Dos niñas abren la puerta principal y entro lentamente, mirándolas con un deseo carnal de infante oculta en la violencia para reprenderlas; manosear la libertad que las hace centellantes.
El espejo en el pasillo y ahí estoy, en la penumbra de un cuarto revolcándome contra el televisor, blanco y negro, gritando seco.
Cruzo el living para chocarme con mis abuelos, la cama de la abuela agonizando me espera para jugar al diariero. En el patio, cantan dos sapos llenos de heridas. Y más atrás, en el bosque, el seno desnudo de esa mujer descubre los contornos de la luna. Prendo la luz y ahuyento la siniestra oscuridad. Me oculto detrás de la puerta de mis padres y observo las sombras, filtradas por los rayos del televisor. Espero y se hace más oscura la noche. Levita la iguana sobre las redes de la madreselva, lejos de la paloma incubando a su descendencia inmaterial.
La abuela mira el eco de las voces, postrada y muda, con su mano izquierda arrugada abrigando la mía. En la cocina. La boca seca sellada en un punto, distante del murmullo molesto de las reuniones, y así es de breve, la importancia del discurso. Las rastas que caen sobre el pasto de primavera y la voz alegre que evade el tiempo, los relojes de acero. Los hermanos unidos a mi alma como cadenas, como anclas perennes en el Mar Negro.
En la terraza las tortugas combaten una contra la otra, sangrando las hileras de baldosas desteñidas por el sol.
Debajo de la cama me escondo y duermo, sereno con el mundo. Sereno con la cercanía del futuro.
Golpean la puerta y nadie responde. Ni los muertos ni los vivos. Sólo suena la voz del que golpea insistente, y no más.
Prendo el cerillo y aprecio la mecha. El fuego delizándose en los contornos del tapiz, huyendo por las paredes hasta el techo.
Ahora, todos duermen. La perra, el perro, los peces, las aves, los hombres, los niños, las mujeres, los ancianos, los hermanos, los reptiles. La escamas del tiempo. En el negro azul del domingo, en las tardes de jazz.
Tarda en escapar el río por la puerta de atrás, abrazando los cuerpos huéspedes invadidos por la calidez del recuerdo.
como dicen los franchutes; chapeau!
ResponderBorrarsu voz cada vez mas afinada, esta ya siendo estilo, lirismo claro con gotas de misterio....
un beso en esas sagas familiares
y en la escritura que las cuenta
besos
( chihi)