo. Escaso de agua. Contextualizo en base a lo que escribí en instancias académicas sobre esta referencia inicial:

“En tanto, el realizador Pare Lorentz filmó en el marco de una gran ola de producción fotográfica y literaria que buscaba sentar las asperezas de la depresión de los 30's con la “pérdida” como uno de sus tópicos narrativos de protesta social. “La continuidad de pérdida de tierra y agua se destacó por la devolución de las Grandes Llanuras en tormentas de arena”, remarca Terry Cooney, refiriendo al típico lamento ante el desperdicio de la mayor riqueza del continente americano: las tierras agrícolas. Roosvelt convocó al cineasta durante el primer New Deal para su programa de la FSA. Allí realiza “El arado que labró las llanuras” (1936), un proyecto documental que líricamente expone las tormentas de arena -Dust Bowl- que arrasaron y erosionaron el suelo de la zona central de Estados Unidos en la década del 30. A través de la composición de imágenes envueltas por la desolación, el sol y el viento, una voz en off sitúa al espectador desde el prólogo, declamando que “este es un registro de la tierra…”, un documental dotado de verosimilitud del contexto histórico que representa, potenciado por su realismo visual. Dividido en ocho capítulos, repasa visualmente los diferentes estadíos del territorio que va desde la frontera con Canadá hasta Texas. El recorrido de las imágenes, apoyado por la narración, exhibe tierras inicialmente cubiertas por pasto que luego se convertirían en el “paraíso del ganado”, permitiendo la llegada del ferrocarril a las Grandes Llanuras. A su vez, eso dio paso a la llegada de nuevas poblaciones de colonos “que harían el arado a su propio riesgo”, enfrentando las épocas de sequía. La llegada de la Primera Guerra Mundial fue para los colonos una panacea: la exportación masiva de trigo a los países aliados fue una nueva esperanza que dio trabajo y nueva maquinaria, bajo el lema de que “El mundo era nuestro mercado”. Sin embargo, hacia 1933 las tierras volvieron a ser las iniciales, cubiertas por pasto. La devastación llegó con la peor sequía de la tierra, y Lorentz documentó la miseria de los colonos desprovistos de esperanzas. Las Grandes Llanuras, con el viento y el sol como protagonistas, fueron testigos de uno de los “capítulos más trágicos de la agricultura estadounidense”. Como señala Cooney, esta propaganda auspiciada por el New Deal también respondía a la acción estatal a través del programa CCC, que dio trabajo a los “parados” con la creación de un manto conservacionista, plantando árboles como protección contra el viento de los llanos. La propaganda en “El arado…” educaba a la población sobre el uso consciente, equilibrado y racional de la tierra, elogiando los planes de la administración Roosevelt para mejorar la situación de los agrícolas”.

“Young ones” –y no “The young ones”, que fue una serie británica de los 80’s- dispone un western situado en un futuro no tan lejano, con ciertas referencias tecnológicas que si bien puede que nunca se realicen –véase la nota “Volver del futuro”- nos demuestran que efectivamente no están en el 2015. Ernest Holm es el pilar del patriarcado, con su rifle montado sobre la camisa llena de tierra seca y una mirada Clint Eastwood aún verde, sin el componente cautivante. Un hombre rústico, con una obstinación dañina que hasta se torna optimista, y eso trata de inspirar a sus hijos, Jerome y Mary. 

Durante la película la sensación que abunda y que su director Jake Paltrow transmite hasta erosionar la vista del espectador, es la sequía. También la sed. Esa última, es el culo de la cuestión, donde centralizará su atención por el ansia de venganza, un motivo recurrente en materia de westerns. Pero esencialmente del espectador, que prácticamente esperará eso hasta el final, depositando el voto en las manos de quizás el único que pueda hacerlo: Jerome.

La película, como el documental de Lorentz, está divida en capítulos. Cada uno propone de manea lineal seguir la película centrada en alguno de sus protagonistas. Tienen su turno el inmutable Ernest Holm así como Jerome y el novio de Mary, Flem Lever. Los personajes miran ese desierto distópico del mismo modo que podría hacerlo Mad Max, por las mismas razones pero con menos locura y violencia. Las ambiciones son el punto de diversidad, así como la sensibilidad en esa ciencia ficción a veces pasteurizada por el olor a tierra seca, repleta de Dust Bowl. 

