Mostrando las entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas

14/4/15

She's bad

Hace mucho que no veía una composición visual y argumentativa tan bien lograda como en el video del francés Juan de Guillebon (a.k.a. DyE) del tema "She's bad".



30/11/13

El caballo y su jinete


No es mediodía aún pero el calor puede empezar a sentirse en los valles profundos.
Desde la ventana del puesto de vigía se distingue en el horizonte un jinete.

Avanza cabeza en mano,
perfilándose contra un inmenso acantilado.
Respira, de pronto.
Respira su entorno, la profundidad del paisaje,
llenando sus pulmones de viejos proverbios,
el sermón magnético irradiado por las aldeas bajas
que se confunden todas en un solo gran punto 
sin divisiones, fronteras, ni carteles.

El canto de las cigarras lejano impregna al jinete de tedio,
un cansancio que huele a irritación.
Se mantiene inmóvil unos segundos,
luego se entrega a la marcha nuevamente.

Su caballo de tiro reclama el suelo con sus cascos
firmando la tierra como propiedad en cada uno de sus trancos
mientras revolotea polvo rojo arbitrariamente, 
rabioso como mestizo, 
sangre warmblood que lo crispa.

En su aire de galope arrasa escarabajos rinocerontes como hojas secas.

Se siente fuerte, poderoso, lleno de ambiciones.
Más importante que su jinete; se siente dueño y patrón de la situación.
Sueña con llevar una armadura ligera sobre él
cual caballo medieval situado en un campo de batalla
sorteando espadas, levantando victorias como levanta moscas con su cola. 

Sus crines están infestadas de tierra como toda su cabeza.
Apenas se notan sus ojos,
brillan de fuego, luces que infunden temor, 
amenazan el camino como faroles gigantes
antorchas inagotables. 

Se detiene. 
El jinete repara en un paseo de compras.
Mira los autos de colección de una tienda,
mientras ata automáticamente el caballo a un poste de luz.

5/7/13

Moléculas del temporal


Hoy, quizás la afección que deja en mí el lánguido temporal
con su misterio que jamás podrá ser leído entre las líneas de la niebla,
mi organismo se siente degenerado -o fagocitado- por la incertidumbre.

Las tendencias del ocio a las que suscribo y me declaro
ciertamente
un adepto inerte que cuelga como moco viscoso,
sujeto al néctar del genital tecnológico.

Nuevamente
debo reconsiderarlo,
cuestionarlo sin más.

Insisto:
debo gestar esa puesta en movimiento en virtud del acto poético, la acción poética,
aunque tales cosas suenen de un modo horrible, aún expresan más de lo que dejaron de hacer.

Considerar esos pocos seres humanos que aún logran asombrarme y generan mi atención
con sus producciones, sus palabras, sus improvisaciones, sus creaciones, sus latidos.
Sostener en el tiempo el estado más apto para amar y ser amado,
ser más pretencioso, sin considerarlo un error o una vía equivocada.

Dejar que la naturaleza se apropie de lo que es suyo -todo-
y darle un beso en la frente sin antes solicitarle su bendición. 
Para toda causa, que es la misma pero todo lo reúne como sustancias. 

27/5/13

Salvajismos



Curiosamente, vivimos ese momento como un desparramo brutal de cariño. 
Durante algunos instantes cobró dimensiones en las cuales la pasión -o la inconmensurable sensación de placer mutuo- dejó de ser una guía confiable y el deseo optó por dejar marcas, rutas en su piel con formas definidas de tal forma que podría reconstruirse la situación con detalles.

Como un curador practicante ejerciendo su rito de sanación, cubrí esas zonas con merthiolate rociándolo de a poco, viendo cómo caía sobre su cuerpo y se hacían charcos mientras escurría algodón para absorber el excedente.

Deslicé mi boca con leves rastros de alcohol hasta cubrir todas las señales dejadas por mis uñas largas y desprolijas para mantener su cuerpo libre de riesgos, infecciones, insectos y demonios.
Cualquier amenaza. 

Intenté retomar luego del rito las caricias nuevamente. La suavidad de las manos y su ligereza.
Y cuidarla, como promesa inconfundible del decálogo mental de un pupilo obediente, leal a sus creencias frescas, recién bienvenidas.  

11/4/13

Saguenay



El combate duró aproximadamente una semana,
quizás dos sin tomar consecuencias severas sobre ello.

Entre la furia propia y el anhelo de sangre de los enemigos -mucho más numerosos-,
destinaba para mi interior todo el café posible contaminado de cigarro
para vislumbrar la mejor estrategia posible.
Que los aliados nunca se quebraran.

