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28/9/11

Rubber soul


No es exactamente el tipo de película que desearías ver una noche en compañia de amigos/as buscando terror. Me refiero a un terror escalofriante, con cierta estética pretendida, con algún tipo de guiño o intento de seriedad. O bien una película Clase B o Z con mucho gore, sexo, exploitation y quizás payasos asesinos del espacio exterior. Rubber no presenta nada de eso. Es más bien metacine, un homage al cine sin sentido, sin razones, con todas las arbitrariedades puestas a disposición del público para que se hastíen buscando respuesta o repudiando la inconsistencia de la película.

Rubber, desde el comienzo, se introduce como eso. Telequinesis, asesinato, un argumento improvisado constantemente, policías psycho killers, homenajes varios al cine de terror, al western. Incluso da un pequeño cierne para una historia de amor acosadora entre nuestro querido neumático y una joven brunette que se baña en la habitación 15 del Bates Motel puertas abiertas. 

La interpretración de la audiencia, su participación en una película. Los cuestionamientos, la necesidad de finalizar la película por parte de sus mentores. La inclusión de la audiencia dentro del desarrollo (y final) de la película. El absurdo respecto al guión y seguirlo a tabula rasa. Todo eso, es lo que hace de Rubber una pelícua entretenida, con buen humor y todos apreciamos el buen humor. O si prefieren, una película de un enigmático y desafiante neumático rodando por una ruta desolada buscando víctimas humanas o animales para descargar su maldad. 

Para los fans de Christine, sin dudas es un homenaje del tipo de sinécdoque. Para los pisteros, también. Deberían darle una chance al film de Quentin Dupieux. Al menos se introduce desde un comienzo con la absurda fundamentación de que nada tiene razón y nada merece tener una explicación. Todo es válido, incluso si nada cobra sentido durante 82 minutos de rodaje y tu atención está clavada en las vicisitudes de un neumático todo terreno.

19/7/11

Mi versión de Barney



Con los ojos pesados y dolidos, sin pensar. Con una condena de recuerdos revoloteando mi cabeza, así me siento después de ver Barney's version, película basada en la vida de Barney Panofsky, un productor televisivo del que nada sé, y en realidad poco me importa saber de momento. La película está muy bien. Pero hay algo más, o todo estaba predispuesto para emocionarme y lanzarme al llanto espasmódico que te vuelve primario e indefenso. Algo que hace un poco más de un año que no me sucedía.

Una pequeña frase que me queda, además de las sensaciones de la totalidad de la película, es este diálogo que mantiene Barney con su mejor amigo Boogie después de descubrirlo teniendo sexo con la que era su actual esposa, algo que se desprende ante la negación de Boogie a pedir disculpas:

-Déjame recomendarte otro libro para que llenes tus estantes con él, "La vida de Heinrich Heine", a quien, en su lecho de muerte su amada le rogó que pida el perdón de Dios antes de morir. Pero el bueno de Heinrich, sólo tenía esto para decir, "Dios seguramente me perdonará. Después de todo, ese es su maldito trabajo."

4/10/10

Monstruitos



Un cocktail de cine desastre -refiriéndome a Monsters- con otra sonoridad (quizás la del lenguaje de las ballenas) que puede resumirse desde una óptica simplista, de esta manera:


Bienvenidos nuevamente, al comienzo del final.

24/2/10

India Song



Sábados 6 y 13 de marzo, a las 16:00 hs.

El Auditorio de Proa proyectará en su formato original de 16 mm el film India Song (1975, 120 min.), escrito y dirigido por Marguerite Duras.
Calificada por la crítica como “la obra más personal” de la escritora y cineasta francesa, el largometraje India Song recrea las trágicas historias amorosas de Anne-Marie Stretter, la esposa de un embajador francés en la India colonial de los años 30. Cuatro voces narran la relación de Anne-Marie con sus amantes y su dramático suicido en el Océano Indico.

El film es una adaptación de la renombrada obra de teatro homónima de Duras, publicada en 1973 y considerada como uno de sus trabajos más célebres.

La proyección coincidirá con la videoinstalación Marguerite Duras India Song, de Alejandro Cesarco. En su obra, exhibida en el marco de la muestra Otras Voces, el artista conceptual reinterpreta la película en una propuesta contemporánea.

Cine Detergente (o vamos los pibes, carajo)

Sin dudas, nada más escabroso y perturbador que esperar en la morbosa clandestinidad de la piratería aproximadamente cinco meses para verificar que una buena película de terror contemporánea española tiene su origen fundacional / argumental en un gusano de tequila. 