La dureza del suelo, el polvo recorriendo el escenario. Robots que parecen salir de chatarreros de Jawas de Star Wars, que apenas tienen alguna mejoría respecto a un animal de carga: la caja negra. “Young ones” no se esmera por demostrar innovaciones tecnológicas, avances científicos, médicos ni de ningún tipo. Simplemente se entierra en una cuestión que forma parte del futuro mundial como lo es la sequía pero que, sin hacer grandes hallazgos, algo que en los 30’s Lorentz ya había trabajado visualmente con el mismo fin sensibilizador: la aspereza desintegradora. Esto es un western para ser visto en tiempos en los que el petróleo sigue siendo el recurso no renovable más importante. Es una historia que no posee amor. Sólo admiración, legado, rivalidad, propiedades privadas, tierras fértiles llenas de grietas por la sequía y venganzas. 

Gente linda, elegantemente sucia con polvo. Algo que puede sustraerse y quitarse con alguna mejora de conductos y canales de agua estatales. Una belleza de ojos claros y cabellos rubios Ingalls con el mismo vestuario de ocasión. Con el antes y el después del crecimiento agrícola revestido en camisas nuevas, cuerpos limpios entre la cosecha de trigo.

Tal vez me haya atraído la representación de esas tierras, ese comercio de trueque que va de alcohol, alimentos a bebés, esos personajes white trash depositados en una tierra sin mucho para dar más que alguna esperanza, alguna distracción como hacer dibujos en la soledad, retratar a alguna chica con la oreja sobresaliendo del cabello lacio y oscuro; apuestas con palomas pintadas a mano; reuniones en una pileta de cemento vacía y noches oscuras y cálidas. 

No hay grandes hallazgos, sólo pequeñas grandes escenas encerradas en capítulos. Una mezcla de sabores y referencias fílmicas, y un paisaje cautivante. Ascensos económicos y sociales quedan también como anécdotas, así como Mary lavando los platos con tierra seca. O como dos hombres deshidratados y sin fuerzas para moverse, en una larga tensión entre rocas y un paraje que podría ser el planeta de Tatooine, toman whisky hasta bañarse con él y lanzártelo en tu cara como una escupida mezclada con sangre y olor a tabaco.

29/9/14

Curadurías

Agradezco lo involuntario de este acontecimiento. 

La semana pasada hice mi primer trabajo de curador al exponer en una vitrina para un stand una serie de objetos inanimados: diarios, folletos y volantes. Me hace cosquillas la emoción cuando veo que sigue estando en el pasillo, oculto en un rincón con algunas de las obras caídas. Otras permanecen de pie, como una corte en pose para un retrato que jamás tendrá ocasión. 

Una distinción, un reconocimiento al trabajo. 







20/12/13

Paradise Alley


Durante la mañana de hoy estuve caminando por Avenida Mitre, las cuadras previas al Viaducto de Sarandí. Pasé dos locales que parecían cerrados salvando algún guiño de marketing barrial. 
Todos los signos armaban un puzzle con la imagen de desierto urbano: calor, suciedad y organismos invisibles.

De repente, olor.
Una inmensa burbuja de olor que me capturó en su interior para que la olfateara con mayor precisión. 
Podredumbre. 
Una fragancia vil que parecía emerger del contaminado canal Sarandí, condensada en el sopor del aire de estos días de calor. Avanzando algunos metros el olor se hacía más fuerte y podía distinguirse mejor. Era algo muerto. Un perro quizás. Un animal. 
Animales. Personas. Algo. 

Totalmente podrido, desprendía su fragancia póstuma, fermentada, expandida y empecinada en hacerse notar en su totalidad inmunda. 

Ahí recordé "Paradise Alley" (Callejón del Paraíso), un libro que compré a un precio de saldo inverosímil en un puesto de Plaza Italia. Mi lectura de viaje en la que descubro una prosa romántica y descriptiva por parte de Sylvester Gardenzio Stallone, su autor. 

