irritada la noche, bajo el frío de los cielos púrpuras
allí donde el lobo se hacía de calma, donde nacía el hambre
quise ser su sopa, una que fuese cálida y abundante en proteínas
tal vez, con cierto aroma agradable y especias picantes
ser el alimento de la criatura, que cedía su ferocidad al viento
sentí su lengua cayendo sin valor y sin sentido
delineando el contorno de mi jarrón de losa
saboreando los pequeños trozos de legumbres y luciérnagas
erré los caminos dentro de su estómago
intenté controlar la marea de acidez
no focejée la naturaleza misteriosa de la digestión
la noche había invadido aquel recoveco
sentía los sonidos del bosque, las voces lejanas de algún pueblo
los rugidos del lobo, tirado sobre los troncos muertos de líquenes
alguien hacía fuego, perturbaba mi sueño
quise despertarme del todo, desperezarme en la cavidad de su estómago indefenso
abrir un poco su cuerpo para descansar la vista y proveerme de aire
huele tan mal ciertas veces el interior de un animal
cedí mi violencia al brotar del sueño, embellecí la oscuridad con cantos
traté de danzar con movimientos toscos, desprenderme del cuerpo
es tan pesado ser de carne, mejor no mencionar los huesos
ahora recuerdo la cita de mi abuela
ten cuidado con los lobos blancos y los lobos negros
la tuve presente todo el tiempo
era tan dulce ese lobo hambriento
tenía el encanto de una mujer dolida de amor
yo quise ser su sopa
es tan rico ser sopa, si tan sólo pudiera probarme...
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