Esa cabecita de perdida y abandonada
por todo registro activo de movimiento celular
capilar.
Hoy al ras,
confundida con calvas abominables
de sujetos despreciables.
Innombrables.
Aparece escurriéndose sin vida
contra la vidriera de un local en pleno microcentro
Considera haber llegado al núcleo
de la cuestión culinaria.
El olor de la fritura de Lavalle,
una ola consecutiva de moscas
y un acantilado de verborragia homoerótica
de talla proletaria.
A la mirada de aquella cabecita perdida y rapada
se la fagocitó una milanesa
de contextura plana como lámina
y de aspecto ficcional.
parece un poema de gianuzzi, pero mejor. me gusta.
ResponderBorrarno me hagas la ley del hielo, es feo.