El olor a podrido de los perros muertos de Hell's Kitchen, el barrio de New York donde transcurre la historia en el caluroso verano de 1946. El hedor, la suciedad. Los cadáveres de animales que se pudren, los viejos que piden a gritos desde sus ventanas a los niños que juegan en los callejones que los saquen de ahí antes de que sean peste en el aire. Que se conviertan en retazos diluidos en los pliegues del río, sobras para mojarras. 

Pequeños descubrimientos, rarezas elaboradas en 1978 para sorprender al curioso en el futuro, entre olores nauseabundos, calor y un paisaje poco alentador. Sentir en el aire la prosa que poco después quedaría inmortalizada en películas como RockyParadise Alley.

31/8/13

Profetas pesados


El miércoles 28 de este mes inauguró "Profecías pasadas" en Pasaje 17. Curada por Celina Marco, es la intervención del baño de mujeres de la galería. Los textos se basan en una selección de diferentes series de fotografías de Anatole (Rodrigo Salvador). El día de la inauguración Claudio Bidegain hizo una performance sobre la muestra llamada "Transmutación del recuerdo". 



Un panorama de lo intervenido.

Profecías pasadas





En aquellas primeras décadas la música solía estar acompañada por infantes. 
Vestían mamelucos bermellón, los peinaban con raya al medio inmaculada.
Repetían siempre un mismo paso coreográfico, 
luego se quedaban quietos amontonados en un rincón.

Una señora de inmensa y exuberante cabellera pasaba a retirarlos,
los metía uno a uno en una bolsa de consorcio para la congoja y decepción del público.

Ese recuerdo inauguró mis primeras tristezas,
el mismo tenor violento de los cascotes que emergían del techo de la casa de mis padres.
Corría cuán rápido me permitieran mis piernas para esquivarlos al cruzar el living 
hasta alcanzar mi habitación evitando los trazos de sangre 
aquellos que decoraran aleatoriamente mi espalda.

Mientras una cuadrilla pavimenta mi calle
repaso entre cada interrupción de la obra,
entre cada pasaje de silencio -respiro, también-,
mi cuaderno de apuntes con mis primeras tristezas.
  
Cubiertos de olor a hidrocarburos 
se propagan y expanden por mis sábanas
cubriendo mis manos de viscosidad. 
Mis dedos se aventuran en páginas en blanco
intentando apresurarse a adelantar un futuro lleno de grietas,
tapizado por una mezcla de hormigón caliente, 
tejido por la flota proletaria del ruido,
de las máquinas insolentes.

Bajo capas de asfalto resisten los baños portuarios primitivos 
donde mis noches de desvelo me llevaban a ciertos parajes estivales. 
Invitaba a marineros y pescadores por igual, 
entre copas que trastabillan y caen junto a la saliva indescifrable y los insultos copiosos,
para que se prestaran a explorar mi cuerpo vuelto residuo cívico, 
materia de testimonios orales distorsionados en cada nueva narración.

Me atraviesa el aviso profético del alemán de Camelle: 
“En mi sueño, el alquitrán entra en mí, se me pega en los huesos. 
Lo siento por todo el cuerpo. Seguirá llegando alquitrán hasta que no quede alquitrán en el mar, y cuando ya no llegue alquitrán, vendrá una ballena negra, muerta. 
Entonces la enterraré y todo habrá acabado para mí. Diré adiós”. 

Siento la nostálgica desaparición del mundo de Manfred Gnädinger y luego, años después, de su obra escultural, destrozada por un temporal que decidió llevarse toda su creación junto a la marea baja que deja su marca de sal y los recuerdos una ceniza.




1. Anatomía de una guerrera

Releo algunas anécdotas y siento el peso lejano de una angustia
que se traduce en otras, infinitas e incesantes mientras mi mente las embate.
Un yelmo pelado, repleto de heridas de disturbios ancestrales
que dejaron desnudo un heraldo con su soberana imagen
devenida criatura grotesca e incomprensible.
Una cota de malla deshilachada y empetrolada
con inscripciones adosadas aún visibles:

"En un campo de plata, un oso rampante de sable (negro) armado y linguado de gules (rojo). 
Al timbre, una corona de oro decorada con ocho florones del mismo metal, vistos cinco".   



