Todo parte de la aventura que emprendieron mis padres el año pasado a Guatemala. Las contradicciones del paisaje, más notorias que en la realidad local, me recuerdan a una frase que aplicaba una profesora a México.
“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
Totalmente aplicable a casi todos los países latinoamericanos. Las ferias callejeras, la invasión de camionetas traídas de Estados Unidos, las procesiones de Pascuas llenas de frutas en un arreglo muy meticuloso cubierto de colores y las cadenas multinacionales de pollos fritos. Los hoteles colosales llenos de gringos en sus piscinas y a pocas cuadras la pobreza enredada como madreselva a la belleza natural de las montañas y selvas. Está bueno que irrumpa Regina Jose Galindo en ese marco. Latinoamérica es una región en experimentación constante, eso lo sabemos, atormentada por el espíritu de Cristo y sus millones de hijos, bastardos ya. La tormenta del dolor que se vive en el cuerpo, en las llagas y como manifestación, obra conceptual. Los estigmas se reproducen en cadena y los testigos caen como piezas ligeras, uno tras el otro.
Soy lugar común / como el eco de las voces / el rostro de la luna / Tengo dos tetas / –diminutas– / la nariz oblonga/la estatura del pueblo / Miope / la lengua vulgar / nalgas caídas / piel de naranja / Me sitúo frente al espejo / y me masturbo / Soy mujer / la más común / entre las comunes.
El uso del cuerpo como lenguaje de denuncia, la automutilación, la autodestrucción y estar tan lejos de Gía, estandarte de otro tipo de dolor en otro tipo de contexto en otro tipo de circunstancias en otro tipo de sociedad. O vayamos al caso más cercano del sectismo dark/gótico/emo o como sea, enfermedad derivada de la adolescencia necrológica que a veces goza de cierto masoquismo sin sentido y que poco me interesa.
Y sí, la ex poeta viajera liliputiense Leonor Silvestri elaboró una nota interesante sobre el arte conceptual en latitudes guatemaltecas, con ecos de las grandes actividades performáticas que existieron y siguen tejiéndose en México también con representantes como Katia Tirado, Lorena Orozco o Lorena Wolffer.
El cuerpo como objeto de experimentación, como panfleto único y motivo de denuncia. La sangre derramada, con voluntad conceptual. Con sed de modificar. Con urgencia. Es un reclamo que traspasa la cordialidad y la belleza, y quizás esté orientado a una purificación no estética, sino que social, ante la violencia del día (y de la noche). Es interesante el planteo y merece su estudio. En tierras eslavas reproduce trabajos similares pero con menos violencia, o bien, otra poesía más vinculada a la sensualidad balcánica, Marina Abramović. Otro ejemplo es el de la cubana Ana Mendieta.
El dolor como acto: ¿Tiene respuesta? Vivir las masacres de la sociedad en la propia piel, en el propio cuerpo, abre la inquietud. Desplaza el foco de atención y quizás, exhibiéndolo en una galería, cobre importancia. ¿Cobra importancia?
En todo caso, el flagelo como obra de arte, puede ser involuntario. Ahí todos somos testigos de obras de artes cotidianas, el arte está en todas partes, ya lo dijeron muchos antes que yo, monstruos de la vanguardia, claro. No hay que ir al MoMa ni al Malba. Sólo abrir más los ojos y ver cada Regina pariendo un grito seco en la calle.
“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
Totalmente aplicable a casi todos los países latinoamericanos. Las ferias callejeras, la invasión de camionetas traídas de Estados Unidos, las procesiones de Pascuas llenas de frutas en un arreglo muy meticuloso cubierto de colores y las cadenas multinacionales de pollos fritos. Los hoteles colosales llenos de gringos en sus piscinas y a pocas cuadras la pobreza enredada como madreselva a la belleza natural de las montañas y selvas. Está bueno que irrumpa Regina Jose Galindo en ese marco. Latinoamérica es una región en experimentación constante, eso lo sabemos, atormentada por el espíritu de Cristo y sus millones de hijos, bastardos ya. La tormenta del dolor que se vive en el cuerpo, en las llagas y como manifestación, obra conceptual. Los estigmas se reproducen en cadena y los testigos caen como piezas ligeras, uno tras el otro.
Soy lugar común / como el eco de las voces / el rostro de la luna / Tengo dos tetas / –diminutas– / la nariz oblonga/la estatura del pueblo / Miope / la lengua vulgar / nalgas caídas / piel de naranja / Me sitúo frente al espejo / y me masturbo / Soy mujer / la más común / entre las comunes.
El uso del cuerpo como lenguaje de denuncia, la automutilación, la autodestrucción y estar tan lejos de Gía, estandarte de otro tipo de dolor en otro tipo de contexto en otro tipo de circunstancias en otro tipo de sociedad. O vayamos al caso más cercano del sectismo dark/gótico/emo o como sea, enfermedad derivada de la adolescencia necrológica que a veces goza de cierto masoquismo sin sentido y que poco me interesa.
Y sí, la ex poeta viajera liliputiense Leonor Silvestri elaboró una nota interesante sobre el arte conceptual en latitudes guatemaltecas, con ecos de las grandes actividades performáticas que existieron y siguen tejiéndose en México también con representantes como Katia Tirado, Lorena Orozco o Lorena Wolffer.
El cuerpo como objeto de experimentación, como panfleto único y motivo de denuncia. La sangre derramada, con voluntad conceptual. Con sed de modificar. Con urgencia. Es un reclamo que traspasa la cordialidad y la belleza, y quizás esté orientado a una purificación no estética, sino que social, ante la violencia del día (y de la noche). Es interesante el planteo y merece su estudio. En tierras eslavas reproduce trabajos similares pero con menos violencia, o bien, otra poesía más vinculada a la sensualidad balcánica, Marina Abramović. Otro ejemplo es el de la cubana Ana Mendieta.
El dolor como acto: ¿Tiene respuesta? Vivir las masacres de la sociedad en la propia piel, en el propio cuerpo, abre la inquietud. Desplaza el foco de atención y quizás, exhibiéndolo en una galería, cobre importancia. ¿Cobra importancia?
En todo caso, el flagelo como obra de arte, puede ser involuntario. Ahí todos somos testigos de obras de artes cotidianas, el arte está en todas partes, ya lo dijeron muchos antes que yo, monstruos de la vanguardia, claro. No hay que ir al MoMa ni al Malba. Sólo abrir más los ojos y ver cada Regina pariendo un grito seco en la calle.