31/8/04

el peón

fue allí, en aquel parque
donde los predicadores de Dios se levantaron contra la tempestad
contra aquella neblina que hacía de muralla a su comunicación con los cielos

allí se levantó, del monumento principal
eregido hacía décadas
era el busto de un obrero, hecho del metal más blando, más barato
que corroían las penurias factoriales y devastaban las lluvias

avanzó inquieto entre los arbustos y espinillos
empujándose contra la gente
colmándose de golpes, estrujándose a las gargantas
releyendo el mundo que había estado estático para su mirada activa
durante años, durante su vida

miró a los jóvenes reírse entre los callejones, entre pelotas de fútbol
a las jóvenes elegantes que paseaban sus ropas de fin de semana
sus faldas cortas husmeadas por los vientos que barren el suelo

vio las aguas (además de las enaguas), las estancadas, con sus criaturas
que espían tras las bocas de calle
y las aguas claras que corrían con libertad

comprendió el cansancio, las debilidades del cuerpo humano
entristeció al entender que no era su lugar
el no saber si quiera hablar
el rodearse de ciudadanos que lo atropellaban
tampoco lo era el entorno natural, ni las fábricas que se levantaban tras el barrio

frente al café, vio una mesa
vieja, casi sufría estar de pie
se acercó, observó a sus inquilinos

dos ancianos iguales, que jugaban al ajedrez
que no intercambiaban voces, sólo dominaban sus miradas sobre el tablero

el trabajador se inclinó hacia ellos cruzando sus manos sobre su rostro
penetró en cada movimiento colectivo e individual, estáticas sus pupilas
posó sus manos sobre la mesa y hurtó un peón, aquel que paseaba insólitamente
aquel que no estaba entre las concentradas jugadas de los ancianos

lo volcó en su bolsillo trasero
se sentó sobre el tablero, en algún casillero vacío

el peón se movió frente a un caballo
miraba con humildad hacia sus espaldas, sus mayores
sintió por algunos segundos, que había hallado su hogar

(algún alfil comió el peón...)

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