El agua lavará tus pies pero jamás saciará tu sed. 





2. Maqueta de un cumpleaños
La memoria de las páginas -es prudente mencionarlo- pierden sentido
a medida que el asfalto se extiende y el atardecer está signado por la demora. 
El desvelo diurno se regocija en la exhibición obscena de situaciones,
nombres, apellidos, direcciones y un conjunto de coordenadas 
que estallan la cartografía de mi organismo. 
Intento escuchar esa vieja música de cumpleaños
que ponían mis tías en el cassette azul.
Veo las caras del grupo de niños repitiendo los pasos de baile
fosilizándose a cada segundo en un extremo de la casa. 
La señora atraviesa mis recuerdos subida a una topadora, 
empujando bolsas de consorcio desbordadas junto a mis memorias
traducidas en escombros y pedazos de tierra. 


 ¡Líbrate de tu raíces materiales, húndete en las aguas de Walden!


Instrucciones para el papel higiénico:

Pergamino económico para utilizar con descuidada moderación.
Reúna una cantidad significativa de recuerdos.
Si acaso encontrara su primera tristeza, triturarla en el papel bajo algún signo de escritura.
Retire su contenido memorial del recipiente.
Haga un bollo con el mismo durante unos segundos. 
Vuélquelo en el interior del inodoro.
No olvide presionar la cadena al despedirlo. 


Y algunos consejos escritos en los zócalos:

El silencio de las voces oficia como carril para recuerdos asfixiantes.

Todo atardecer es desamparo, refugio para un pasado temeroso.
Ansioso de cuerpos, sediento de tristezas. 


Finalmente, algunas fotos y un video de la performance de Claudio Bidegain que le dio cuerpo y voz a la dispersión de palabras e imágenes.





21/5/13

Porno virus




El terror es una puesta bellísima llena de bacterias y microorganismos funcionales a un mercado, a una población hambrienta de sujetos. También es una respuesta a una demanda más exquisita, detallada, precisa. La insatisfacción frente a una fuente desbordada de recursos de placer y estímulos inmediatos. La creación de nuevas formas de parafilia para complacer al cliente.  

Un consumo pornográfico que intenta penetrar en las cavidades más oscuras de las celebridades, sintiendo en el propio organismo del usuario aquellas imperfecciones que les afectan, sea un herpes o un virus manipulado por laboratorios. 

Una aproximación a una corporación que puede tener el mismo formato -e incluso las mismas consideraciones en relaciones estéticas- que una perfumería en su aspecto más farmacéutico. Limpieza, blanco resaltado, eficiencia; optimizados todos los detalles, esterilizado todo soporte externo para llevar al usuario a un surtido catálogo de enfermedades de celebridades con la transformación específica que puedan provocar en el corto o largo plazo. El discurso insistente sobre la belleza de un empleado que se vuelve como una plegaria orgánica, una poesía existencial, un manifiesto de vida. 

Syd March es un mercenario. Un empleado con cierto conocimiento técnico, acomodado a un sistema de trabajo regular -e irregular- que funciona para ambos del mismo modo, como un empleado convencional y de bajo perfil. También en su propia sed laboral está la del consumidor enfermo, ser su propio cliente ante el encantamiento del fetiche. No puede ni se permite tomar distancia de sus sueños, sus anhelos de inyectarse en celebridades; el producto es su propia empresa -sea Lucas Clinic o su competencia- y su propia tendencia estimulante para vivir cada jornada con experiencias más vívidas. 

Hannah Geist podría ser una semidiosa que forma parte -y gesta- todo este escenario. Una cara de rasgos delicados y fríos que podría ser una actriz del Hollywood de los años 50. Una piel suave, traslúcida. Eje del deseo y la cúspide del mismo. Una portada en la marquesina y la imagen corporativa del encanto de la enfermedad. 