Dominar un lago con una flota imponente
o destrozar los puertos con artillería pesada pero efectiva.
Caballerías y soldados a pie embestiendo la furia de los imperios
de colonias mal construidas y con el sólo propósito de mantenerme en pie
con mis aliados suplicando claudicar el combate.

Una buena ciudad amurallada.
Un ejército en sus afueras provisto de variedad y cantidad hombres
resguardando zonas críticas.
Una buena economía de colonos productores
y una fábrica productora de madera.

El efecto devastador es instantáneo.
Los cigarrillos se consumen más pronto que el café tibio.
Mi conquistador ruso proclamado victorioso entre caídas y levantamientos
con los mejores puestos comerciales, las mejores aldeas indígenas.

Salir a la calle es difícil cuando todo tu imperio no puede terminar una batalla
y esa batalla se llama Saguenay.

Vos sos tan cobarde como tu conquistador,
impedido para salir a esas tierras que llevan siglos de sangre y muerte.

Ellas necesitan de un caballero pacificador
pleno de energía, vital
y con la mente clara y precisa.
El corazón dispuesto a amar y cuidar.

Saguenay, una pausa al planteo sobre la vida
entre los ruidos de destacamentos
y civilizaciones desmoronándose trágicamente.

Hacia el mundo paralelo, el más real de los visibles,
el campo de batalla más infranqueable a atravesar.

22/1/13

Cumpleaños



Es cierto. Los años no vienen solos. 

Te los trae un individuo bastante desagradable:
ojos de Critter, 
dientes desubicados -en caso de que los encuentres-,
carne podrida, rasgada como si fuera cartón,
una boca grande llena de agravios de toda índole,
su cuerpo totalmente cubierto por una sustancia viscosa, todo indica que tóxica.
Lleva una bolsa gigante vacía para robarte todos los regalos. 

8/11/12

Pero vos, ¿de qué lado estás?



En aquel donde el sol no me enceguezca por completo, ni sea incinerado como un muñeco platense durante año nuevo. En ese donde la sombra tampoco me cubra totalmente de oscuridad ni me albergue un frío mortal hasta languidecer. Opto por el lado donde pueda sentirme firme y lúcido; medir la distancia hasta los monstruos y las hadas y obviar las antítesis. 

Todo eso, a pesar ser consciente de cuánto complazco a mis necesidades extremistas muchas veces.

16/2/12

Chicas de la triple frontera


Esta semana por la tarde en Avenida Caseros al 500, pasó una morocha con un vestido rosa típico de (este) verano. Compacta, en movimiento casi cronometrado por androides. Se violaba hasta los postes de luz en su embestida.

30/1/12

Confesionario musical


Confesionario, pero sin la presencia de Jorginho Rial, ni la de Cecilia Szperling ni párrocos de ningún tipo. A modo de agasajo, un banquete a compartir. 

La experiencia de libertad creativa entre un grupo estimado de diez personas es un acto de comulgación mínimamente exquisito. Exquisito y raramente acontecido en mi vivencia; quizás lo mismo suceda para otros. Me resulta muy significativo en este caso poder compartir dicha experiencia ahora. 

Cuando me refiero a libertad, es algo que afecta a cada partícula. Se prende como garrapata a los poros y se manifiesta en total plenitud como un estallido orgánico y espiritual. Como si volaran de repente Las Vegas dentro de un envase utilizado para esferas de nieve.

Hace unos meses -con entusiasmo, recaudo y sobre todo inquietud- empecé un taller/laboratorio/playroom de experimentación sonora que daba una colorida presentación de temario. Gratuito, inicial, prueba piloto. Todas las características definidas como experimentales e innovadoras dadas por defecto como carta de presentación. Además, gestado y coordinado por dos de los integrantes de un grupo experimental al cual sólo había escuchado por la web pero cuyo nombre generaba entre mis contactos respeto. “A los gauchos psicomísticos del miasma”

Me sentí agradecido por la admisión habiendo un cupo limitado y reconociendo mis limitaciones como músico, sumado que era un desconocido para los profesores. Emocionado, desde el momento de completar la ficha de inscripción, poseedora de un grado atractivo de composición. Amistosa pero más filosa que una primera entrevista con un terapeuta. 

