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28/7/18

Prueba y olor



¿En cinco años seguirá existiendo esta plataforma?

Me hago esta pregunta basado en el tiempo de vida del blog pronto a vestir un traje de quinceañera hecho con gasa blanca mortajada. Cuando lo empecé no tenía expectativas, lo hacía por inmediatez. Hoy ya no me encuentro en esa situación y por eso ahora pienso que lo que estoy escribiendo podría tener un tiempo de vida útil comparable al de una reseña para TripAdvisor. 

¿Considero más trascendente lo que escribo ahora que cualquier crítica de un usuario random de TripAdvisor?

No. Ambas plataformas pueden caerse, perder sentido antes o después sin importar ni sus usuarios ni sus contenidos, pero las fusiono porque pensé en quienes no les gusta comer. A esas personas tampoco les disgusta comer. Es una actividad sin goce, una necesidad vital y fisiológica asociada al refrán productivo y salubre que imperativamente indica: “Comer para vivir, no vivir para comer”. Me lo remarcaron toda mi vida como si se tratase de una jornada laboral en relación de dependencia en el que por medio de un contrato, queda pautada la entrega de energía y creatividad por un tiempo determinado a un cierto patroncito para que pueda edificarse un jardín inundado de faisanes y pavos reales. 

Muchos años atrás en un texto me proclamé sibarita y no voy a cuestionarlo ahora. El goce que me provoca comer está entre los más elevados y eso me sitúa sobre la muestra colectiva los “Olores de la memoria colectiva” de Cecilia Catalin. 

El olfato está totalmente ligado al disfrute de una comida: primero olfateo, después me llevo esa sensación al paladar. El olor condiciona la valoración de esa comida en un escalón básico, primitivo y esencial. El olfato dialoga antes con la comida y después la desintegra hasta aprobarla y darle pase libre al esófago. 

Catalin trabaja desde la cocina de un químico y sintetiza esencias y aromas que seguramente podrían ser narrados con gran calidad por Miss Tacuarembó o Jean-Baptiste Grenouille. Su colección en el sótano es un inventario de olores que recorren el pasaje “entre las connotaciones colectivas y las memorias íntimas; entre los olores concretos y los olores abstractos”. Un muestrario de boticario que exalta la capacidad olfativa y pone a prueba la distancia que te separa de olores -agradables, insignificantes, desagrables, pasajeros- consensuados. La nariz repleta y satisfecha, afectada por olores y definiciones.

29/11/16

Bichos


Me gusta escuchar cómo cruje el tejido de la ventana cuando los insectos se golpean contra él, atraídos por la luz de mi cuarto. No hay viento, así que detecto con mayor nitidez el vuelo corto y el golpe en seco. Respiro, exhalo, inhalo; repito manualmente la operación y me pierdo en los sonidos del tejido nuevamente.

-Sabemos ahora, que en los primeros años del siglo XX, nuestro planeta estaba siendo observado muy atentamente por inteligencias superiores a las del hombre, aunque también tan mortales como las nuestras. 

Hace algunas semanas tuve una entrevista. Me sentí incómoda. No logré despegarme de la silla y hablé entrecortado. El chico de recursos humanos pasaba sus ojos sobre mis manos, continuaba en mi curriculum y terminaba sobre la taza de café en su mano. El cubículo se fue cerrando sobre nosotros hasta que sentí la asfixia de cada pregunta. Mis respuestas dubitativas se esfumaban por el conducto de aire. Sentí placer cuando indicó el cierre ceremonial al tomar de su carpeta un nuevo curriculum. Recién en ese instante pude inclinarme y adoptar una posición suelta. Desde esa mañana no recibí nuevos llamados, prácticamente dejé de insistir en la búsqueda. Me tomé un recreo. 

La radio sigue. No la escucho, opto por la percusión del tejido poblándose de polillas, mosquitos, chinches, cascarudos: todas las especies. Me destapo y bebo un sorbo de agua. Me despeino el flequillo, recorro con vehemencia mi cabello y lo refriego contra mi cara, me sumerjo en él y lo huelo. 

-Era la noche del 30 de octubre. La agencia de noticias Crossley estimó que unos treinta y dos millones de personas, en todo el país, tenían, en ese instante, conectada la radio. 

Los golpes se pronuncian más. La luz pareciera irradiar algún tipo de sustancia seductora. Los bichos se están chocando como imbéciles contra el vidrio, ya traspasaron el tejido y lograron hacerle varias aberturas. El sonido se torna más grave y profundo. El repiqueteo perdió su naturaleza armónica. Me distraigo, pierdo de a poco la concentración y vuelven a inquietarme los pensamientos. Intento perderme en algún recuerdo placentero, alguna imagen que retenga. Viajo atrás, muy atrás y ya me llené de actividades. Tengo una lista mental de pendientes. Cierro los ojos.

