El Señor Javier Downes sacó recientemente su primer disco solista, "Despertar en un dibujo atómico". A continuación una hermosa crítica del disco hecha por Francisco Picone.
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“Hermano: no todo está mal. Mirá lo que recorriste”
Cita adaptada de "Gran Man"
Salió el disco de Javier Downes, señores. Y la espera no fue vana.
Trece canciones que son una fiel radiografía de cuerpo entero de este
artesano del desamor, incesantemente autorreferencial en las buenas y en las
malas.
Trece canciones precisas, completas, muy elaboradas; una larga confesión de
cerca de cuarenta minutos que no cualquier cristiano estaría dispuesto a escuchar
hasta el amén.
Trece canciones. Probablemente la manera más simple y menos arriesgada de
introducirse en este fabuloso pantano mágico de lodo benigno que es el universo
de Javier Downes.
Nos invita a sumergirnos en él ya desde Intro, el primer track. Con
una amena atmósfera onírica, paisajística, de colores a medio camino entre
luminosos y desconfiados de la vida; un pequeño viaje de placer artificial y
duda.
Muchas dudas o una sola duda, que se desliza perpetuamente a la velocidad de
la luz tenue. Planea a media altura, y llega a un abrupto final inesperado
(¿aterrizaje forzoso?), dando lugar casi sin respiro al tema más crudo y
compadrito de todo el disco.
Micro escolar, el bad boy track, la canción insana de “Despertar en un dibujo atómico”. “Este asado va a caerte pesado”, advierte. Y por lo amenazante del clima, parece hablarle al escucha siendo ese asado una alegoría del disco que está apenas arrancando. Cargada de tinta -roja, naturalmente- de calles empedradas, llenas de amenazas que rezan navajas y tajos. Canyengue del siglo XXI en clave de hip hop sudaca.
Micro escolar, el bad boy track, la canción insana de “Despertar en un dibujo atómico”. “Este asado va a caerte pesado”, advierte. Y por lo amenazante del clima, parece hablarle al escucha siendo ese asado una alegoría del disco que está apenas arrancando. Cargada de tinta -roja, naturalmente- de calles empedradas, llenas de amenazas que rezan navajas y tajos. Canyengue del siglo XXI en clave de hip hop sudaca.
La siguiente canción, Amantres, es un peluche cariñoso en
comparación. La contracara inocente y esperanzada. “Pongo toda mi sensibilidad
para no hacerte mal / quisiera soltar la represa de tu amor y disfrutar”, dice,
entregando enormes olas de pureza y optimismo. Aunque siempre persiste la duda,
ese desconfío-de-la-vida inherente que se adivina a lo largo de todo el
disco.
Párrafo aparte para la notable interpretación de la batería pura-sangre de
Jorge Sabelón. Un armónico equilibrio entre el golpe seco, contundente, y la
profunda gravidez y distensión propia de un sabio del instrumento (que conste:
la semejanza con el apellido es pura
coincidencia).
Internet se abre paso con el ingenioso recurso del ya retro sonido
emblema del dial-up al conectarse a la web (metáfora precisa de los 90s).
Otrora engorroso, hoy tan tierno que despierta la sonrisa de los más
nostálgicos. El juego de palabras y consecuente guiño sonoro es decididamente lúcido:
“yo pasé por ahí para charlar con algún infeliz”, revela no sin antes dejar en
claro su cinismo. Quienes lo conocen saben que no pasó por ahí sólo para
charlar con algún infeliz sino para vivir en gracia con ese estado. Basta
escucharlo decir “la internación es una linterna hacia vos” para comprender que
quien nos interpela sí sabe de qué está hablando.
Siempre que esté cantando (siempre, señores), Javier nos está diciendo algo.
No hay una sílaba que no esté sentida; concentra “puro sentimiento” el canto,
el decir de Downes, y su devenir narrativo.
Buen momento es la otra balada del disco. Desde la introducción nos
recuerda en su contexto sonoro a los últimos trabajos de Andrés Calamaro.
Pianos tratados suavemente, trompetas cálidas, percusiones y guitarras
acústicas acariciadas con dulzura.
Llegamos a la sexta canción y ya está más que garantizado que la búsqueda
camina -sinuosamente- por el barrio del eclecticismo: en esta oportunidad nos
sorprende con una pieza de corte netamente jazzero. Clásico, elegante y
acústico. Chiusso, es una inyección de swing que aporta instantáneamente
la cuota necesaria para descomprimir el matiz agridulce saboreado durante la
primera mitad del disco. Es una nueva introducción como puente a lo que será el
costado más introspectivo del disco: el lado b, más ligado a su primera
adolescencia.
Sí, señores, sin dudas este disco puede leerse perfectamente como los
diarios íntimos que Javier nunca escribió. Al menos, nunca en un libro cerrado
con candado, destinado al “querido diario” y dejado reposando bajo la suavidad
de una almohada.
Abre este segundo tomo con dos canciones compuestas a sus 13 años: Gran
man y Sin sentir (la última con ecos del rock latino de Santana).
Paradójicamente, se trata de las canciones más proféticas y resplandecientes.
Las de halo más místico. Aunque claro, siempre la duda.
Surge ya una reflexión casi ineludible: ¿Es posible la convivencia entre
chicos internados que esperan “el evento” (o esperan estar muertos) y niños que
saben amar y nadar en gotas contentas, todo eso a media canción de distancia?