Me siento agradecido, nunca mejor expresado en su literalidad, respecto a la sensación de bienvenido para formar parte del inicio y desarrollo del taller. Primero, al poner a prueba mi voluntad y constancia; no recaer en estados abandónicos que acompañaron casi todas las actividades que emprendí. Segundo, por sostener aún terminado el taller la experiencia y poder seguir disfrutándola. 

Un breve paréntesis. 

Nunca hice uno de los ejercicios de base que pedía el taller. Un compilado en CD. Retomando algún análisis retrospectivo de mi relación con la música, daba como ejemplo mis primeros cds, allá por 1994 en Foz do Iguaçu. “Dangerous”, de Michael Jackson, y “Acid eaters” de The Ramones. Esa combinación es parte de lo amplio, relajado pero selectivo que siempre fui con la música. Como hablé alguna vez con mi amiga Irupé, existe obviamente una relación con cierta música a nivel corporal, en otros casos más intelectual y en otros puramente espiritual o intuitiva. O puramente experimental, para crear desde el estado más puro y despojado, con el cuerpo y alma en acción.

Cierro el paréntesis, le pego una patada y me quedo con lo intuitivo, que forma parte de mi búsqueda en todos los aspectos de la vida, sin poder omitir la gran porción de raciocinio que me domina. Eso había comprendido muy bien Hernán Hayet, el único profesor de música al que fui a los 18 años para aprender a tocar el bajo. También entendió y siguió mi simpatía por tocar algo diferente, salirme de lo convencional. Y finalmente también entendió que en un momento me había aburrido de las clases y mi dispersión era muy alta.

La vocación musical siempre fue entre mis actividades, la que tenía más técnica, burocracia y obstáculos para implementar en forma práctica, por ello en la secundaria la tomé por el lado de cantar en varios grupos, o en realidad casi siempre el mismo pero bajo diferentes nombres y leves cambios de formación, pero casi siempre acompañado del hermano Fran. Después de mi primer instrumento –que no fue un bajo tal como había pedido sino una guitarra eléctrica porque el vendedor sugirió que iba a ser mejor para aprender y tocar solo- intenté tomar la iniciativa. El bajo para mí significaba groove, sexo, bajo perfil. Ideal. No quería el narcisismo molesto de la guitarra. Buscaba el núcleo del soul y durante un año, en paralelo con mis clases de bajo, en “La suma debilidad” me relacioné ampliamente y crecí a través de la ejecución del bajo como tal, ensayando una vez por semana, tocando en vivo y haciendo todo lo que hace una banda medianamente convencional, aunque ésta tampoco realmente lo fuera del todo. Pero ese es otro tema, otra canción, otro tópico. Una anécdota cariñosa levemente tétrica.

Dejé el bajo, lentamente. Colmado de polvo y roña. Nunca me acostumbré ni me encariñé de lleno con mi bajo actual siendo el previo del mismo luthier pero de cuatro cuerdas, otro formato, otra madera, otro color. Ese murió despedazado en un trágico acto de arrebato de rabia por parte de mi padre. Creo que el duelo material forma parte del rechazo. Y lo dejé en reposo, descansando verticalmente durante una década.

Hace unos meses volví a tocarlo por sugerencia de un amigo o ex amigo, Matías, de Good time for Dynacom. Quería un bajista y siempre hablamos de hacer música juntos, así que me invitó a probarme a su banda pero obviamente no estaba a altura de la circunstancia ni necesidad musical de ellos, por más simple que fueran de tocar todos sus temas.

La mencionada década –marcada entre 2001 y parte de 2011- me dejó aspectos de creación sonora más que musical. Un disco llamado “Ríos”, hecho con micrófono de pc, bases de Fruity loops y samplers de todo tipo; concebido en la oscuridad de algunas semanas de 2002/2003. Luego de eso un curso de edición musical, la posibilidad de una banda electrónica usando sintetizadores virtuales elaborados por nosotros mismos, emulando un Kraftwerk de Constitución. Abandonado. Retomé con “Pétalo de otoño”, lo más experimental que debo haber hecho donde recurrí a una guitarra criolla, cáscaras de una planta, didjeridoo, voz y flema. Escupir todo mi interior dentro de un cuarto. Escupiendo y vomitando sobre mí y toda la amplitud espacial de esa pieza que fue mi refugio del mundo exterior por unos meses. Todo eso, grabado con el micrófono de un reproductor mp3 en 2006.

Entonces,
¿qué confieso?