-Me encuentro, en este instante, en una gran sala semicircular totalmente oscura, y que llama la atención por su larga ranura en la bóveda del techo. A través de esta abertura puedo contemplar el cielo lleno de estrellas, cuyas luces se reflejan sobre el complejo mecanismo del enorme telescopio instalado aquí. 

Pierdo la voluntad y la necesidad. Días atrás había perdido el apetito. Por inercia o como acto reflejo, cierro mis piernas. Están fruncidas, el short ajustándose a mis glúteos y humectándose con el sudor. Froto mi cola, que se expande contra los pliegues de la sábana; me dejo envolver por la sensación de la textura del acolchado rozando mis pies. Los bichos rajaron el vidrio de la ventana. La vanguardia emerge como una patrulla de control y se tumba contra la lámpara, da vueltas alrededor de ella. La idolatría y sus devotos va in crescendo, amontonándose en un crisol de colores que resplandecen ante mis ojos semicerrados. Mis manos se cierran contra mis pechos. Exploran mi remera vieja, holgada y llena de roturas. Una caricia con fuerza prueba el estado rígido de mis pezones y mis dedos caen en picada por mi short, cada vez más pequeño e insignificante metido entre mis nalgas. 

Los bichos invaden el cuarto y el ruido se vuelve imposible. Intento hacer algo, pienso un movimiento y cedo a hundirme en la dilatación de mis labios. Expandidos. Estoy lista, dispuesta a ser el alimento de una turba frenética de conducta patriarcal maligna, exacerbada y con erotismo básico. Empiezo a abrir mis piernas y las elevo. Apunto hacia la lámpara y oscilo mis pies como si fueran una carnada. 

Los bichos giran por la luz, pero algunos comienzan a impregnarse en mi piel, merodeando. Se posan unos segundos y retoman vuelo, después vuelven y me inspeccionan como un nuevo objeto. Siento sus patas pequeñas adhiriéndose a mí, metiéndose a través de mis poros. Elevo más mis piernas y las separo. El enjambre se pega a la crema que había aplicado sobre mi cuerpo. Una grieta que se prolonga desde mis piernas y se profundiza hasta mi cintura, colmándose de más criaturas. 

El ruido enfermizo se vuelve un sedante que relaja mis músculos. Siento mi cuerpo flojo; la tensión se libera y es absorbida por la luz que se vuelve más fuerte, menos infectada de insectos. Mi piel se contamina de pisadas y patas viscosas múltiples, indescifrables. Podría responder con soltura cada pregunta de una entrevista en este momento, podría ser una candidata encantadora, inmaculada. Corro el pliegue del short que cubre mi sexo. La cadencia del enjambre se volvió atractivo. Me invade y con mis manos dejo que se expanda y se consuma junto a mi flujo.     

30/3/15

Radioterapia

Menos ionizante que la radioterapia pero con poderes al fin, este espacio que denominé "Crítica cultural" -con cierto humor y vanidad, por qué no- es donde estaré actualizando los audios de la columna de cultura que hago en el programa TKn Radial en FM La Tecno 88.3.

16/11/13

Sándwich

Como mientras veo su mano izquierda -minutos después notaré el cuello ortopédico cuando se levante y deje de darme la espalda- temblorosa a un ritmo constante, inquietantemente programado. Mano de colores pálidos con atisbo de marcas rosáceas. Repite - Qué bueno - a la señora que desayuna frente a ella. 

Sopla un viento letal, el mismo que se enreda entre los médanos de las playas.

Se mezcla un - Sí, Sol - lanzado por la señora de la mesa contigua . Una mujer tras la ventana tiene sobre la mesa un bolso con la palabra Miami poblando toda su superficie de manera insistente. Pienso en Tati. Y en que mi sándwich de pan árabe no tiene amor. 

Todos habitamos el mismo espacio común. 
Un mismo preámbulo. 

(mucho más tarde, cuando la señora que dijo - Sí, Sol - se hubiera marchado del café, la camarera diría en voz alta al retirar las cosas de su mesa que se olvidó su tarjeta Sube y el carnet de la obra social)

4/8/12

La nave exploradora y las aventuras espaciales del Capitán


Dedicado a la dulzura necrofílica del Capitán del espacio, Angelito y su magia titánica. 


Hoy quisiera viajar.