¿Es posible el maridaje en un mismo disco de ritmos callejeros, sugerentemente
violentos de una canción como Micro Escolar y aquellas guitarras
empalagosas, backing vocals falseteados y abarrotados de miel de Amantres?
Es posible implorar ayuda (“sáname de esta tristeza”, en Chiusso) y
plantarse casi en simultáneo, o apenas unos minutos después, como una especie
de guía espiritual entregando parte de su iluminación (“me encontré un atajo a
la eternidad”, en Sin Sentir “hay un rescate y lo tendrás que encontrar”
en Gran Man). Sí, señores. En el universo de Javier Downes todo esto
resulta posible. Y genuinamente. Quienes lo conocen pueden dar fé. Alcanza con
escucharlo.
Sigue Canciones Bonitas, la primera de las tres que toma prestada de
sus amigos. En este caso la autoría es de Gonzalo Formoso, actual bajista de El
gran búfalo blanco, ex compañero de ruta musical de Javier al comienzo
de esta década. El rock hablando acerca del rock, interrogándolo con dureza;
exigiéndole “que suene bien la canción del horror”. El clima es levemente
asfixiante, en sintonía con una interpretación vocal desgarrada que deja al
oyente condenado a no quitarle los oídos de encima. Dentro de esta trama de
diálogo sucede una frase en clave de cita, apenas perceptible, a Esa
estrella era mi lujo, de Carlos Indio Solari. ¿Marcando territorio?
¿Homenajeando? De nuevo: el rock hablando del rock.
Turno ahora de La nariz del rey, composición del multiinstrumentista
Julián Repetto, músico de Los Grumis, también ex partenaire
musical de Javier, años luz atrás. Es un meta-reggae narcótico, oscuro y
sintético. Un groove de influencias más bien blancas. A tono, casualmente, con
la tónica de la lírica de la canción (ejemm).
El primer bonus del disco expone un Javier más puro y despojado. Un pedigree
cruza entre Tanguito y Pity Alvarez. Por cierto, su arista más filosa. La
del policía nos regala una frase memorable por su mordacidad: “¿Por qué te
fuiste con un rati? / Hubiera preferido que te fueras con mi amigo”. Una
composición redonda que se regocija en la tragicomedia. Un hit desgarrador que
sobrevivió al reviente y viene en forma espectral. Otra faceta del universo de
Javier (y van…). En el mismo track hay una segunda cita, esta vez más explícita:
Por ejemplo, una canción de Mateo y Cabrera (próceres de la canción
mística uruguaya) y seguimos con las declaraciones de principios estéticos.
Marcando territorio una vez más para definir la línea conceptual del estilo de
este joven cantautor santelmiano.
El segundo bonus es una canción de Diego Briata, quien supo ponerle la
guitarra a las composiciones de Javier cuando tocaban juntos (también con
Julián Repetto) en su grupo de la adolescencia, La Infinita. S.O.S. también viene con ciertos ecos jamaiquinos, contiene un
lirismo barrial –de vuelo enigmático- y hace referencia explícita a un
escenario ligado a la estimulación química al igual que La nariz del rey.
El encargado del arte de tapa es un polifacético artista del Sur del
Conurbano Bonaerense, Fernando Ghersini, quien raciona su tiempo entre las
letras, la experimentación sonora y los pinceles. En este caso con una obra por
encargo del autor del disco. En perfecta concordancia con la esencia de
Downes, la estética es meramente artesanal y desprejuiciada. Trazos simples,
colores vivos. Referencias a un erotismo a medio camino entre naïf y perverso:
un duende de espaldas, desnudo de la cintura para abajo, siendo observado
bajo la sugerente mirada de una princesa también desnuda (aunque en su caso de
la cintura para arriba). Todo en el marco de un escenario idílico de fábula
campestre, bucólica, onírica. Cordialmente asaltada por cierta simbología
nuclear. ¿La moraleja? Saquen sus propias conclusiones, señores.
El nombre del disco es, una vez más, fruto del intertexto con la cultura
rock. Una obvia referencia al título de una canción de Tango (José Alberto
Iglesias, Ramsés VII): “Despertar en un refugio atómico”.
La otra referencia obvia a Tango (Donovan el protestón, Drago. Nunca “Feroz”, por favor): es la imagen generada cuando lo vemos dejar cuerpo y alma tocando solo con su guitarra de cuerdas de nylon cualquier madrugada de un día de semana en algún tugurio porteño.
La otra referencia obvia a Tango (Donovan el protestón, Drago. Nunca “Feroz”, por favor): es la imagen generada cuando lo vemos dejar cuerpo y alma tocando solo con su guitarra de cuerdas de nylon cualquier madrugada de un día de semana en algún tugurio porteño.
El disco pasa por infinidad de momentos, estilos y estados de ánimo, pero hay
un valor que dura, queda instalado en el escucha atento y es lo que genera:
Respeto, señores. Genera respeto y atención, que acá hay arte genuino y
verdadero. Hay alguien contando historias, hay alguien ahogado en gritos
desesperados en busca del amor, la comprensión, la redención. Intentando
librarse del dolor a través de la canción. Eso es para lo que Javier Downes
está en este mundo.
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Para comprarlo recomiendo ponerse en contacto directo con su autor a través del siguiente correo: javaier@hotmail.com; también pueden adquirirlo en "Disquería
T", Lavalle 744 o en "Abraxas", Av. Santa Fe 1270
Loc. 74/76. Para los curiosos, les dejo un video con una canción que forma parte del disco.
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