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25/3/17

Niño pobre


Dedicado a Domingo, esté donde esté.

Es tu canción.
No hay forma más cursi de evocarte que siguiendo su entonación
con el sonido motorizado de tu ronroneo en estéreo.
Hoy me puse mal mientras arrancaba brotes espinosos de tu arbusto favorito.
Necesitaba verte ahí trepándote con toda tu euforia,
esa velocidad potencial con la que te llevabas puesto todo.
Quería verte ahí, cómo te enredabas al follaje de las ramas
como el T-Rex de la primera Jurassic Park emergiendo por primera vez en la pantalla.

Porque puede sonar frívolo de mi parte -lo sé-, pero siempre me pregunto:
¿a dónde van los gatos desaparecidos como Winston y vos?
Sé que no a los vuelos de la muerte, pero sí víctimas posibles
del veneno de la maldad de los vecinos,
de manos apropiadoras,
o sucumbieron, quizás,
a bocas desgraciadas de perros o aves mutantes rencorosas.

Extraño tus mordidas a mi frente y a mis piernas, tu cuerpo desplomándose contra mis pies,
tus lamentos extendidos como suspiros que indicaban tu vejez prematura,
extraño que seas mi despertador en el medio de la madrugada y me dejes a la intemperie.
Extraño tu hambre invasiva al momento de cocinar y comer, robando como niño pobre que sos.

Lee también te extraña.
Te llora en la entrada del jardín,
te espera por las noches y duerme en tus rincones.
Extraña recrear escenas homosexuales con vos, esas de amor con persecuciones, lamidas y mordidas.

Te extraño y te amo mucho,
sos un forro por irte un viernes sin despedirte, por presentarte un domingo a la noche.
Porque vos llorabas esa noche y esta noche, soy yo quien no sabe llorarte,
no sé qué hacer con esta angustia de que ya no vivamos más juntos.

15/8/14

Chaucha / implosión / hábitat


El estallido son: expulsiones a modo de fusil emitidas por los frutos con forma de chaucha de las glicinas. 

Esta es la época del año en que hacen implosión para fertilizar la tierra en una penetración cruda y vigorosa. Entre los errores esperados, algunas semillas se lanzan contra los vidrios de las ventanas, otras atentan contra los gatos en sus actividades ceremoniales y el resto de las plantas del jardín formándoles hoyos. 

Analizo ante el sonido a modo de fusil la consecuencia de cada acto propio, 
cada gesto, 
cada movimiento
manifestación
cada palabra
(más adelante se analiza el procedimiento técnico por el cual se expresa lo siguiente)
cada pensamiento
sobre el hábitat y la naturaleza. 
Aún cuando el sonido de la brutal fertilidad me sobrepase
y consuma.

27/5/13

Salvajismos



Curiosamente, vivimos ese momento como un desparramo brutal de cariño. 
Durante algunos instantes cobró dimensiones en las cuales la pasión -o la inconmensurable sensación de placer mutuo- dejó de ser una guía confiable y el deseo optó por dejar marcas, rutas en su piel con formas definidas de tal forma que podría reconstruirse la situación con detalles.

Como un curador practicante ejerciendo su rito de sanación, cubrí esas zonas con merthiolate rociándolo de a poco, viendo cómo caía sobre su cuerpo y se hacían charcos mientras escurría algodón para absorber el excedente.

Deslicé mi boca con leves rastros de alcohol hasta cubrir todas las señales dejadas por mis uñas largas y desprolijas para mantener su cuerpo libre de riesgos, infecciones, insectos y demonios.
Cualquier amenaza. 

Intenté retomar luego del rito las caricias nuevamente. La suavidad de las manos y su ligereza.
Y cuidarla, como promesa inconfundible del decálogo mental de un pupilo obediente, leal a sus creencias frescas, recién bienvenidas.  

4/6/12

Felipa




Guerrera insaciable
invicta en tus épicas bravas,
salvajes y furtivas
desatadas sobre pavimento
elastizado
como alfombra roja de la fama
para tus pequeñas piernas,
combinación blanco y negro,
embadurnadas de cemento fresco
cual glitter
inundando tus suaves contornos
pequeños
delicados
que cautivaron
gatos de regiones distantes,
reinos en ruinas.

Guerrera insaciable
eterna matriarca
de dinastías aguerridas
que desconocían la suavidad
el rocío
el olor a pasto
el alimento balanceado
la calidez de un sillón.