Viajar de veras y verdades como nunca hice,
como pocas veces sentí la necesidad.
Salir de casa, o de pronto ir al patio
y tener un cohete espacial esperándome en mi jardín.
Que esté cubierto de rocío, lleno de ramitas maltrechas y frutos secos.
Viajar como aquellos niños exploradores en los 80s
descubriendo magia en la ciencia
a través de revistas de catálogo
o cosas concretas:
maquetas sci-fi en Thunderbirds,
imágenes de Conozca más,
la voz de Jack Paladance doblada al español,
una colección de mi padre de cartas ancestral de historias marcianas ,
secuencias extraordinarias del Cosmos de Carl Sagan,
autopsias a extraterrestres en video VHS.

Con todo ese instrumental
proveerme de la mejor nave y partir solito.
Aventurarme como nunca contra todos mis miedos
contra todas las gravedades
contra todas las seriedades.
Tocar el culo más oscuro del espacio
hasta la profundidad y abrirlo totalmente:

Sentirme
al fin,
parido.
Eyectado hacia el medio de la nada.

Y que ese sea el espacio, cubierto de luces de neón,
escenografías baratas de sitios increíbles,
planetas deformes y de colores estridentes
de los que nunca recuerdo sus nombres exactos.
Ver entre el paisaje astronautas perdidos,
satélites obsoletos de la URSS o Estados Unidos,
robots trepados a chimpancés y perros
o viceversa,
con música de Vangelis en cassette obrando como cortina musical.

Entre todos esos incidentes
de cosmonautas y ficciones increíbles
sentir cómo eyaculan esos planetas imaginarios,
esas galaxias lejanas,
un chorro impresionante de dulce de leche
desparramado entre capas abundantes de chocolate
y cómo todo eso lentamente cubre por completo el cosmos,
como si se tratase de The Blob
devorando a Carl Sagan, Jack Paladance,
Ripley.
Todos y cada uno de ellos,
envueltos por una cantidad desproporcionada
asfixiante
superflua
de dulce de leche y chocolate
derritiéndose al instante con toda la maravilla del sci-fi artesanal
como el de las maquetas de aquellos triunfantes capitanes de Thunderbirds.

Mis sentidos colapsados con el recuerdo de Quilmes
y mi primera ingesta del Capitán del espacio
como un debut epicurista,
acto iniciático de un brebaje druida
empalagoso,
gula salvaje de la cual nunca me desprendería.

Magnánimo, el Capitán mirando solemne como una figurita
propia de una infancia anacrónica que no me corresponde
y sin embargo se apropia de mí.
Una porción de la infancia nunca vivida pero deseada
como mi nave exploradora.

El Capitán victorioso saliendo entre todo ese conjunto de dulzuras
vistiendo de un dorado plástico como envoltorio
con una presencia de falso 3D o en tres capas,
despegando con su nave o volando como Mighty Mouse
bañado en las victorias galácticas del dulce de leche
y esparciendo más chocolate a través de sus puños mágicos,
alimentando todas las bocas furiosas de la humanidad,
alienígenas y galaxias hasta saciarlos,
ensuciarles las comisuras de sus bocas
con un sabor vicioso difícil de despojar.

Y yo seré testigo,
pequeño testigo en silencio,
aventurado en mi nave exploradora 
comiendo la eternidad del espacio
en forma de alfajores triples.
Alentando épicas galácticas
de eras improbables,
venerando la figura de un Capitán dorado
manchado por dulce de leche. 


Nowhere Man by Gershon Kingsley on Grooveshark

23/5/12

The soft porn adventure II


Fragmentos de un film de culto del porno mundial (lamentablemente existen fotogramas y pasajes perdidos que no pudieron ser recuperados en la restauración del VHS), premisa y fundamento principal por el cual se rige su éxito dado su hallazgo entre el polvo húmedo y la soez del depósito de algún cine XXX de EE.UU.  

"The onanist" (a.k.a. El solitario) es de 1986 y tiene como protagonista al mítico actor porno búlgaro Job Malone que hizo cientos de cintas de soft porn durante la década del 80 que le brindaron cierta fama en el entorno para luego pasar al olvido. Actualmente se comenta en algunos sitios web que está viviendo en California con su familia donde administra un pequeño comercio de lavado de ropa. 


Un cortometraje lleno de nostalgia de una época como lo fueron los 80's; exacerbadas situaciones de conductas y hábitos fisiológicos que nos han avasallado y lo harán de por vida. No resulta extraño por sus particularidades estoicas, estéticas y argumentativas que su repercusión acumule a mansalva tanto detractores como amantes por la web, ahora que ha vuelto a salir a la superficie entre sofás viejos, raquetas de tennis, espuma de jacuzzi, vinilos y zorros embalsamados. 
Gracias al estimado Diego por la invitación para ver su estreno en Argentina y su aporte de la fuente para verlo subido en la web. 

