Rubber, desde el comienzo, se introduce como eso. Telequinesis, asesinato, un argumento improvisado constantemente, policías psycho killers, homenajes varios al cine de terror, al western. Incluso da un pequeño cierne para una historia de amor acosadora entre nuestro querido neumático y una joven brunette que se baña en la habitación 15 del Bates Motel puertas abiertas.
La interpretración de la audiencia, su participación en una película. Los cuestionamientos, la necesidad de finalizar la película por parte de sus mentores. La inclusión de la audiencia dentro del desarrollo (y final) de la película. El absurdo respecto al guión y seguirlo a tabula rasa. Todo eso, es lo que hace de Rubber una pelícua entretenida, con buen humor y todos apreciamos el buen humor. O si prefieren, una película de un enigmático y desafiante neumático rodando por una ruta desolada buscando víctimas humanas o animales para descargar su maldad.
Para los fans de Christine, sin dudas es un homenaje del tipo de sinécdoque. Para los pisteros, también. Deberían darle una chance al film de Quentin Dupieux. Al menos se introduce desde un comienzo con la absurda fundamentación de que nada tiene razón y nada merece tener una explicación. Todo es válido, incluso si nada cobra sentido durante 82 minutos de rodaje y tu atención está clavada en las vicisitudes de un neumático todo terreno.
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