Interrogo a la estrellas
-sin memoria astral- elevando mis manos, frías del sudor.
El viento tiene dirección al Sur, siempre es al Sur.
Esta noche más que cualquier otra.
Hasta los fríos parajes donde el hielo me aprese,
barba amparo extinta hace décadas.
Esta noche viajo al Sur, junto al viento.
Más que cualquier noche, a pesar del norte de las estrellas.
24/1/05
La última inocencia
de Alejandra Pizarnik
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
He de partir
Pero arremete ¡viajera!
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
He de partir
Pero arremete ¡viajera!
22/1/05
Con parias y agotes hablamos en una cantina y oramos hasta el amanecer
Amigos parias y agotes, bebamos conteniendo el aliento y bebamos
del mantel la sangre vuelta vino y bebamos siempre que contengamos el aliento y no espiremos hasta no sentir a Dios colmar cada vacío de nuestros cuerpos
hasta que se irriten las ancianas del frío de nuestros cuerpos y la piedad esté perdida en los cañaverales del sudeste
perdamos la fé en la muerte y reguemos nuestros anhelos hasta los canales de Europa pero contegamos el sudor y abracemos al viento
Si esta noche no ven a Dios en sus alientos cuando aparezca el Sol, me purgaré del conocimiento, y adiós, diré a todos adiós.
del mantel la sangre vuelta vino y bebamos siempre que contengamos el aliento y no espiremos hasta no sentir a Dios colmar cada vacío de nuestros cuerpos
hasta que se irriten las ancianas del frío de nuestros cuerpos y la piedad esté perdida en los cañaverales del sudeste
perdamos la fé en la muerte y reguemos nuestros anhelos hasta los canales de Europa pero contegamos el sudor y abracemos al viento
Si esta noche no ven a Dios en sus alientos cuando aparezca el Sol, me purgaré del conocimiento, y adiós, diré a todos adiós.
Principio Único
Tan ancianas fueron las noches en que me desvelaba,
buscaba el color del principio Único en el cielo raso
y me detenías con tus manos y volvías al sueño.
Indagaba a los paraísos y espinillos el color del sacro movimiento,
mientras tomabas el delineador con tus pequeñas manos.
Recorría con mis yemas las cortezas envueltas en mis manos,
era verdor. Verdor genuino de las copas frondosas en el cielo.
Jugabas decorando tus pestañas con la paciencia de la belleza,
efímera en el calor cuando la escurría el sudor de tu frente.
Al llanto, tiraba mis manos y al piso una pequeña verdad
el bosquejo del ayuno en mis labios, y el principio Único,
moviéndose entre nosotros sin color.
Oramos, porque lo hacemos en vano, desconozco el matiz universal de tu vida,
entonces me hundo al pasaje de los bosques.
Estamos en comunión, nosotros, los ignorantes, exhibidos a los ojos más dignos
entonces parimos de nuestras pechos el sagrado desconocimiento.
Tus ojos me miraban pintados, tu caja de maquillaje a tu lado.
Caminabas como una niña y sólo volteabas al espejo
allí nos entregábamos a mirarnos. Te dabas a mis ojos, ya en blanco.
Tu falda estrecha se salpicaba para los ojos maduros como lanzas,
ese rostro cual muñeca, aún eras una niña de pinta.
El principio Único resplandecía en mis palmas, sin la frescura del color,
ni el del Cielo ni el de las estrellas. Tampoco el de las aves ni las mareas.
Era el color que jamás reconocí en tus pupilas, pintados tus ojos de niña.
Tan niña, yo burlaba a la vida.
buscaba el color del principio Único en el cielo raso
y me detenías con tus manos y volvías al sueño.
Indagaba a los paraísos y espinillos el color del sacro movimiento,
mientras tomabas el delineador con tus pequeñas manos.
Recorría con mis yemas las cortezas envueltas en mis manos,
era verdor. Verdor genuino de las copas frondosas en el cielo.
Jugabas decorando tus pestañas con la paciencia de la belleza,
efímera en el calor cuando la escurría el sudor de tu frente.
Al llanto, tiraba mis manos y al piso una pequeña verdad
el bosquejo del ayuno en mis labios, y el principio Único,
moviéndose entre nosotros sin color.
Oramos, porque lo hacemos en vano, desconozco el matiz universal de tu vida,
entonces me hundo al pasaje de los bosques.
Estamos en comunión, nosotros, los ignorantes, exhibidos a los ojos más dignos
entonces parimos de nuestras pechos el sagrado desconocimiento.
Tus ojos me miraban pintados, tu caja de maquillaje a tu lado.
Caminabas como una niña y sólo volteabas al espejo
allí nos entregábamos a mirarnos. Te dabas a mis ojos, ya en blanco.
Tu falda estrecha se salpicaba para los ojos maduros como lanzas,
ese rostro cual muñeca, aún eras una niña de pinta.