Confieso sintéticamente un camino buscado y el goce obtenido tras encaminar mi creación musical a través de lo experimental, no siendo este concepto el que más atractivo me generara a la hora de escucharlo pero logra convocar todo tipo de inquietudes gestarlo. Confieso que encontré un bosquejo de oasis poblado por personas diversas, heterogéneas en sus búsquedas y en su formación (musical y no musical). Un sistema de señas. Un espacio que considerado –o contemplado- desde afuera, me hubiera resultado inaccesible encontrar y permanecer.

Aprender sobre eso y relacionarse desde lo creativo, a veces estrictamente. Sentir esa posibilidad de compartir/se, la idea de ¡No hay banda! ni se sigue una pauta como tal en su concepción ni en su grado de vivencia; sí respecto al grado de compromiso como proyecto. Un punto justo de equilibrio, ese matiz gris tan sinuoso a la hora de atraparlo para los extremistas crónicos.

Entonces, como decía, confieso sentirme lleno de alegría y sentimientos positivos, alojado en un estado de gracia inmenso tocando en ensayos masivos o de grandes ausencias –incluso la propia- o en vivo, ante el bravo calor de las luces y los aires tropicales deformes. En ese sentido, me permito seguir descubriendo, si bien insisto en mi ineptitud musical acrecentada por falta de práctica. Me vuelco con una ejecución económica a compartir y desarrollar una idea colectiva coordinada y ciertamente, muy afortunada. Eso es parte de lo que ofrece NoiseLab Kabinett, o cual sea su nombre tan mutable como su formación; es parte de una idea de libertad a desarrollar. En el sonido, en la vida.

Un hallazgo, como dije antes. Un oasis cuando las inquietudes nunca daban con el espacio para largarse a nadar desnudas en la pelopincho, a la vista de todos los vecinos, maestros, profesores y familiares de mirada severa y criteriosa. Eso, básicamente, es mi sensación de sinestesia provocada por el taller/grupo humanoide/comunión sonora.

21/11/11

Finales inmortales

Sobre eso hay un muy buen ejemplo. Mi final favorito de temporada, que vuelvo a ver y vuelve a arrasar cada pelito de mi cuerpo dándole vueltas y contorneándolo como si se tratara de hierbas suaves y silvestres. También insisto en la repetición porque extraño a Nathan, irremplazable aunque pongan un sujeto que se desarme en dos personalidades opuestas/complementarias. No, el combo 2x1 no funciona a este nivel.

No puedo conformarme con su final en Las Vegas de ninguna manera, y eso duele. El pequeño Bob Dylan, elaborado con las características más imperfectas del ser humano, con todo lo insoportable y agradable que pueda tener una persona, manifestado de una forma tan natural y creíble que llega a ser considerado eso, alguien sumamente extrañable al volver a ver Misfits.

( cranch - spoiler alert - cranch )


24/10/11

El manuscrito de los secretos



Tiempos indefinidos donde todo se torna grandilocuente con drama, o apenas un rumor lejano corriendo por entre las rendijas de las persianas. Tiempos de confusión alborotada, donde algunas ideas comienzan a solidificarse -y otras ramificarse- junto con el renacimiento del espíritu épico, dando aires y deseos de albergar más luz e iniciar la búsqueda oceánica con escafandra flúor y la compañía de un coral movedizo con motor silencioso.

Pensarlo de algún modo como el escape de aquel lugar: el de la autosuficiencia y quizás eterna autocomplacencia del autodidacta. Tomar la rigidez de la institución para volcar seriedad a las manos y sus creaciones; emprender un camino de inquietudes con mucho más foco, con la linterna totalmente prendida, las velas ardiendo y la parafina dibujando los pasos por la noche.

Cuestionar dentro de la escasez morlaquera y el ocio, la actividad laboral. No buscando el placer en su núcleo, considerando simplemente no caer en los lugares por inercia ya pisados, los que serían las sanguijuelas de otros años, de siempre. Simplemente buscar un lugar más adecuado, donde la maldad y la aspereza no sean la norma fundacional y las energías puedan desenvolverse de otro modo.

Y pensar en esa gente bella que pasa y queda. Otras que sólo pasan, o dejan ser pasadas como por un portal hacia sitios desconocidos, no lejanos, simplemente desconocidos. Que dejan sus encantos, su amor. No pensarlos como cadáveres sino vivos y frescos como aquellos que quedan, o aquellos que están acercándose sin ser divisados aún. También aquellas bellas personas que se recuperan lentamente, porque uno -que es yo- posee la capacidad de la lentitud por lo que recuperar es un proceso complejo, lleno de detalles, metodismos y mecanismos no tan simples. No tan prácticos. Como su gestor -que es yo-.

