Los restos como un forma de recordatorio.
Papel picado, bolsas de consorcio y de regalos.
Vasos amontonados, grietas en el cuerpo,
en la cabeza y en la memoria.
Restos, todos restos.
Resabios de un dragado mental,
excesos que dañan mi cuerpo,
tu cuerpo.
Un cuento de hadas que nuevamente leemos en la noche,
prácticamente eterna,
culminada en la neblina espesa del bosque
invadido débilmente a través del sol lejano parpadeante.
Una foto gigante tuya reprobándome
desde un pasado de desconocidos
y un viaje de aventuras exitosas.
Coordenadas deseadas y habitables
que fueran anotadas con marcador en un mapa geográfico
mental.
Para regresar, hacerse pies, manos,
toda una tuna repleta de agua
dispuesta a fundirse en la tierra seca
para luego cambiar destinos.
Nuevas coordenadas.
Cambiar atuendos de tuna
por araucaria patagónica.
Lamentable –desde el momento del repaso de un listado con
la sucesión de los acontecimientos-
no haber podido tomar conciencia presente de todos los daños.
Destrozar con tanta facilidad,
como un preparado vertiginoso de confetti con mis libros favoritos.
O esa lectura del cuento de hadas
declamada entre susurros con el calor de los gatos
y luces apenas brillando en el cuarto.
Triste nota al pie de eventos épicos llenos de amor,
con personas brindando amor,
y un disco homenaje treintañero como banda de sonido.
con sangrado y puro amor. se lo quiere jan.
ResponderBorrarese no fui yo. quien sera eh...misterio.
ResponderBorrarche que chabon creativo. no se en que se basa este poema pero esta muy bueno.