1968: el culo te abrocho
Fernanda Laguna se escapa de Appetite "Alguien va a La Paternal? Están caros los taxis". Hacía años que no entraba en Appetite, es más, la última vez que lo hice estaba todavía en su viejo local donde Daniela Luna se regodeaba de ser muy avant-garde -lo eres, seguro que lo eres- de cualquier manera para estar sobre el otro. Jorge Porcel Jr. flashea con fotos acá allá over there overflow yeah. Un espectáculo poco creíble, de repente revive Proyecto V (nunca usé mis 20 venusinos). Falta Qué out sonando de fondo, pero está Virus en un grabador y el darkroom se expande, somos todos pequeños voyeurs de la orgía montada por Jacoby, en el centro de la sala, coqueteando con todos los halagos, con todos. Es indudable el valor de Roberto como artista conceptual en Argentina y sus logros con Fundación Start, Ramona y redes sociales varias.
"Sin embargo las intervenciones que realiza sobre un conjunto de documentos y registros de su archivo personal (algunos de ellos se exhiben por primera vez) no aspiran a explicar o justificar exegéticamente el presente por el pasado idealizado ni viceversa. Más bien se trata de hacer coexistir dos planos irreparablemente separados para ver si la diferencia de potencial entre ellos puede abrir brechas en las narrativas genealógicas o proyectivas."
Las letras de Virus en los documentos, otras de temas de Leo García como tapas de los libros de Mansalva. Artistas visuales, algunos ya muertos, en los panfletos, como el maestro Pablo Suárez, del que se hizo una muy buena retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta unas semanas atrás, justo al lado de la de Liliana Maresca, la chica foto-performance-instaladora, muy punk. Arde Tucumán y el Di Tella. Jacoby se despide del arte que abrazó cuarenta años atrás con pop.
Cerca de la entrada de la galería, tiradas por ahí dos esculturas de Diego Figueroa de su gallinero, todo tirado en el caos, en el hambre voraz, sexual de Appetite. También exponía Verónica Romano algunas esculturas, apartada en un reducto del pasillo, después de la barra de tragos (todos bebían vaya a saber qué). Fue la primera vez que estuve presente en la destrucción de una obra de arte, de una escultura de Verónica que una chica tiró cuando pasó torpemente por el mobiliario que la sostenía. No se preocupen, no se rompió, pero la impresión fue tal.
Fernanda Laguna se escapa de Appetite "Alguien va a La Paternal? Están caros los taxis". Hacía años que no entraba en Appetite, es más, la última vez que lo hice estaba todavía en su viejo local donde Daniela Luna se regodeaba de ser muy avant-garde -lo eres, seguro que lo eres- de cualquier manera para estar sobre el otro. Jorge Porcel Jr. flashea con fotos acá allá over there overflow yeah. Un espectáculo poco creíble, de repente revive Proyecto V (nunca usé mis 20 venusinos). Falta Qué out sonando de fondo, pero está Virus en un grabador y el darkroom se expande, somos todos pequeños voyeurs de la orgía montada por Jacoby, en el centro de la sala, coqueteando con todos los halagos, con todos. Es indudable el valor de Roberto como artista conceptual en Argentina y sus logros con Fundación Start, Ramona y redes sociales varias.
"Sin embargo las intervenciones que realiza sobre un conjunto de documentos y registros de su archivo personal (algunos de ellos se exhiben por primera vez) no aspiran a explicar o justificar exegéticamente el presente por el pasado idealizado ni viceversa. Más bien se trata de hacer coexistir dos planos irreparablemente separados para ver si la diferencia de potencial entre ellos puede abrir brechas en las narrativas genealógicas o proyectivas."
Las letras de Virus en los documentos, otras de temas de Leo García como tapas de los libros de Mansalva. Artistas visuales, algunos ya muertos, en los panfletos, como el maestro Pablo Suárez, del que se hizo una muy buena retrospectiva en el Centro Cultural Recoleta unas semanas atrás, justo al lado de la de Liliana Maresca, la chica foto-performance-instaladora, muy punk. Arde Tucumán y el Di Tella. Jacoby se despide del arte que abrazó cuarenta años atrás con pop.
Cerca de la entrada de la galería, tiradas por ahí dos esculturas de Diego Figueroa de su gallinero, todo tirado en el caos, en el hambre voraz, sexual de Appetite. También exponía Verónica Romano algunas esculturas, apartada en un reducto del pasillo, después de la barra de tragos (todos bebían vaya a saber qué). Fue la primera vez que estuve presente en la destrucción de una obra de arte, de una escultura de Verónica que una chica tiró cuando pasó torpemente por el mobiliario que la sostenía. No se preocupen, no se rompió, pero la impresión fue tal.
Y está en todo el tipo. Algo similar ya decía Manuel Puig:
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