Todo eso es auspiciante. Como el sol de la mañana eyectándose desde las profundidades de otro continente, quemando levemente los pastizales bañados en rocío de un campo abierto que infunde el temor del vacío, así como la grandeza de su amplitud. Pensar en los gestos, en las causas reales y merecedoras (portadoras) de la voluntad, del deseo y de la entrega. Como copos de nieve, como villancicos fuera de estación. Como el voto más bello de la historia de mi democracia, de mi elección natural ante la vida, escrita en bolígrafo sobre un papel borrador y llevado a la urna con una sonrisa amplia, secreta, colmada de fantasía y del deseo natural que comentaba:



 
VOTO A LA FUERZA DEL AMOR  

19/7/11

Mi versión de Barney



Con los ojos pesados y dolidos, sin pensar. Con una condena de recuerdos revoloteando mi cabeza, así me siento después de ver Barney's version, película basada en la vida de Barney Panofsky, un productor televisivo del que nada sé, y en realidad poco me importa saber de momento. La película está muy bien. Pero hay algo más, o todo estaba predispuesto para emocionarme y lanzarme al llanto espasmódico que te vuelve primario e indefenso. Algo que hace un poco más de un año que no me sucedía.

Una pequeña frase que me queda, además de las sensaciones de la totalidad de la película, es este diálogo que mantiene Barney con su mejor amigo Boogie después de descubrirlo teniendo sexo con la que era su actual esposa, algo que se desprende ante la negación de Boogie a pedir disculpas:

-Déjame recomendarte otro libro para que llenes tus estantes con él, "La vida de Heinrich Heine", a quien, en su lecho de muerte su amada le rogó que pida el perdón de Dios antes de morir. Pero el bueno de Heinrich, sólo tenía esto para decir, "Dios seguramente me perdonará. Después de todo, ese es su maldito trabajo."

7/2/10

Ceferino era uruguayo (o la danza de las algas marinas)

Si exisitiese un destierro para mí, o en todo caso, tuviera que exiliarme, hoy eligiría como destino el departamento de Rocha. Despojarme de cualquier ambición helada y hundirme en el mar frío, raspar mis pies contra la conchilla salvaje y las rocas filosas. Sentir durante la noche el acecho, el ojo curioso del faro y dejarme perder en las calles angostas hasta terminar en alguna playa oscura. Inundar mi cuerpo de la fragancia silenciosa de las hortensias, desayunar en algún carrito las comidas más contudentes y cargadas de triglicéridos que he visto en tiempo.



Untar mis manos y volver a dibujar el trazo sinuoso en las hojas del cuaderno de tapa marrón y ver, ocasionalmente canales de cable - el mismo cable que se conecta a esta casa - para esquivar el día o la inmensidad de la noche. Darme a la danza de las algas y sentirme con hambre. 



Hambre del espíritu que tira por dentro y desea salir del agotamiento del cuerpo. De las estructuras de soporte, de la locura del día, de los humores de la humanidad nefasta, de la vorágine vampírica. De los reflejos cansados y las acciones estereotipadas. Ir en marcha con los albatros hacia donde sea. 

Descansar la vista bajo la sombra de cualquier árbol y sentirme más anónimo que en Buenos Aires.
Sentirme extranjero realmente y descubrir otras simplezas y complejidades en el aire. Otros componentes a los habituales que van consumiendo la belleza.

Ceferino estuvo presente en Uruguay. Su vida de indiecito pro occidente, monástico, elegido para reinvindicar una paz que nunca existió. Una paz que se presentó en tantas oportunidades en Rocha. Sin tantos vicios europeos, sin aguardiente, timba ni escenario para el acoso y el ascenso del corpus Christi. 

Mi vía cruxis llegó hasta Punta del Diablo, un paraje ideal, donde uno siente encajar a la perfección con el idioma carente, la vida ausente y los sonidos del hábitat. Los visitantes de temporada quedan fuera del encanto, o lo alzan cuando es necesario.



Pero ser turista es parte de eso. Volver. Retornar del placer de los 45'' del cigarro al trabajo de nuevo. Volver a los vicios, el smog, la crudeza del aire, el calor. Volver a sentir ambiciones sin límites ni propósitos. Volver a sentirse perdido pero organizado, con una agenda completa de actividades y un itinerario no cómodo, pero sí funcional a la comodidad del mundo. 