Las imágenes televisivas de paparazzis en visión infrarroja llevando las posibilidades técnicas y fisiológicas un paso más adelante. Las células y trozos de carne, la antropofagia al poder devorar en un plato el cuerpo parte de una celebridad simulada y sentirla en tu organismo, infectándote lentamente. Un sistema de relaciones bastante enfermizo que plantea Brandon Cronenberg, hijo del gran David, que coincide conceptualmente con las primeras y segundas etapas fílmicas del padre.  

Antiviral es pornografía en estado microscópico, una píldora; su formato minimalista tiene efectos excesivos, obscenos; un plato de comida orgánica realizado con tu famoso de cabecera y su enfermedad más reciente, aquella hecha pública por todos los medios. 

Nadie está ajeno a esta obsesión, ni siquiera el mismo empleado de Lucas Clinic quien es fagocitado por su mismo circuito de acción. Incluso en esa red de comerciantes cayendo por todas partes, asumirá -con voluntad y lucidez en algunas ocasiones- los riesgos implícitos hasta exprimir toda su sangre enferma y satisfacer a un sinfín de corredores oscuros que buscan lo más reciente, lo más novedoso. 

Incluso la presunta difunta Hannah, cara absoluta de todos los productos. 

El empleado, en este caso Syd, en su versión más abstracta, luchando contra sus propias afecciones hasta innovar técnicamente, sublimar ideas en la unión de mercados regulares e irregulares. Sostiene su vida y su deseo desde su enfermedad, su fetiche, reproduciendo su versión más vital: una célula viva, una unidad de billones de ellas para perpetuar el producto con características más completas y lejos de lo virtual como es la vida humana célebre ajena, y el poder romántico del usuario haciendo lo que le plazca con ella. 

22/4/13

Pececito


Porque amamos el reino acuático y todas sus subcategorías. 




Por Jacques Cousteau y Steve Zissou.  
Por Nemo y las viejas del agua.
Por la chanchita enorme de mi abuelo Norberto.
Por las carpas y variedades de peces que intenté cuidar y murieron en el intento. 
Por la eternidad de las aguas vivas. 
Sólo por eso.

4/1/13

))<>((





















Parte del guión de "Me you and everyone we know":


I'll poop in your butt hole...
       
and then you will poop it back...


into my butt...



and we will keep doing it"—

        
- Back—


- Back—


- And forth—


- And forth—


With the same poop.

Same poop.


Forever.

30/10/12

Gallinas voladoras



Existen algunas de variadísimos matices de colores, y su tamaño oscilan desde un poco más grande que un canario hasta otras que alcanzan el de un gallo de riña
Los hábitos de nuestra montera son similares al del resto de sus hermanas de especie; por un lado son monógamas, es decir que esencialmente eligen a su pareja en forma definitiva y por otra la construcción del nido la realizan precariamente.
La postura en la mayoría de estas aves es de dos huevos blancos, pero un limitado número de ellas los pone de color tostado o crema.
A diferencia de otras aves, las palomas monteras hacen la incubación cambiada: de noche la hembra y de día el macho. Cuando toca el cambio, el macho arrulla y gira sobre el mismo lugar. Por lo general lo hacen dos veces al día, al amanecer y al caer la noche.

Esta primavera, además de la sorpresa de contar con un panal enorme de abejas asomando sobre el jazmín, descubrimos el sábado un nido y sobre él, una paloma montera macho incubando. 

Hace semanas rondaban por el jardín desde diferentes ubicaciones. El alerta mayor sobre su posible anidamiento fue las veces que sorprendí a la pareja tomando restos de maderas del pasto, o el ruido ensordecedor del aleteo chocando contra la robustez de la glicina. En la noche ese sonido podía potenciarse como para suponer la llegada de un vampiro desde algún espacio del cielo hasta tomar su aparecia humana en la tierra.

Una hermosa bienvenida a las palomas monteras y su descendencia en Espora, donde ya salieron volando pequeñas torcazas y zorzales entre otras aves con las que compartí el hogar en primaveras y veranos anteriores. 



