¿Por qué las criaturas invaden, hoy, la casa? El enceguecedor destello titila
calcina las pupilas, devora en fases y cesa, al resplandor el iris y al arco del triunfo.
La criatura mira - olvida el bullicio que se esconde en las ramas más altas - e increpa a un inquilino, lánguida su forma de retórica feroz el ataque y las morenas huyen del pasillo. Quizás el sueño malamado, la cara anidando las náuseas severas, las rocas engullidas por el desierto, el arroz disuelto en el dactilar él, lo representa. Lo quita. Menosprecia. Desea.
Duerme, inquilino. En la noche, las periferias de cal y el perdón de la criatura.
Más tarde.
La garúa condena del invierno alimento, frío, al desayunar.
Mañana retornará la criatura a entonar sus andanzas en sus tímpanos, inquilinos del ruido porvenir.
Respira.
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