12/1/12

Conejosidades

Un peluche decapitado en la calle puede ser un deleite para algunos, al menos para mí. Tal es el caso de "Rogelio, el conejo lumpen que regresó del espacio". La ciencia hace maravillas y deformidades. Mis manos, deformidades. Ahora Chichito tiene compañero de juegos.










1/12/11

Techno mash up

¿Qué resultaría en el caso de que se mezclaran dos canciones techno pop de los 80s contextualizadas por un lado (siniestra) en una película francesa y por el otro lado (diestra), en una partitura de Mario Bros.?

¿Te la sabés guachín?

Propongo que juguemos y probemos la experiencia juntos, ¿les parece?
Jugate conmigo. Vení, jugate ya.






Extraído del final de Beau travail, de Claire Denis 









Si te aburrís mientras mezclás, podés fumarte esto:

 o este bigote.

25/11/11

The death of Santa Claus / La muerte de Santa Claus



Ha tenido dolores en el pecho
por varias semanas, pero los doctores
no hacen visitas al hogar en el Polo Norte.

dejó de pagar su seguro médico Blue Cross,
se marea cuando le hacen exámenes de la sangre,
las batas del hospital siempre se le abren, las

salas de espera le causan dolor de estómago, y
de todos modos nada más tiene indigestión, por lo
menos eso pensaba, hasta el día en que al estarles

dando de comer a los renos, sintió como si la mano
de un monstruo le hubiera agarrado el corazón
y no dejara de apretar. No puede respirar, y el

mundo blanco tan hermoso se torna negro,
y cae sobre su panza de gelatina en la nieve
y la Sra. Claus sale corriendo de la fábrica

de juguetes, gritando, y deja a los duendes
frotándose sus manitas nerviosas, y la nariz
de Rudolph se prende y se apaga como una luz de ambulancia

triste, mientras en Houston Texas en una de esas casas en serie,
yo, de 8 años, le digo a mi mamá que los mensos
de la escuela dicen que Santa Claus es pura mentira,

y ella, tomándome la mano, se sienta conmigo en el sofá
de flores moradas, con lágrimas en los ojos,
y con una terrible noticia en la garganta.

de Charles Webb

Reading the water, 1997, "La muerte de Santa Claus".
Traducción: Juan Hernández-Senter, Ed. Verdehalago, 2000 México.

26/10/11

Sentido


Sentir, sentir, sentir, sentir
y si el sentido se ha ido
no queda más que sentir, sentir, sentir...

Ay si pudiera salir
de mi cuerpo
y hundirme en el afuera
inexistente.

Ay si pudiera parar
de rebotar por mi interior
hecho pelota.

Sentir, sentir, sentir, sentir
y si el sentido se ha ido
no queda más que sentir, sentir, sentir...

de Roberto Jacoby.

Musicalizado por Pablo Dacal -y otros señores más- acá:

29/8/08

Dirty Pork Stew

This recipe appeared in our local paper a couple of weeks ago. The Loon Cafe is a popular Mpls. restaurant. We had the stew tonight over cooked rice. It was great! I didn't use all 10 cloves of garlic because my husband's not a garlic lover (I used a measly 3!), didn't add the hot pepper sauce (thought the jalapenos and green chiles would be enough for this family) or the onion powder (didn't have any).

Loon Café's Dirty Pork Stew
(serves 6)

2 lbs. lean pork, cut into 1-inch cubes
1/4 c. oil
1 medium onion, diced large
3 (4-oz.) cans diced green chiles
1 (14 1/2-oz.) can diced tomatoes
2 fresh jalapeno peppers, minced
10 cloves garlic, minced
1 (12 oz.) bottle of beer
2 tbsp. ground cumin
1 tbsp. chili powder
1 tsp. black pepper
1 tbsp. sugar
1 tsp. salt
3 dashes hot pepper sauce
1 tbsp. chicken base or 4 chicken bouillon cubes
1 tbsp. beef base or 4 beef bouillon cubes
1 tsp. onion powder
1 c. sliced green onions, whites and greens

In a large Dutch oven or heavy stew pot, brown pork in the oil until it is well-browned and cooked through. Combine the onion, chiles, tomatoes, jalapenos, garlic, beer, cumin, chili powder, black pepper, sugar, salt, hot pepper sauce, chicken base, beef base, onion powder, and green onions; add to the browned pork, add just enough water to cover if needed. Cook at a low simmer for about 1-1/2 hours, or until meat is tender.