23/5/12

The soft porn adventure II


Fragmentos de un film de culto del porno mundial (lamentablemente existen fotogramas y pasajes perdidos que no pudieron ser recuperados en la restauración del VHS), premisa y fundamento principal por el cual se rige su éxito dado su hallazgo entre el polvo húmedo y la soez del depósito de algún cine XXX de EE.UU.  

"The onanist" (a.k.a. El solitario) es de 1986 y tiene como protagonista al mítico actor porno búlgaro Job Malone que hizo cientos de cintas de soft porn durante la década del 80 que le brindaron cierta fama en el entorno para luego pasar al olvido. Actualmente se comenta en algunos sitios web que está viviendo en California con su familia donde administra un pequeño comercio de lavado de ropa. 


Un cortometraje lleno de nostalgia de una época como lo fueron los 80's; exacerbadas situaciones de conductas y hábitos fisiológicos que nos han avasallado y lo harán de por vida. No resulta extraño por sus particularidades estoicas, estéticas y argumentativas que su repercusión acumule a mansalva tanto detractores como amantes por la web, ahora que ha vuelto a salir a la superficie entre sofás viejos, raquetas de tennis, espuma de jacuzzi, vinilos y zorros embalsamados. 
Gracias al estimado Diego por la invitación para ver su estreno en Argentina y su aporte de la fuente para verlo subido en la web. 

21/11/11

Finales inmortales

Sobre eso hay un muy buen ejemplo. Mi final favorito de temporada, que vuelvo a ver y vuelve a arrasar cada pelito de mi cuerpo dándole vueltas y contorneándolo como si se tratara de hierbas suaves y silvestres. También insisto en la repetición porque extraño a Nathan, irremplazable aunque pongan un sujeto que se desarme en dos personalidades opuestas/complementarias. No, el combo 2x1 no funciona a este nivel.

No puedo conformarme con su final en Las Vegas de ninguna manera, y eso duele. El pequeño Bob Dylan, elaborado con las características más imperfectas del ser humano, con todo lo insoportable y agradable que pueda tener una persona, manifestado de una forma tan natural y creíble que llega a ser considerado eso, alguien sumamente extrañable al volver a ver Misfits.

( cranch - spoiler alert - cranch )


28/9/11

Rubber soul


No es exactamente el tipo de película que desearías ver una noche en compañia de amigos/as buscando terror. Me refiero a un terror escalofriante, con cierta estética pretendida, con algún tipo de guiño o intento de seriedad. O bien una película Clase B o Z con mucho gore, sexo, exploitation y quizás payasos asesinos del espacio exterior. Rubber no presenta nada de eso. Es más bien metacine, un homage al cine sin sentido, sin razones, con todas las arbitrariedades puestas a disposición del público para que se hastíen buscando respuesta o repudiando la inconsistencia de la película.

Rubber, desde el comienzo, se introduce como eso. Telequinesis, asesinato, un argumento improvisado constantemente, policías psycho killers, homenajes varios al cine de terror, al western. Incluso da un pequeño cierne para una historia de amor acosadora entre nuestro querido neumático y una joven brunette que se baña en la habitación 15 del Bates Motel puertas abiertas. 

La interpretración de la audiencia, su participación en una película. Los cuestionamientos, la necesidad de finalizar la película por parte de sus mentores. La inclusión de la audiencia dentro del desarrollo (y final) de la película. El absurdo respecto al guión y seguirlo a tabula rasa. Todo eso, es lo que hace de Rubber una pelícua entretenida, con buen humor y todos apreciamos el buen humor. O si prefieren, una película de un enigmático y desafiante neumático rodando por una ruta desolada buscando víctimas humanas o animales para descargar su maldad. 

Para los fans de Christine, sin dudas es un homenaje del tipo de sinécdoque. Para los pisteros, también. Deberían darle una chance al film de Quentin Dupieux. Al menos se introduce desde un comienzo con la absurda fundamentación de que nada tiene razón y nada merece tener una explicación. Todo es válido, incluso si nada cobra sentido durante 82 minutos de rodaje y tu atención está clavada en las vicisitudes de un neumático todo terreno.