Tu hocico
bañado torpemente en rosa.
Tu cuello elevado
prolongándose como el de E.T.
Tus ojos, interpelando las glicinas
y el sonido desgarrador de tus uñas
destrozando la corteza del jazmín chino;
luego descansarás en ásanas de aseo.

Y la totalidad de tu presencia
Oh, Reina Felipa,
gestora de paz y respeto entre poblados sureños,
representante de la justicia de medianeras.
Proclamada reina por tus servidores
extintos hace miles de años

Yo, por tu causa,
porto el óleo fresco aún
con tu retrato en mi remera.

Te represento, oh Reina Felipa,
como si llevara en mi torso
la sangre de todos tus muertos
clavados en forma de brochette
en un sable extenso glaseado de sus vísceras
apuntando hacia la boca del cielo.

Ilustración de Fernanda Cohen, "My will, my cat".

14/3/12

Golfa labios de yummy


Esos, tus labios, se ensanchan y te consumen de nada,
como bostezo matutino devorador de ancianas,
con el toc toc de las pulsaciones
operando con base y centro subterráneo 
desde la intensidad
desde la brutalidad del casi wild west.

Se expanden; siempre abiertos. 
Sugerentes. Bronceados. Húmedos. 

Esos labios están llenos de sexo y amor. 
El pigmento más intenso, el amor. 

11/1/12

Rescatate, gato


Nunca se me hubiera ocurrido, si de aventuras proyectadas desde la tierna infancia hasta la actualidad se tratase, que un día como hoy estaría durante horas subido a una escalera tratando de simpatizar con un gato siamés incrustado entre medio de los nudos y ramas de las glicinas, atrapado con el miedo arraigado en las uñas y la corteza del arbusto. Mucho menos que trataría de manipular sus ecónomicas y poco arriesgadas andanzas con una escoba y ofrecerle como vía de escape una maceta gigante. Ni manguerearlo exhaustivamente para obligar que sus movimientos lo lleven hacia alguna medianera. 

Muchísimo menos que horas más tarde estaría en la terraza de mi casa junto a mi padre usando un lazo armado con cable de video para atrapar el cuello del siamés en cuestión, que estaba empapado y miraba cómo errábamos los tiros con indiferencia (o resignación absoluta). Mi padre, emotivamente, recordó hazañas de westerns en el acto y me comentó que justo ayer había vuelto a ver Por un puñado de dólares

Cuestión: a través del proveedor mayor de rumores barriales (mi vecino el carpintero José) di con el paradero del dueño del gato que es ni más ni menos que el querido José Ignacio, eyector de pelotas de tenis maltrechas, pelotas de fútbol, dinosaurios T-Rex / muñecos varios y ahora, gatos siameses.

26/11/11

Las aventuras del Pato Ñato




Una mañana de encanto tropical,

                                 un Señor Pato.

Pato instántaneo de la naturaleza seca y muerta
                          de la glicina
                          de su hoja diminuta, escurridiza
                          de achicharrada y mustia

     adherida, de pronto
                                     al tejido
                                como enmarañada -¿no?- a un conjunto de encaje de tela arácnida
                                                                      precisa, simétrica

  con el




apenas golpe tibio del viento del mediodía,

se bambolea

                                          un poco así, un poco asá

             como sellando un pacto

invisible

con aguas

invisibles

de la laguna Saladita.


O, me equivoco. Puede ser gallareta, juzgaría mi padre.

Dudo

A ver,
me cuesta

               distinguir y diferenciar del todo: pico, plumaje y etcéteras

Mi acceso al ojo ornitólogo es limitado



así que,
concluyamos en Señor Pato. Sin Pato Ñato.

                                                                           Eso es cosa de niños. De otros pasados.
                                                                           De enanos que no llegan a la altura de la ventana
                                                                             y Jamás
                                                 -con el acento marcado / utilizado / exagerado en el País de nunca Jamás-
                                                                                podrían llegar a verla.




                           (excepto que se monten en una silla, pero descontaremos esa posibilidad)

      

Bonus pic, Felipa. Tampoco llega a apreciar la bella aparición del Señor Pato. Por petisa, no por felina.

12/10/09

La estética provocativa de un neo-romántico



"Jardín de altares violáceos", mi antología histórica de poesías recientemente publicada por Huesos de jibia. Muy pronto, en las librerías mais gostosas de su barrio. Se pueden pedir ejemplares por mail.



Felipa embarazada por segunda vez en lo que va de 2009. Muy pronto, en las manos de vuestros hijos ronronearán crías blanquinegras sumamente juguetonas.

