Las gomas de auto que explotan como pochoclo, estranguladas sobre las caderas de los palos borrachos. Robustos, punzantes. Consumen los cordones y el pavimento. Beben del calor del pasto sobre una avenida. Una avenida derretida, bacheada.
Manoseada por peatones y automovilistas. Bañada por ilusiones ópticas, sangre y el hedor de la noche.