6/8/11

Our own private Ohio


Unos días en Lilian. Olvidemos por un momento la fábrica, la estación de tren y el suburbio colmado de tranquilidad en cada hogar. Lo esencial en este caso, no es invisible a los ojos y está elaborado con sensaciones frescas, real homenaje y feliz revisión sobre las viejas historias de grupos de amigos entrando en la adolescencia. De amistad, amor y cine sci-fi. Hay una importante copa de brindis por Romero y sus viejos zombies, los de "Night of the living dead" y no los de "Survival of the dead", que son puestos en el plano de la decadencia senil de un señor que alguna vez tuvo buenas ideas además intenciones de mal gusto. 

Es vital, plena, emocionante. Apenas se mete en el núcleo del centro del grupo de amigos un alien, caricatura de la criatura de Cloverfield ya que cobra forma a medida que transcurre la película y recién llegando al final toma todas sus dimensiones y abre los ojos al público. Sin la estatura de generosidad del viejo E.T. ni la belicosidad de la criatura de Cloverfield, dominado por el deseo de volver a "casa". Y quizás en ese proceso, voltear algunas figuritas que sólo le brindaron violencia y aislamiento. Y a partir de la empatía de un profesor de ciencias terrorista, generar las primeras sospechas en el grupo de chicos y dar comienzo –entre episodios de cine desastre- a un secreto compartido. Ser testigos anónimos y gozar de impunidad casi absoluta en un hecho que incidirá en toda la población de su ciudad. 

Tiene todo, incluso una oda al "God is my techno" ya caduco como el walkman -presentado aquí como un hecho novedoso- que forma parte del crecimiento de soporte musical de muchos de nosotros. Y obviamente al formato analógico del super 8. 

La vuelta a los viejos estándares del physique du rôle para la puesta de pequeños personajes con excelentes resultados. El gordito que busca valores de producción con todo su idilio metido de lleno en la dirección cinematográfica; la chica dulce y madura que genera la sorpresa de conocer la conquista del sexo opuesto; el piromaniaco que aporta frescura con la gracia de un dibujo animado y finalmente, el héroe sensible, dolido y cargado de cierta oscuridad por un duelo reciente pero con la suficiente valentía como para resolver un puzzle e incluso obtener la prueba de un primer amor verdadero. Y humor en cada diálogo, en cuotas más que apropiadas.


La visión de todo a partir de los chicos, desde la forma de encarar un proyecto común y sostener toda la amistad y el cariño incondicional por eso mismo, ese tesoro que en "The goonies" estaba en el barco pirata, o acá en ese film en super 8. La energía de los chicos, arrasadora. Atropellándose militares, policías, adolescentes THC, evacuaciones, padres ebrios, alienígenas y zombies. La picardía del relato que produce la nostalgia de una educación sentimental y de aventura que ya no volverá, y se puede disfrutar con toda la parafernalia aggiornada en una película actual. Incluso con fuegos de artificio y todo. Hay una muy buena review de Diego Batlle sobre esta película. 

El condimento detectivesco, el análisis sobre los pequeños detalles que todos los adultos dejan pasar, las pistas asociadas para que ellos emprendan la búsqueda que sólo está y podrá estar al alcance de sus ojos como verdad insoluble. Pequeñas dosis pero más que memorables de canciones que dan el marco de la época, y si son cantadas a capella por sus protagonistas aún mejor.

La muerte de una madre, introducción a la película retratada de una forma más que elegante y sutil, el duelo revelado apenas con algunos registros fílmicos y sublimado a través de una operación cursi pero bellísima como es el acto de despojarse del último signo colgante de su vida y recuerdo para activar la maquinaria alienígena que liberará al monstruo de mil patas y regresará la paz a Lilian. 

El bonus track es, nunca olvidemos que ellos emprenden esta aventura contra todo suceso nefasto y volador sólo por esa consigna: "The case", el cortometraje casero que estuvieron haciendo ni más ni menos que durante toda la historia.

Nuestros mejores recuerdos 80s sobre la amistad, el amor, la aventura, el espacio y los sueños, retratados en una preciosa película llamada "Super 8". Los valores de nuestra infancia en películas lejanas, revitalizadas por esta guacha perturbadora emocional.