13/3/08

El retorno de un gigante









Fotografía: Yamila Montaña
Modelo: Romeo
Maquillaje: Ernesta Barrelli
Vestuario: Cristino Housemann

16/2/08

Eran cuatro hermanos que decían quiero ir a las estrellas...

Desde los tiempos en que mi abuela comenzaba a ceder a la oscuridad y no gozaba de la salud y vigor que en otros tiempos eran parte de su idiosincracia, comenzaron a invadir su patio los gatos. Eran gatos de vecinos, otros no tenían dueños y algunos eran simples turistas sexuales. Después de la muerte de mi abuela, la casa quedó deshabitada y su patio se volvió inevitablemente en un lugar de recreo y entretenimiento ideal para los felinos, que incluso encontraban espacio suficiente para entregarse a sus pasiones nocturnas. También era un refugio seguro para sus reiteradas camadas de crías, que cuidaban allí hasta que fueran lo suficiente estables como para iniciar sus andanzas y cazas por sí mismas.
Ayer, siendo viernes 15 de febrero, cuando salí al patio a regar, escuchaba un sonido que relacioné con algún pichón en alguno de los techos o en los arbustos altos de la casa contigua. Ante el reiterado llamado, decidí localizarlo y en esta cruzada me di cuenta de que el ruido provenía de mi patio. Provenía de un rincón del jardín. Me mezclé con la maleza y bajo el jazmín encontré que no eran pichones, si no que cuatro pequeños gatos junto a su madre, a la que sólo podía verle su ojo amarillo, que amenazaba con dejarme ciego y lanzaba un código felino extraño que no pude descifrar. Después se marchó asustada ante mi insistencia por penetrar su nido. Nunca había visto gatos recién nacidos; son pequeños y similares a las ratas. Cuando los observé más detenidamente y los acaricié, pude ver que todavía tenían el cordón umbilical colgando de sus cuerpos.

Diez meses atrás, cuando nos instalamos en la casa, nos aventuramos en todas la acciones y medidas posibles para ahuyentar a los gatos invasores, que se habían apoderado de todo el patio al mejor estilo de ocupas anarquistas firmes en su resistencia. Pusimos alambres de púas en la medianera, tejidos en las esquinas, consultamos a especialistas en el tema que no llegaron a ninguna conclusión luego de hilar teorías varias. Algunos nos propusieron el experimento Schrödinger al cual nos negamos rotundamente. Resolvimos adoptar métodos poco ortodoxos para espantarlos, como salir al patio en horarios insólitos con la vestimenta que se tuviera o no puesta, totalmente fuera de sí para correrlos del jardín y demostrarles nuestra autoridad y hacerles evidente que ese espacio verde es nuestra posesión. No somos grandes simpatizantes de los gatos en general, excepto por Romeo, pero tampoco los detestamos ni haríamos la idiotez que reina en los suburbios generalmente, de envenenarlos o, los más descarados, de practicar tiro al blanco con ellos. Nosotros tenemos en claro lo que nos molesta de ellos: que nos llenen el jardín de mierda de todos los colores y formas posibles, y se vuelva una aventura surcar el pasto. Ni hablar de pensar recostarnos en él y mirar el cielo.

Las cuatro crías nos despertaron preocupación, porque su madre (a quien nadie quiere reconocer) eligió nuestro jardín para darlos a luz y criarlos. El padre de estas criaturas (del cual su dueño no quiso hacerse responsable porque es un gato "culiador") no manifiesta el mínimo interés en su legado. Así que tomamos la responsabilidad de proteger el nido que escogió la madre y concederle ese espacio para que los cuide y cumpla su rol de madre con total libertad, molestándola para nuestras tareas del jardín, como son regar y cortar el pasto con cierta frecuencia. Así que respetaremos durante los treinta o cuarenta días que demore este asunto de la lactancia y que los pequeños puedan tener la suficiente fuerza en sus patas para avanzar y comenzar a alimentarse por sí mismos. Mientras, entraremos en campaña para buscar personas cuidadosas y que consideren ser lo suficiente responsables como para cuidar, encargarse y hospedar en su hogar a alguna o la totalidad de las crías. O reporten y nos demuestren elocuentemente que son amantes de los gatos. Nosotros no tenemos la energía, el sustento económico ni la responsabilidad suficiente para hacernos cargos de ellos, y por el momento, para ningún animal o criatura. Claro, además sería contradictorio adoptar gatos cuando tratamos de evitar que nos llenen de excrementos el jardín o que no nos dejen dormir cuando están en celo. Así que, por ahora, estamos de padrinos en el asunto.

Fotos: Yamila Montaña