Señor G (entrevistador): ¿Y de dónde surge esa necesidad, ese amor constante por las estaciones de servicio de cualquier tipo?
Jan: Me da una sensación repentina de viajero, quizás haya consumido muchas películas americanas de carreteras, estaciones perdidas en el medio del desierto y tenga esa idea tan arraigada. Eso me recuerda que siempre tuve una fantasía mediana con ser conductor de camiones...
Señor G: También tiene vocación de camionero, por lo que veo. No había notado eso antes...
Interrupción por un momento, se acerca una mesera y le sirve un café cortado al Señor G y levanta el plato con las migas de un tostado de Jan.
Jan: Ya le decía, no es tanto como una vocación, además nos estamos desviando del tema. Creo que forma parte de la idea global de un hombre solitario, quien es amante de la noche y esa impresión de sentirse refugiado a corto plazo, en una estación de servicio, como es mi caso. Es llegar a un lugar totalmente anónimo, no como casas de comidas en serie, me refiero a una estación decente, o no. Con sus sillas, quizás la chica que atiende detrás de una barra ínfima o enamascarada por barras y bloques de golosinas, atados de cigarro y snack. Después, sentarse y olvidarse del mundo te concede una ocasión inmejorable, demostrando una despreocupación total por el todo. Es una nada accesible a todo el mundo, donde podés escuchar conversaciones ajenas y esporádicas, o recluirte en dibujos, bosquejos, garabatos, lecturas con café o una poesía reflexiva. Podés enamorarte en una estación, procrear e incluso sociabilizar, ir acompañado. Los taxistas saben bien de eso, pero su caso es otro tema, muy diferente al mío. O similar, desde cierto ángulo, pero no me importa.
Señor G: Bien, cobra sentido ahora que lo pienso. Todo un manifiesto, pero ¿no cree en que es un espacio un tanto artificial, inhumano, comparado con la calidez y el despliegue barrial y cotidiano del bar?
Jan: Gracias (a la camarera que le alcanzó un vaso con agua). Podés verlo inhumano, como decís, yo lo veo anónimo. Algunos tienen elementos tecnológicos más avanzados que otros, como aire acondicionado, mesas constantemente pulcras e incluso góndolas como si fuera un supermercado. Te podés encontrar enfrente de un muñeco de peluche de dos metros mientras fumás un cigarro. Es impredecible y todo el conjunto genera un ambiente que puede ser ligero, con música de fondo, en general radios comerciales que dejan de ser irritantes. Eso lo condiciona el espacio, la ciudad, la empresa de la estación. No tiene importancia para mí. Obviamente opto por la que tiene aire acondicionado en una tarde de verano húmeda, porque soy una persona calurosa, que sufre el calor y además, mis glándulas sudoríparas aprecian mucho lo llamativo, las manchas poco estéticas en las remeras, camisas, lo que sea. Partamos de ésto, sigue siendo ese espacio para el viajero, una parada en medio de un viaje, un parate. La función persiste, la superficialidad del espacio no tiene importancia.
Señor G: Queda claro, continuemos.
Jan: No tengo motivos para detenerme. ¿A usted le gusta esta estación?
si habremos hablado de este tema!
ResponderBorrarde la comida de las estaciones, de lo lindo que es, ademas de una tarde de verano, una mañana lluviosa tomarse un cafecito y charlar (yo nunca voy sola)
de que todo este tan limpio,
tan ordenado, tan blanco... que da asco, que se presta a la desconfianza
he aqui unas cuestiones
solitario?
cuando vas conmigo te enamoras?
te enamoras de mi otra vez? o nunca te enamoraste?
vos, y julia, me pegaron eso de ir a las estaciones
hermoso el disco.
ResponderBorrargracias por grabarmelo.
otro dia me detengo mas aqui.
se fue el amor pero tengo caramelos,
caramelos.
saludos,
joaco
hay algunas peliculas donde las estaciones de servicio no son tan encantadoras ¿has visto una donde actua sean penn, creo que dirigida por oliver stone, llamada camino sin retorno? esos parajes deshidratados y violentos son un poco aterradores, eso tambien forma parte del imaginario que tengo acerca de las estaciones de servicio rurales
ResponderBorrarHey! Buenos comentarios...sí, podés enamorarte de tu propia soledad en un bar de estación, por supuesto, o de una persona cualquiera sea, o de una pedazo de chicle pegado debajo de la mesa.
ResponderBorrarEl disco es genial, gracias por la recomendación, eso sí, no me acuerdo las letras...pero aguanten los caramelos de propóleo!!
No, no vi esa película de Sean Penn, pero me refiero en mi post a lugares en la ciudad, más bien, bares de estaciones de servicio de por acá, aunque en el campo o la ruta sea otra cosa, ahí cambian los términos y puede que contagien un poco de eso que decís, depende quién lo filme, no?
Saludos a los tres (de Chile).
Besos
Hola pasaba a saludar. Buena onda tu blog.
ResponderBorrarslds
Gracias. Si te sentás y consumís algo, te cuento más sobre el blog. Que bueno que lo hayas visitado, vení cuando quieras que las puertas siempre están abiertas acá.
ResponderBorrarSaludos