De más está decir que todo se fue al pozo ciego: el cura oh eminencia del Ministerio de Salud por el Combate contra los Posesos, que comanda un escuadrón corte counterstrike de cyber a las 7 de la matina - sin olvidar al argentino que aporta humor arengando por Kempes y sumando típicas riñas futbolísticas de quién la patea más glande - y como si fuese poca la cosa, el catolicismo tiene un protagonismo ridículo que desmorona lo bueno que existió en una primera entrega. 

Sin dudas, ahora sí estamos ante una película española, nada más evidente que esta secuela (de mala hostia).


Se viene a mi memoria, producto de una asociación libre o como bonus track de mi memoria residual, Honey, I shrunk the kids y en contraposición con Rec 2, la siento una película íntegra, madura y hasta más reflexiva. Hasta tiene más sustento argumental y terror durante la persecución de los insectos gigantes en el jardín.

13/2/10

Acerca de la importancia de la gramática en la pornografía sentimental















En una crítica sobre Precious hecha por Manuel Yáñez Murillo para la revista digital Otros Cines, hubo un pequeño furcio que un agudo y corrosivo lector supo detectar y aprovechar para hacer más agradable la seriedad del enfrentamiento de detractores y defensores de la película.











Jó.

12/7/08

A rose is a rose is a rose


Coro: "Admitidme en esta historia a mí, el Coro, que, a modo de prólogo, solicito humildemente vuestra paciencia para que escuchéis con cortesía y juzguéis con benevolencia nuestra función".

My own private Idaho fue el fuego, la llave maestra que abrió y destapó los conductos estancados de basura. Limpíó, depuró casi todo. Se llevó a Frank Oz y las últimas visiones sucias como las aguas llenas de iodo que bajan al mar con sus aguas vivas muertas (botellas, tampones, preservativos, palitas para la arena y facturas rancias), epifanías anodinas que poco dicen del futuro, del pasado y de nada. Poco aportan. La miseria es tan profunda como un aguijón de abeja clavado en una arteria o una espina de rosa envenenada indagando en el intersticio a la muerte.

La casa cayendo en el medio de la ruta y un aire bucólico en todo, en cada segmento. Narcolepsia fue una palabra que conocí a través de una banda de punk y grunge (cuando ya casi nadie hablaba de hacer grunge) donde me probé como bajista en Caballito. El cantante me había explicado qué significaba y realmente me impresionó. El gigolo (taxiboy si prefiere) River Phoenix despierta la admiración como lo había hecho en Standy by me, para mí la mejor película de aventuras de preadolescentes que la memoria emotiva deje filtrar; cómo roba la mirada y presta a dejarse llevar en cada desmayo, en cada temblequeo cuando el pulso falla, cuando la ruta es despiadada y los hombres malos, muy malos te roban hasta el digno desmayo. Un Jeff Bucley del celuloide, ahogado en las carreteras y en el sexo casual con personajes extraños -Hans, cómo te detesté en Gouttes d'eau sur pierres brûlantes-, road movie a tientas, y un cuerpo que desconoce su paradero. Poco para comparar con aquella analogía tan fea de Como un avión estrellado, golpe bajo muy bajo, ya casi en la pantorrilla. Oh Diiiios!

Aquí hay Sha-kes-pea-re. Sí, un Keanu Reeves que todavía no había llegado a ser un boludo importante pero en esta película lo logra con la herencia al fin en manos. Sólo eres brisa fría de la montaña, Reeves.

Hay visiones de saudachi (saudade) y un Gus Van Sant como siempre gélido, con un amor distante y misterioso, como demostró mejor en su trilogía de la muerte. Escenas de sexo congeladas, como fotonovela. Hay Roma. Hay futuros ecos en Donnie Darko, y en otras películas quizás. Hay un recuerdo de aquella foto que tenía Alejandro Ricagno en su heladera (o era en su placard) con Keanu Reeves montado en la moto, foto blanco y negro. Hay algo de ese rebelde Marlon Brando o James Dean. Visiones del pasado y la madre anhelada, como recuerdo, como bisagra para entender un poco más el mal, no como remedio, sino como etílico de calidad. No hay familia, ni amores correspondidos. Sólo viejos, gordos y lascivos mecenas del vivir cotidiano, del almuerzo y la cena (nunca el desayuno).





Have a nice day