El principio Único resplandecía en mis palmas, sin la frescura del color,
ni el del Cielo ni el de las estrellas. Tampoco el de las aves ni las mareas.
Era el color que jamás reconocí en tus pupilas, pintados tus ojos de niña.
Tan niña, yo burlaba a la vida.
16/1/05
Acaricia la llovizna de Junio
No hay nada que esperar de la ciudad,
sólo los golpes retraídos de los obreros mutilando al viento,
desligarme de la humanidad innoble y enfrentarme al sol.
Ocultaría mi cuerpo bajo la sombra del valle, aquella pequeña
que cobija en su regazo mis noches de insomnio.
Más tarde me petrificaría en la fuente que baña la vileza de mis manos.
Pero no sin tus caricias,
sin tus dedos arrancando la vejez de mis cabellos.
Si supieras que has bebido mis diez mil hijos
sería más sencillo besar tus labios sucios de mí.
sólo los golpes retraídos de los obreros mutilando al viento,
desligarme de la humanidad innoble y enfrentarme al sol.
Ocultaría mi cuerpo bajo la sombra del valle, aquella pequeña
que cobija en su regazo mis noches de insomnio.
Más tarde me petrificaría en la fuente que baña la vileza de mis manos.
Pero no sin tus caricias,
sin tus dedos arrancando la vejez de mis cabellos.
Si supieras que has bebido mis diez mil hijos
sería más sencillo besar tus labios sucios de mí.
15/1/05
Mi padre
Allá en el océano flotaba mi padre boca arriba
sobre las salinas del mar.
Tenía los ojos cerrados, en una calma unida al cielo
al celeste que se perpetuaba desafiando la parcela de nubes.
Su vientre se expandía sobre el agua y brotaban los trazos
los puntos quirúrgicos en líneas torpes cruzando los vellos.
Se alejaba con su quietud humilde de la costa,
como en otras décadas lo hizo de su tierra natal de ríos,
de anguilas y desertores europeos.
Se alejaba de Dios y de sus hijos,
para olvidar entregarles sus besos en las frentes.
De su esposa y su madre.
Nadie jamás oyó cuando se despidió de esas tierras.
sobre las salinas del mar.
Tenía los ojos cerrados, en una calma unida al cielo
al celeste que se perpetuaba desafiando la parcela de nubes.
Su vientre se expandía sobre el agua y brotaban los trazos
los puntos quirúrgicos en líneas torpes cruzando los vellos.
Se alejaba con su quietud humilde de la costa,
como en otras décadas lo hizo de su tierra natal de ríos,
de anguilas y desertores europeos.
Se alejaba de Dios y de sus hijos,
para olvidar entregarles sus besos en las frentes.
De su esposa y su madre.
Nadie jamás oyó cuando se despidió de esas tierras.
11/1/05
Sin título
Dedicado a Belén
Fluye mi río desde la escama endeble
sin prisas que demoren su devenir.
La calma está expuesta en las aguas,
evocan la llovizna pasada.
Habré de recordar mis pasos,
los que me han situado junto a tí.
Aunque me sienta esfinge poseedora del murumullo sordo
es el agua lo que veneras de mí.
Fluye mi río desde la escama endeble
sin prisas que demoren su devenir.
La calma está expuesta en las aguas,
evocan la llovizna pasada.
Habré de recordar mis pasos,
los que me han situado junto a tí.
Aunque me sienta esfinge poseedora del murumullo sordo
es el agua lo que veneras de mí.
5/1/05
Ahí nado
Ahí nado
Después venían las tías junto al abuelo
hablaban largo y yo los escuchaba.
En realidad, hacía de cuenta que los escuchaba.
Me encantaba el comedor en silencio,
apenas el canto de los grillos en el patio.
En los viajes, les decía que cuando era grande,
había tenido un caballo.
Parecido al que pasta en el baldío del Club Mitre.
En ese entonces, era un niño. Era más blando.
La pelopincho era como un inodoro de gran tamaño.
Ahí nado, no tan mal. Hasta toco el fondo con los ojos cerrados.
Pero ya llegando la nochecita, se me helaba todo el cuerpo.
Me quedaba mirando fijo la terraza de baldosas gastadas, bien quieto.
No saben el gallinazo de piel que me pegaba.
Después venían las tías junto al abuelo
hablaban largo y yo los escuchaba.
En realidad, hacía de cuenta que los escuchaba.
Me encantaba el comedor en silencio,
apenas el canto de los grillos en el patio.
En los viajes, les decía que cuando era grande,
había tenido un caballo.
Parecido al que pasta en el baldío del Club Mitre.
En ese entonces, era un niño. Era más blando.
La pelopincho era como un inodoro de gran tamaño.
Ahí nado, no tan mal. Hasta toco el fondo con los ojos cerrados.
Pero ya llegando la nochecita, se me helaba todo el cuerpo.
Me quedaba mirando fijo la terraza de baldosas gastadas, bien quieto.
No saben el gallinazo de piel que me pegaba.
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