Ahí el indio palmao lleno de enfermedades papales, puede ser canonizado. Será un santo varón para la alegría de algunos vendedores de estampitas. Ahí siento la gravedad del mundo y quiero perderme como antes. Perderme en serio, en lo desconocido. En el misterio. En la belleza. Olvidar los tiempos y el capital humano siniestro. Sentirme rodeado de árboles, casas de paja pequeñas, aguas vivas noctámbulas y dulces de leche cremosos y cualitativamente más sabrosos.

Dejar que el renacer se vuelque sobre mí en su amplitud devoradora. Volver al campo de exploración. Dejar las nimiedades por un instante que dure toda la vida. 

Que pase bien.

8/12/09

Visiones de un pequeño hombre con mostachones


Ciertas veces cuando camino en lugares hacinados, inevitablemente, no puedo dejar de sentirme que soy el protagonista de un arcade.

29/3/09

Butch



Cuando crisis pisa fuerte, siempre hay crisis y no hay instante en el que crisis no esté en el medio de todo porque crisis es un estado estable de conducta abstracta que inunda abundancia y miseria y genera el estado esquizoide y de histeria colectiva. Pero crisis crisis crisis, no existe nada fuera de vos. Somos minúsculos ante vos, crisis crisis crisis, ama y señora.

A pesar de ello, cuando acá dicen que goza de buena salud el arte textil, y mientras en este país la industria textil es la segunda gran sometida por la crisis crisis crisis, es extraño. Pero el arte sólo puede existir hoy en día en torno a lo sagrado, sin redundar en términos fundamentalistas, ni nada de eso. El gran arte, existió. Pero eso fue hace tiempo. La única manera de ver algún cierne de arte, es consagrado a fines como tales. O algo así.

Después giran ideas en torno (esta vez sin anestesia, por favor) al tero. El tero del Danubio. Sería un gran tatuaje, arte corporal milenaria pero se le puede seguir llamando arte después de lo anteriormente escrito, me pregunto? Claro, sería el tatuaje impar para detener la mala suerte y desde ese punto de vista, importan el tero, el Danubio y el dolor de las agujas perforando capas de piel. Me declaro corsario.

Butch, me gustaría serlo en otra vida. En breves palabras, de ser mujer, estaría bueno. O no. La conducta dubitativa y el estado de incertidumbre me asfixian, me dominan. Necesito purificarme plenamente en alguna fuente.

Ah! Y dicen que esta película es buena, así como otros dicen que no lo es tanto y es sólo un descubrimiento que produjo cierto grado de obnubilación por parte de los espectadores y todo por considerarse una ópera prima oriental, pero que puede llegar a ser descartable. Como tengo prohibido ir al festival de cine independiente, lamento no poder llegar con claridad a ninguna idea al respecto y tener de momento, que abstenerme de todo juicio y sólo poder leer críticas asombrosas o descalificadoras y conformarme con algunas imágenes del cerdo trailer.

6/10/08

El síndrome de Peter Pank




Abro nuevamente el cofre ¡Sorpresa! Me encuentro con una canción, un libro y una película en el cual el orden no es correlativo. El libro lo empecé a leer pero cumpliendo con su consigna, nunca lo terminé. La canción me sigue emocionando a pesar de que las emisoras radiales la pasen con menor frecuencia. La película (la primera, la única) fue la marca de la fantasía, el sello que llevaría el resto de mi vida para rebelarme contra todo tinte amargo y siempre apelar a la ficción. No podría pasar por alto Laberinto, que fue un hachazo a la cervical que terminaría por hundirme del todo en esos sueños descabellados de los que difícilmente un niño quiera despertar. Sólo esas noches antes de las vacaciones, en que tornaba los ojos y deseaba que el sueño finalizara en cuestión de segundos y estar libre sin rendirle tiempo a nada ni nadie; sin límites más que la noche para volver a casa a bañarte y cenar. Sí, lo sé. Es una etapa en la que me siento la voz en off de Kevin Arnold adulto, transmitiendo su enseñanza a la teleaudiencia antes de cerrar cada capítulo. Los años maravillosos son así, inquebrantables para cualquier ley humana o natural.

27/9/08

Activia

El tránsito lento no se puede eludir un viernes por la tarde (casi noche) ante cortes de avenidas, trotes imposibles por microcentro, ataques de vendedores de Hecho en Buenos Aires y demases. Así que me perdí el comienzo de La mujer sin cabeza, primer película que veo en cine desde 2005. Y como recién le comentaba al Señor Cosa por teléfono, tendré que pagar nuevamente la entrada y ver el accidente en la pantalla para luego retirarme tan satisfecho como lo hice ayer (o más). El orden de los factores, jamás altera el producto.